Bienvenidos a Hotel Acapulco, un lugar en donde se puede deambular por cada habitación y que promete una estadía rabiosa, llena de confabulaciones, susurros a puertas cerradas, y personajes singulares que crían monos, son poetas, piratas del Riachuelo o se involucran sentimentalmente con una abeja reina. Este hotel con su universo particular fue diseñado por Diego Meret quien ha sostenido que siempre escribió en hoteles y prometió demostrarlo en Hotel Acapulco.

En este libro de cuentos, editado por Indómita Luz en el año 2022, Meret se afirma nuevamente como una de las voces más talentosas y potentes de la literatura contemporánea argentina. En su escritura, encontramos un mundo narrativo saturado de ingenio, voracidad y humor. Pero también, encontramos la sutilidad en la construcción de su propia voz y la tensión por la que se desplazan sus personajes.

Sobre la mirada que tiene Meret acerca del ejercicio de la escritura, se podría decir que es un derribador de mitos, se mofa de la seriedad impuesta que rodea a la figura del escritor y de la solemnidad ante la hoja en blanco, para decirnos que, en el momento de escribir, no necesitamos ninguna de esas imposturas. Pero, ¿qué se necesita entonces? Lo descubriremos en Hotel Acapulco.

Con respecto a las diferentes habitaciones que podemos recorrer en el hotel, encontramos la habitación número uno llamada “Acapulco”. Aquí, aparece la desmitificación de la figura del escritor que se va a hoteles para poder entrar en trance y escribir. La habitación “Acapulco” está llena de blíster de Alplax y cuadernos con caligrafías dementes. En un marco de nerviosismo permanente y una especie de neurosis por parte del escritor (que se esconde para que no se vea su sombra por la ventana de la habitación), establece un vínculo con el conserje, se obsesiona con las empanadas y con cafés que a veces llegan y, otras, no. En medio de ese caos, el personaje se permite reflexionar sobre su propia concepción de la literatura y qué es ser un escritor:

“Tenía que corregir algo. Escribir un relato. Ser un escritor. Y bueno, ahora no entiendo qué soy. ¿Cómo puede ser que alguna vez alguien haya pensado que soy un escritor? Abrí los archivos. No te miento, y no puedo leer mis textos. Soy ilegible. Donde pensaba que había humor, hay miedo. Donde pensaba que había ingenio, hay miedo. Todo lo que escribo es miedo, y el miedo es siempre el mismo miedo. Como te decía, ¿y si no soy escritor, en realidad? (…) Yo no era nada. No sabía nada. Todo lo que había leído había ido a parar a ningún lado. No tenía intereses ni temas. No me llamaba la atención nada. Nada me daba curiosidad. Me cagaba en la literatura de suspenso, en el policial, en la ciencia ficción. Me cagaba en la historia completa de la escritura de la felicidad. Me recontracagaba en la literatura de los mundos distópicos. ¿Cómo podía interesarme algo de eso, si lo había olvidado todo? Por momentos me acordaba de que la literatura era poner títulos con frases más o menos bien armadas, o cortadas. Pero no recordaba mucho más. Así que le dije a mi mujer que un escritor era algo más que un tarado arrojado en un sillón contestando las preguntas de un programa de cultura general”.

Otra de las habitaciones en la que podemos entrar es la número dos: “La lectura” en donde se narra las aventuras de un poeta, de un pobre poeta, que, sin darse cuenta, termina en el Riachuelo, después de haber asistido a una reunión de lectura de escritores que leen para otros escritores. En las orillas del Riachuelo, se encuentra con un grupo de personas, una suerte de mazorqueros modernos, con un Matasiete incluido, que lo atacan inmediatamente como si el poeta fuera un salvaje unitario y estuviera amenazando su territorio.

La habitación número tres: “El mono”, tiene un comienzo hermoso: “Yo no sabía nada acerca de cómo criar a un mono bebé”. Y todo lo que sigue a continuación es una historia de amor que destella tanta belleza como ternura y fragilidad. Cuando se ama, se aprende a tallar en donde no hay superficies seguras para hacerlo y, sin embargo, las facetas de luz iluminan cada espacio, cada intersticio.

Se recomienda visitar todas las habitaciones. Cada una de ellas tiene su propio mundo con personajes picarescos, pertenecientes a una nueva épica. Hay relieves, contrastes, matices, imperfecciones, riesgos y aciertos inolvidables. Leer a Diego Meret es siempre un descubrimiento y no hay nada mejor que que la literatura nos siga sorprendiendo con escritores que no tienen miedo de reinventarse a través de las palabras.

 

Diego Meret, Hotel Acapulco, Indómita Luz, 2022, 174 páginas.

Sobre El Autor

Emilene Teresita Nuñez Campos nació en Asunción del Paraguay en 1985. Es Profesora y Licenciada en Español. Lengua Materna y Lengua Extranjera recibida en la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Tiene estudios de Posgrado sobre Antropología (UNC), Cultura Contemporánea (UNC), Filosofía Latinoamericana (UCC) y Estudios de Género (FLACSO). Actualmente cursa el Doctorado en Semiótica en la UNC. Su línea de estudio es sobre Análisis del Discurso y teoría queer. Trabaja como docente de Lengua y Literatura y da talleres sobre Biopolítica y Género y clases particulares de escritura académica, elaboración de tesis, gramática y literatura. Contacto: emileneteresita@gmail.com

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