Con su conjunción de estilos gótico tradicional y policial clásico, probablemente El sabueso de los Baskerville sea la mejor obra del ciclo detectivesco que tiene a Sherlock Holmes como protagonista. Allí, por ejemplo, es donde la red –motivo central del teatro griego- opera como el significante mayor del relato: es en la red de Holmes en la que va a quedar atrapado Stapleton, el aficionado a la entomología que con su red al hombro va cazando mariposas. La maldición que se cierne sobre el castillo de los Baskerville (el destino de hierro según el cual cada Baskerville debe morir despedazado por el mastín o sabueso, el que, por otra parte, aparece como un animal mitológico y, por lo tanto, inmortal) es análoga a la que pesa sobre la casa de los Atridas (una casa atravesada por el infortunio, el homicidio, el incesto). Acaso la seducción que el género policial, en cualquiera de sus variantes, ejerce desde hace tanto tiempo sobre un número tan amplio de cultores se deba a que percibe el mundo de manera correlativa a como lo percibe la subjetividad de la conciencia: en ese punto, el mundo cobra una dimensión cuyo rasgo relevante es la incomprensibilidad. Y la incomprensibilidad –tal como advirtiera el filósofo alemán Edmund Husserl- “afecta de manera particularmente sensible a nuestra misma especie de ser” y requiere, por tanto, un esclarecimiento. El policial clásico (Conan Doyle, Edgar Allan Poe, Agatha Christie, entre tanto otros) afecta de un modo singularmente agudo a una conciencia individual; el policial negro (Dashiell Hammett, Raymond Chandler, James M. Cain, entre tantos otros), a una conciencia social. En ambos casos, la única catarsis posible es el esclarecimiento, el retorno al plano de la razón. El mundo debe ser problemático –porque, de hecho, lo es-, la narrativa policial le otorga relieve a esa problematicidad y en el mismo momento encarna la promesa –de alcance limitado y de carácter provisorio- de una solución. En este sentido, El sabueso de los Baskerville es paradigmático: la agudeza de Holmes triunfa sobre lo imposible.
El abigarrado universo de personajes que puebla la novela –con especial preponderancia de los dos protagonistas- es recreado en esta impecable puesta en escena por dos, y sólo dos, actores: Martín Eliseo Mendivil en el rol de Sherlock Holmes, y Emilio Berasain como el doctor Watson. Si fuera menester ser lacónico, las actuaciones de ambos sólo merecen un calificativo: extraordinarias en el sentido literal del término: singulares, fuera de lo ordinario, de excepción. La puesta en escena los obliga no sólo a un maratónico cambio de vestuarios, sino –y este quizá sea el punto más alto de las interpretaciones de ambos- a un recorrido escénico que se asimila a la coreografía de un ballet afiatado hasta rozar la perfección.
La compleja trama de la novela no puede, por mejor voluntad que se ponga en el cometido, ser simplificada para su trasvasamiento al código teatral: algunos pasajes del argumento original –que no son los esenciales- quedan como puntos oscuros o ciegos. Pero son detalles nimios en comparación con el frenético y acoplado ritmo de los personajes, la compleja sencillez de la dirección y puesta en escena, y la inclaudicable seducción de una trama policial.
SHERLOCK HOLMES – EL SABUESO DE LOS BASKERVILLE
Libro: Guillermo Yanícola
Dirección: Ana Clara González
Intérpretes: Martín Eliseo Mendivil, Emilio Berasain
Funciones: todos los sábados a las 23.00 horas en Nün Teatro Bar: Ramírez de Velasco 419
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