HECHIZO DEL TIEMPO | Entrevista a Maria Inés Linares

Elis descubrió, casi por accidente, que la memoria de las piedras es sutil pero también generosa. Ahora sabe que una joya es mucho más que un adorno: es un hogar para los recuerdos, es un lugar donde laten muchas vidas. José viaja por todo el mundo rescatando tesoros sumergidos bajo el mar. Y aprendió a escuchar, sin proponérselo, las voces ancestrales del reino animal. Elis y José emprenderán cada uno su propio viaje en busca de la sabiduría de la Naturaleza. Y en el recorrido, descubrirán que un universo entero puede caber dentro de un relicario o manifestarse en la mirada de un gato callejero. Que el amor a veces provoca naufragios, pero también se derrama mansamente en el agua de una cascada. Que crear nuevos recuerdos es tan simple y a la vez tan difícil como atesorar los que nos acompañan hace años. Y que la magia atraviesa el tiempo sin preguntar si es el momento oportuno y sin pedir permiso. Como corresponde. María Inés Linares acaba de publicar Hechiceros del tiempo, la precuela de su Hechicera de relojes. Conversamos con ella acerca de la saga.

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Notamos que tus personajes están inscriptos en un mundo que podríamos calificar como fantástico, sin embargo los momentos que podríamos calificar como mágicos son aquellos donde los personajes se encuentran íntimamente ligados a emociones cotidianas. En tu universo narrativo ¿importa más la magia o las emociones humanas? ¿Cuál es más fuerte?

La magia es el medio que elegí para hablar de las emociones humanas. Y eso es algo que encontramos en muchas historias, no es nada original de mi parte. Lo fantástico, en la mayoría de las novelas, es la excusa para hablar de otra cosa, algo que sería más difícil de expresar “con palabras de este mundo”, como dice el poema de Pizarnik (“Explicar con palabras de este mundo / que partió de mí un barco, llevándome.”). Yo no me propuse nunca conscientemente ser escritora de fantasy, tampoco soy lectora asidua del género. La novela nació así; ella pidió la magia, así que ¿cómo negársela? Pero no es una magia épica, grandiosa; es como una miniatura, como una pincelada. Incluso puede que haya momentos mágicos que pasen inadvertidos a un lector distraído. Mis personajes viven en el mismo mundo que nosotros, con todas sus ventajas y desventajas. Y la magia los atraviesa porque están lo suficientemente atentos como para darse cuenta y vivirla. También lo sensorial juega un papel muy importante. Por eso, el epígrafe de Hechicera de relojes es una frase de William Butler Yeats que dice: “El mundo está lleno de cosas mágicas, esperando pacientemente que nuestros sentidos se vuelvan más agudos”. Esa frase resume mi manera de pensar la magia: no como un gesto grandilocuente, ni como algo que es solo para unos pocos “elegidos”, sino que está a nuestro alrededor todo el tiempo; basta con prestar atención.

Se dice que toda literatura contiene varios elementos autobiográficos. ¿Te encontrás más cercana a Anastasia o a Iván? El eterno dilema entre lo pasional y lo racional.

Escribí Hechicera de relojes en un momento de mi vida en el que tuve que hacer elecciones muy importantes. No me detuve mucho a pensar cuánto de Anastasia y cuánto de Iván tengo en mi personalidad, pero es posible que él represente todo lo que quise dejar atrás (el miedo, la culpa, los mandatos, la necesidad de cumplir) y ella simbolice todo lo que yo buscaba recuperar (la pasión, la fuerza interior, el vínculo con la Naturaleza). Me parece que ese es el dilema que todos enfrentamos cada día. Y la búsqueda del equilibrio, sobre todo. Porque, al fin y al cabo, por algo ellos dos se encuentran, ¿no? Son como los platillos de una balanza, que a lo largo de la novela tiene varias oscilaciones hacia uno y otro lado. Como nosotros, todos los días.

¿Tenés pensando seguir explorando este mundo de la mano de Anastasia e Iván, o de otros de los personajes memorables que creaste, o tenés otro proyecto en mente?

Acaba de publicarse mi segunda novela, Hechiceros de tesoros, que es una precuela de Hechicera de relojes. No lo había planeado en un principio, nunca pensé en una saga, pero cuando terminé de escribir Hechicera… hubo personajes que me dieron curiosidad; quise saber cómo habían sido sus propias historias. Y como a mí me fascinan las novelas que narran a varias generaciones de una familia, decidí contar la historia de los parientes de Anastasia, pero sin ceñirme a la cronología “correcta”. Por eso, en Hechiceros de tesoros retrocedo bastante en el tiempo, para que conozcamos a los abuelos. Y como finalmente llegué a la conclusión de que este es un ciclo que merece concluir con una tercera novela, estoy tomando ya notas para contar la historia de Coral y Bruno, los padres de Anastasia, y su oficio tan especial de perfumistas.

De todos modos, no es necesario leer mis novelas en orden cronológico; cada una es una historia independiente. Los que no leyeron Hechicera de relojes pueden leer Hechiceros de tesoros sin sentir que se pierden de algo. Pero los que sí la leyeron antes, van a encontrar varios guiños, de esos que te hacen decir “¡Aaaah, claaaro!”. Y seguramente pasará algo parecido con la tercera, a la que todavía ni me asomé, pero que ya me está llamando para que empiece a escribirla.

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Fuiste parte de la cofradía del fantasy que estuvo presente en el festival Azabache, ¿Qué opinión te merece la actualidad de la literatura fantástica y estos nuevos lugares en los que se esta exponiendo?

El Festival Azabache fue mi “estreno” como escritora publicada, así que fue una gran emoción y lo viví con mucha alegría. Mis amigos de la Cofradía del Fantasy Argentino (Leo Batic, Victoria Bayona, Juan Iribarne, Nicolás Pinto, Pablo Nieto, Julián Cáceres Narizzano y Tiffany Caligaris) son gente maravillosa, apasionados por la escritura y la lectura, y fue un placer compartir las charlas con ellos. Nos encantó que el Festival (que habitualmente se concentra solamente en narrativa policial) decidiera dedicar por primera vez un espacio a los autores de narrativa fantástica y de terror. Y seguramente ese interés es una señal, entre muchas que estamos viendo últimamente, de que la literatura fantástica está ganando terreno a buen paso. Es loco, porque acá en Argentina tenemos autores enormes que han explorado el género con anterioridad y de manera magistral. Y sin embargo, no es un género que haya tenido mucho espacio desde lo académico, o desde la crítica. Yo todavía tengo la sensación de que se sigue asociando con la literatura infantil y juvenil (de hecho, en las librerías, en muchos casos, nuestros libros están en la sección dedicada a los chicos, sin que nos hayamos propuesto explícitamente escribir para ellos). Creo que hay todavía cierto resquemor a abordar el fantasy “en serio”, aunque poco a poco se van creando eventos, debates, mesas redondas. Y las editoriales que nos publican van descubriendo, también de a poco, que el público lector de fantasy abarca una franja de edades bastante más amplia de lo que se creía.

¿Cómo fue trabajar la novela con Leo Batic, emblema de la literatura fantástica argentina?

Un lujo. ¿Qué más puedo decir? Leo es, además de mi amigo, mi profesor de escritura, junto con Lorena Scigliano. De hecho, Hechicera de relojes nació en el taller literario que coordinan ambos. Siempre lo cuento porque estoy muy agradecida. Fui escribiendo los capítulos aprovechando los temas que nos daban como consignas de escritura, adaptándolos a la trama tal como la iba desarrollando. Y con Leo hemos ideado un sistema que a los dos nos ayuda mucho, que es leernos mutuamente nuestros textos en voz alta y corregirnos a medida que leemos. Así hicimos con los tres tomos de su saga El último reino y con mis dos novelas. Y lo seguimos haciendo. Es muy enriquecedor y muy divertido. Lo bueno es que no tenemos ningún pudor de decirle al otro lo que está mal, ni de elogiarlo cuando hace algo bien. No hay competencia, nuestros egos ni se asoman cuando estamos trabajando. Ah, y Leo ceba unos mates espectaculares.

 

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Uno de los elementos mas logrados de la novela es el uso del reloj cucú como herramienta para tratar el tema de los recuerdos. Cuando Iván se siente tan atraído por ellos que su único deseo es esperar que sea la hora donde revivir un momento del pasado, dejando de lado todo contacto con la realidad. ¿La nostalgia nos impide avanzar en la vida? Parece como si los recuerdos fueran anclas para Iván. ¿Fue esto lo que quisiste transmitir?

¡Qué pregunta difícil! Iván tiene dos problemas que enfrentar ante el reloj del pasado: uno, darse cuenta de que se ha perdido buena parte de su ayer por no estar atento. Cuando Anastasia le regala ese reloj cucú, le regala también la oportunidad de mirarse a sí mismo y reencontrarse con su pasado, prestando atención a todo lo que no vivió plenamente en su momento. Pero, por otro lado, está el segundo problema, y ahí sí funciona la metáfora del ancla: Iván no sabe qué hacer con su presente, no se hace cargo de él. Es un hombre que, a pesar de ser un obsesivo del control del tiempo, no es capaz de estar presente en su presente. Por eso llega a un punto en que no se despega del reloj. Porque es una manera de no mirar el aquí y ahora, ese presente en el que Anastasia irrumpe con toda la fuerza de la pasión que él todavía no se anima a vivir. La idea es contar cómo el tiempo, en nuestras manos, puede ser una cárcel, pero también puede ser liberador, como sucede en la novela cuando Anastasia construye el reloj para ver el futuro. Estamos hechos de tiempo, y a la vez moldeamos el tiempo que transitamos. Eso es, en resumen, lo que los relojes de Anastasia intentan enseñarnos.

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