Releo mis diarios cuando no estoy bien.

Uno escribe porque retiene imaginariamente lo que va a perder.

Es el presente el que uno trata de plasmar en un diario. El tiempo de la pasión.

No hay nada más ridículo que pretender plasmar la propia vida.

                                                        Ricardo Piglia

 

Diario de los quince es una recopilación de diarios personales del escritor I Acevedo que, impulsado a leer los diarios de Ricardo Piglia, seleccionó como una de las partes de lo que él llama: la aventura de escribir.

I Acevedo es escritor (entre sus obras se encuentran: Trilogía canina, Jajaja, Late un corazón, Paquete de fe, Una idea genial, Quedate conmigo, Horas robadas al sueño, Algo se mueve, El ensayo después de Walsh, Según la flor, Querida bicicleta). También es profesor de literatura y editor independiente.

El detonante de estos diarios es un regalo, para los quince años le regalan una computadora y a partir de ese momento es que Acevedo comienza a transcribir una novela propia y a escribir los diarios personales valiéndose de esta herramienta. Un pasaje del manuscrito al Word que lo impulsa a llevar el registro de su vida de una forma más organizada. Esto se nota a lo largo de la lectura de todo el libro, siempre la búsqueda de lo profesional, de la escritura como trabajo, no como hobbie.

Lo que recopila el libro son diarios del periodo entre sus quince y dieciséis años. La voz es de una adolescente (I Acevedo transicionó al género masculino en el año 2018) que reflexiona sobre el conflicto de la literatura en la vida cotidiana. “La escritura organizaba mi existencia” es una de las afirmaciones que podemos leer en el prólogo del libro. Hay plasmadas en el diario muchas reflexiones acerca de lo que Acevedo planea hacer en sus novelas y cuentos. Como un pensamiento sobre el papel, trata de rodear a los personajes y tramas de sus otras historias. Esto es de una belleza suprema, justamente para un escritor el principal núcleo del conflicto es la escritura y sus hábitos. Esto se lee durante todo el recorrido de los diarios, desde lo referente a la escritura en sí hasta los pasajes donde relata cómo debe organizar todas las tareas de la vida cotidiana para poder tener el tiempo físico de trabajar en la escritura.

El diario pasa por muchísimos temas: la escritura, lectura, la situación económica y familiar, amistad. Todos ellos abordados de una forma profunda y detallista. Por momentos parece estar viendo una película porque realmente puede verse, hay imágenes muy particulares que Acevedo construyó con sus palabras.

“Mi gato se murió porque otro gato lo mordió y lo desnucó; dentro de dos días empiezan las clases; tengo que sacarme una muela, la dentista me encontró dos caries y todo es una mierda; tengo que comprar medias; estuve una hora en la veterinaria, esperando que el gato se muera, y tuve que pagar $8…”

“Odio los pasillos de la escuela, los profesores, las calles que tengo que recorrer para llegar a ella; odio que se haya muerto el gato, odio que el gato ese era mío. Odio que ya había planeado un personaje perfecto que iba a interpretar ese gato, un personaje llamado Cretino. Odio que nunca voy a olvidar a Simbad, porque para mí va a ser inmortal (con el nombre de Cretino)…”

Hay en los diarios la sensibilidad que es propia de la adolescencia. Sin grandes juegos de palabras, Acevedo “narra”, porque es a través de este recuento de la vida cotidiana que va formando su estilo de narración, su ojo de escritor. Es muy acertado que el subtítulo del libro sea “La aventura de escribir” porque a escribir se aprende escribiendo y esto aflora durante la lectura del libro, lo entendemos. Podemos ver a quien escribe los diarios, al escritor, como alguien que se tomó en serio el oficio desde muy temprana edad. Metido en el universo que él mismo construyó con palabras, las palabras justas.

Sobre El Autor

Nuria Rodríguez estudió cine en la Universidad Nacional de La Plata. Es escritora de narrativa y librera. Desde el año 2015 participa en talleres de escritura a cargo de Pablo Ramos y Martín Sancia Kawamichi. Coordina sus propios talleres de escritura junto a Miguel Bruno desde 2019.

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