El impecable texto de Adriana Tursi –atravesado por alegorías y sobreentendidos- da cuenta de un rasgo vernáculo que no es de los menores: hay momentos precisos y connotados de la realidad argentina en los cuales, precisamente, el registro de lo real rebasa con holgura los límites de la ficción. El hecho de que Tursi haya traducido con inequívoca pericia uno de estos momentos al lenguaje ficcional de la dramaturgia supone un logro más que ponderable; es una ficción multiplicada hasta su enésimo grado, único modo de acercarse, al menos, a la realidad.
La acción de Los sirvientes se desarrolla entre la agonía del general Perón, su muerte y la anticipación del Apocalipsis que sobrevendrá en el marco del microclima de la servidumbre de la residencia de Olivos. ¿Quiénes son estos sirvientes sino la encarnación alegórica de un país que frente a la disgregación institucional pone de manifiesto sus intrigas palaciegas, su agónico afán de salvarse a cualquier precio, sus pequeñas miserias, anhelos y sed de supervivencia? Todo ello sobre el fondo de un drama que reconoce como protagonistas a un líder devaluado, una viuda desconcertada y un truchimán devenido ministro plenipotenciario que pondrá en funcionamiento el aparato de terrorismo de Estado que asolará al país durante los siguientes y oscuros años. En una de las más estremecedoras novelas escritas en torno al tema del Holocausto (La noche del uro, de Dalton Trumbo, que quedó inconclusa por la muerte del autor, en septiembre de 1976), el narrador se pregunta casi retóricamente hasta dónde puede enloquecer un sistema; la respuesta que brinda la Historia parece ser inequívoca: no hay límites precisos, el alcance de la insania puede ser ilimitado.
Con actuaciones notables y una puesta en escena irreprochable, Los sirvientes prueban una vez más que la lenta disolución del abajo es la consecuencia irremediable de la precipitada degradación del arriba; las secuelas todavía sobreviven en la actualidad, las heridas profundas se toman su tiempo para cicatrizar.
LOS SIRVIENTES
Texto: Adriana Tursi
Dirección: Andrés Bazzalo
Intérpretes: Luciana Bava, Marcelo Bucossi, Laura Montes de Oca, Soledad Rodríguez, Élida Schinocca y Fito Yannelli.
Todos los sábados a las 20.00 horas en el Teatro del Pueblo, Avenida Roque Sáenz Peña 943
Perón fogoneo la «creacion» de una supuesta izquierda peronista que desde la sola mención sonaba irreal, a la que luego puntualmente apartó por
incomoda -lo recuerdo bien- y
trajo consigo ademas a un
truchiman -rasputin criollo ad
hoc- al que plenipotencio en
demasia, sentando el
basamento inmejorable para el
desarrollo de la tragedia del
plata. Luego tuvo el mal gusto y
la desgracia de fallecer, no sin
antes pronunciar palabras
memorables en pleno dominio
de su intelecto, en muchos
aspectos irreprochable.
¿Alguien más versado en
política que yo, puede explicar y
convencer, acerca de esta
conducta incoherente de esgrimir un demonio en cada
mano, para luego librarlos a su
antojo, lo que desemboco irremediablemente en lo único posible?