Una de las experiencias que Héroe límite le ofrece al lector podría equivaler a la primera visión que un extranjero posee de la ciudad a la que arriba. Se trata de una mirada abarcadora, fenoménica, en la cual ese complejo sistema de personas, paisajes, relaciones y geografías es percibido como unidad.  No obstante, lo que el recienvenido contempla en este caso —lo que recibimos a través de sus ojos— no es ni más ni menos que una lengua (la francesa).

La ajenidad del poeta nacido en Rumania le permite ese detenimiento previo al ingreso y, gracias a él, una impresión indeleble que será la huella de su poética. Es que, si bien una vez dentro, el que vio en lontananza queda prendido de la inmediatez de las texturas y olvida aquella imagen originaria para internarse en el barro de las enunciaciones ciegas, ello no quita que el fantasma total perviva como éter (pensemos en esas nieblas lechosas del último Monet, que crecen cuadro a cuadro a medida que los contornos se pierden y cobran vigor el trazo y el color).

Así, la nota dominante radica en la obligación de dar cuenta, de regresar a esa escena perdida en el tiempo, en la que la lengua fue divisada por entero (como organismo, más que como construcción). La tarea consiste entonces en hacer comparecer dentro de la lengua aquello que fue obtenido por fuera. Una búsqueda que implica volver distinguible, mediante la visibilidad de los signos, la presencia respirante, el calor del corpus, basándose en el pulso sonoro de «una verdadera locura de mutua penetración».

Este abordaje dialoga así con los procesos de escritura de Raymond Roussel. El celo por el plumaje de las palabras, el acariciarlas de oído con el objeto de que ellas mismas encuentren a sus sucesoras en la línea de la frase (haciendo un culto de la intuición melódica por sobre cualquier otra predisposición o inclinación ante el lenguaje), los coloca en una situación de cercanía. Con la distinción de que, en Ghérasim Luca, la distancia de la extranjería brinda un tipo de registro menos armónico sobre los rizomas semánticos, lo cual estresa aún más la sintaxis, a causa de los sobresaltos que un hablante nativo no tendría facultad de generar.

El extravío de las referencias deviene parte del camino para el acceso a esa música que intenta espejar la lengua toda. Y por más que en principio el reflejo deseado sea solo el de la elegida —el francés—, el derrotero y el poema valen a su vez como imagen en la que vivenciar esa instancia de una lengua mirando su propio reflejo: no se trata de ver sino la sombra de lo que nos toca en la oscuridad (de ahí el valor de esta traducción al español, a cargo de Mariano Fiszman).

En este sentido, la figura del «decapitado que sueña» nos compele al espectáculo en que la lengua se busca a sí misma como criatura. La seguimos mientras tropieza una y otra vez en los propios ripios, tan marcados en la frase por los tartamudeos involuntarios del dicente novato que, sabiendo sin saber, traman en lo subterráneo significaciones que jaquean lo heredado de lo dicho: «la reconciliación entre suicidarse y ser suicida, su huida del tercer término surgido de la insur, insurrección y de la re, susurr, de la resurrección».

En definitiva, la lectura de una obra de este calibre demanda una entrega incondicional dentro de los tifones del sonido, sin posibilidad alguna de parapetos o de anclas. Desafío complejo, si los hay, pero que, en el durante y al final, devuelve cada gramo de fe y coraje, multiplicándolos tanto en música como en vacío.

 

Ghérasim Luca, Héroe Límite, Añosluz Editora, julio 2022, 78 pág.

Sobre El Autor

Leandro Llull (1983). Publicó los libros Disonancia del jardín (EMR, 2009), Horas menores (Huesos de jibia, 2013), A los pibes crudos (VOX, 2015), Maratón (Ediciones 27 Pulqui, 2016), El gamo (Ediciones 27 Pulqui, 2019) y La vida sin centro (Salta el pez ediciones, 2022), y el trabajo La lengua en soledad, dentro de la obra colectiva Prueba de soledad en el paisaje (Mansalva, 2011). Recibió el premio de la Municipalidad de Rosario en 2009 y el premio del FNA en 2013, y las becas de Estación Pringles en 2010 y del FNA en 2011. Colabora en las revistas literarias Otra Parte y Op.cit y se encuentra a cargo del taller de la Biblioteca C. C. Vigil.

Artículos Relacionados

Hacer Comentario

Su dirección de correo electrónico no será publicada.

Ir a la barra de herramientas