México en llamas

La novela de Juan Villoro La tierra de la gran promesa, publicada por Penguin Random House en el año 2021 es un recorte, desde la ficción, de México en la actualidad.

Villoro construye una ciudad en llamas como una metáfora de un espacio geográfico consumido, perdido, agobiado y trazado con restos arqueológicos de la historia reciente. La reinvención de una Comala contemporánea e invadida por el fuego. Es la representación de la América Latina en llamas que dejó de ser la tierra prometida para configurarse con los resabios de la violencia. ¿Qué rastro se puede seguir cuando el horror pasó y cimentó la marca sobre la tierra?

En este contexto, los personajes que se mueven dentro del relato se dedican al cine y fueron quienes vieron cómo ardía una cinemateca. Parados ante esa tragedia, comprendieron la fragilidad de sus pasiones y obsesiones ante la realidad llamada México.

La narrativa nos empuja, nos echa al vacío, nos deja en la necesidad de que todo termine con urgencia, de cualquier manera, que el alivio llegue después de haber atravesado uno de los espacios más crueles sin haber tenido ninguna tregua durante el camino. El alivio está presente y se da de la mano del protagonista Diego González quien contrasta el estado general del terror con su gran sensibilidad artística. Apasionado del cine, tiene una epifanía cuando se quema la cinemateca. En un diálogo entre los discursos del cine y de la narrativa, Villoro nos lleva por las fronteras del arte y de la realidad para revelarnos el necesario y secreto vínculo:

“Lo que más disfrutaba del cine era sentarse ante la Isla de Edición, el momento en que podía suprimir, atrasar o adelantar una toma.

Le gustaba que la condición modificable del cine se ejerciera en una ´isla´, lugar de salvación para los náufragos, presidio para los condenados, escenario de las utopías.

Desde los veinte años se acostumbró a ver su vida como un conjunto de ediciones mentales. Hasta su inconsciente dependía de la moviola: pensaba como un perfecto irresponsable; luego editaba y decía algo normal. Lo mejor del sentido común eran los disparates que se descartaba para ejercerlo.

En su imaginaria Isla de Edición, se le ocurrían magníficas maneras de ofender a todo el mundo. Después se preguntaba si eso podía ser dicho de tal modo que fuera soportado. No, no había forma de decirlo.

La moviola era voraz aparato que recortaba errores. Aunque nunca podría estar seguro de que suprimir significara corregir”.

Por otro lado, Diego sabe también que esa realidad se desliza permanente por los bordes de sus sueños. Debe encontrar un punto de escape para huir de ese escenario aterrador. No hay deseo ni arte con que pueda protegerse. El horror lo acompañará, estará siempre allí, en su propio espacio, lejos o cerca de México y se vinculará con personajes imposibles, enemigos y aliados al mismo tiempo con quienes compartirá la desesperada historia de un país testigo de su propio salto al vacío.

Hay crítica, hay narcoestado, hay cine y hay arte. ¿Qué más podemos pedir a Villoro que esta impactante obra ejecutada con maestría, generosidad y un gran compromiso personal con la realidad de su propia época?

“Diego había registrado historias semejantes en Las Hogueras de Michoacán. Un pueblo invadió las tierras de otro y exigió a los vencidos que firmaran papeles para respaldar el despojo. Los despojados se negaron a hacerlo. Para someterlos, les dinamitaron sus estanques de agua y les vedaron el acceso al pozo comunal. Un día, el monte brilló con un resplandor que parecía de espejos. Eran miras telescópicas. La metralla arrasó al pueblo desarmado, que a partir de entonces organizó una precaria autodefensa.

Ignoraban la fuerza de los enemigos que se habían apoderado de sus tierras para dedicarlas al cultivo de la amapola. El pueblo vecino había sido sometido por los narcotraficantes que ahora los amenazaban.

Diego recogió testimonios de mujeres que hablaban con resignada entereza de las violaciones más atroces. Estaban dispuestas a resistir y defender lo poco que les quedaba. Una mujer joven, que había estudiado en la universidad, servía de intérprete a familiares que no sabían leer o sólo hablaban purépecha y carecían de palabras para referirse a la ley. Tampoco el español servía de nada.

El esquema centenario del campo mexicano: la pérdida de la tierra, el secuestro del agua, el asesinato. La palabra emblemática de Rulfo: ´despojo´”.

 

Juan Villoro, La tierra de la gran promesa, Penguin Random House, 448 págs., 2021

Sobre El Autor

Emilene Teresita Nuñez Campos nació en Asunción del Paraguay en 1985. Es Profesora y Licenciada en Español. Lengua Materna y Lengua Extranjera recibida en la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Tiene estudios de Posgrado sobre Antropología (UNC), Cultura Contemporánea (UNC), Filosofía Latinoamericana (UCC) y Estudios de Género (FLACSO). Actualmente cursa el Doctorado en Semiótica en la UNC. Su línea de estudio es sobre Análisis del Discurso y teoría queer. Trabaja como docente de Lengua y Literatura y da talleres sobre Biopolítica y Género y clases particulares de escritura académica, elaboración de tesis, gramática y literatura. Contacto: emileneteresita@gmail.com

Artículos Relacionados