El trabajo que presentamos es una aproximación a la crónica del viaje de Jacob d’Ancona, un comerciante judío italiano que llegó a Zaytun, la actual Quangzhou, en 1273. Su viaje estrictamente comercial quedo recogido en un manuscrito editado en el año 2000 por David Selbourne, profesor de lenguas clásicas de Oxford, Chicago y Nueva Delhi, bajo el título “La ciudad de la Luz”[1].

El viaje a China de Jacob d’Ancona

Al parecer, Jacob ben Salome d’Ancona había nacido en Ancona, Italia, en 1221. Era un miembro de la comunidad judía de esa ciudad y nieto de un rabino de Florencia, un hecho que le revelaba una fuerte vinculación tanto familiar como formativa con la tradición rabínica.

El viaje que emprendió hacía China era de carácter comercial, sustentado en la presencia de una comunidad más o menos conocida en Occidente de judíos chinos. Su recorrido, realizado entre 1271 y 1273, le llevó desde Ancona, pasando por Ragusa (Dubrovnik), Creta, Rodas, Damasco, Bagdad, Basora, Cormosa (hoy Bandar Abbás, Irán), Cambay (Gujarat, India), Ceilán (Sri Lanka), Singapur, hasta Zaytun (actual Quangzhou).

Este viaje, equiparable a otros como los de Marco Polo o el de Ibn Batuta, fue  dado a conocer en 1996 a raíz del hallazgo en la población italiana de Urbino del manuscrito que narra la aventura viajera de Jacob d’Ancona. Este texto, un manuscrito de 280 hojas escritas a dos caras en torno a 1280, ha sido estudiado y analizado por David Selbourne, profesor de lenguas clásicas a Oxford, Chicago y Nueva Delhi. La serie de pergaminos ha sido dada a conocer con el título de “La ciudad de la Luz”, en una clara referencia a la forma en que Ancona visualiza la ciudad de Zaytun durante su estancia entre 1271 y 1272.

Aún así, se trata de un caso que hay que considerar con ciertas prevenciones, por la polémica que rodeó la edición y el hallazgo de este manuscrito. Selbourne ha podido trabajar sobre el mismo, pero con el compromiso de no revelar quién era su propietario ni el lugar exacto dónde lo localizó. Este hecho e incluso el tratamiento que ha hecho Selbourne a la traducción y comentarios del mismo encendieron una polémica que ha cuestionado la certeza del mismo y que todavía hoy aún dura. Por el contrario, si consideramos la veracidad de la fuente, el caso de Jacob d’Ancona es destacado por varios motivos.

Por un lado, porque es un viaje contemporáneo a los viajes de Marco Polo realizados entre 1271 y 1295. Un segundo motivo, es el hecho que Jacob d’ Ancona recupera o, en todo caso, continúa la tradición de los denominados “radanitas”, viajeros judíos agrupados que establecían contacto entre Extremo Oriente y Oriente Medio y la Europa cristiana medieval.

Un tercer motivo es que ejemplifica, al igual que lo hará Marco Polo, el poder comercial de las repúblicas italianas (Génova, Venecia, Pisa, etc.) durante el siglo XIII y el siglo XIV. En este caso, con todo y siendo de Ancona, Jacob contará con la aportación monetaria para su viaje de su familia, comerciantes establecidos en dicha ciudad y también en Alejandría, así como con la financiación de comerciantes judíos de Luca y Florencia, entroncando esta última relación con la cuestión del control de los negocios derivados del transporte de mercancías a larga distancia que ejercían los colectivos judíos. Como es sabido, estos contaban con la ventaja competitiva de los diferentes contactos de sus comunidades repartidas por todo el mundo. En este caso, no deja de sorprender a simple vista, que en Zaytun, Jacob d’ Ancona encontrara testimonios lo suficientemente evidentes de la presencia de una comunidad judía.

El último motivo es precisamente esta presencia de una destacada comunidad judía en Zaytun, similar a la que Ibn Battuta con respecto a los musulmanes documentará en su viaje a la misma ciudad unos años más tarde. Este hecho, la filiación religiosa de la comunidad, impregna el detalle de la explicación de Jacob d’Ancona, ya que éste buscará la protección y ayuda de los miembros de su comunidad. Conviene destacar que una parte importante del manuscrito se centra en discusiones sobre teología, moral y valores éticos que mantuvo con una serie de personas, algunos de los cuales eran miembros de la comunidad judía de Zaytun y otros comerciantes chinos. Se trata de diatribas que dejan entrever, y que en algunos momentos parecen ser motivadas por el miedo a la conquista por parte de los mongoles, denominados “tártaros” en el texto, pero también denotan una capacidad intelectual de análisis y crítica política de la sociedad y sus problemas. El miedo a los mongoles transita a lo largo del manuscrito, puesto que la llegada de Jacob d’Ancona coincide con los momentos finales de la dinastía de los Song del Sur, en esos años reducidos al área de Hangzhou y al puerto de Zaytun (Quangzhou). La capital de la dinastía caerá en manos de los ejércitos de Kublai Khan en 1276, es decir, tres años más tarde de la marcha de Jacob d´Ancona, y Zaytun será conquistada el 1277. A lo largo del texto, las relaciones comerciales y las conversaciones que mantiene con algunos de esos comerciantes, apuntan la desmembración real de la administración imperial de los Song que se ve incapacitada para acometer efectivamente la recaudación de impuestos e incluso se apuntan diversas prácticas dilatorias y fraudulentas en el pago de tasas. Aún cuando no es evidente, el texto mantiene expectativas sobre esa situación de convulsión política que suponía la conquista mongola del sur de China.

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La presencia judía en China

Hay constancia de la presencia judía en la China como mínimo desde el siglo VIII, aún cuando algunos investigadores polemizan si esta presencia podría datarse en torno al cambio de era. La actual historiografía acepta que las primeras familias judías llegaron a la China durante el reinado de la dinastía Song del Norte (960-1127). Las dos vías de acceso serían desde la India, especialmente por vía marítima, y desde Persia, siguiendo los flujos mercantiles de la Ruta de la Seda, tal como evidencian algunos hallazgos arqueológicos. En varios momentos, el relato de Jacob d’Ancona nos corrobora esa fecha.

Por el contrario, la tradición judía revela una llegada anterior vinculada a la conquista de Tito de Jerusalén en el año 76 d.C. y que testimoniaría la construcción de un cenobio a Kaifeng durante la dinastía Han[2]. Se trata de un hecho que no se ha podido documentar hasta el momento.

Otra fuente para el conocimiento de esa presencia judía en China, nos la aporta el mercader árabe Buzurg Ibn Shahriyar en su «Kitab ‘Aja’ib al-Hind» («Libro de las maravillas de la India») escrito en torno al 950. En este se hace mención de un marino mercante judío de nombre Ishaq bin Yahuda que habría visitado la China entre los años 882 y 912. Este sería miembro la comunidad judía asentada en Omán, al sur de la península arábiga[3]. Una tercera fuente nos la aportan las fuentes chinas combinadas con algunos referentes de los viajeros occidentales. Así, quedaría constatada su presencia en la capital de los Song, Kaifeng (Bianliang, según las fuentes chinas) con una comunidad en torno a las quinientas personas. En 1163, siguiendo una orden imperial del emperador de la dinastía de los Song se construiría una sinagoga, revelada, al menos, por los restos arqueológicos. La aceptación de ese culto podría explicarse por una serie de paralelismos entre el confucianismo y el judaísmo. Ambos mantienen como ejes de sus preceptos la familia, el honor, la tradición y una base moral aplicada a la vida cotidiana. Igualmente hay ciertos parecidos en cuanto al concepto de caridad (el tzedaka judío).

Así pues, la presencia judía que Jacob d’Ancona documenta perfectamente, sobre todo en Quanzhou, y que también constatan Marco Polo e Ibn Battuta, tiene una vigencia de casi un siglo. Se trata según las informaciones de Jacob d’ Ancona de una comunidad de más de dos mil judíos en Zaytun y otros diez mil en toda la China. Según el mismo Jacob, en Zaytun existía un rabino que tenía la capacidad de leer en hebreo, aún cuando la mayoría de las escrituras sagradas se habían traducido a una clase de mezcla entre hebreo y chino que él mismo consideraba ininteligible.

Esas informaciones vistas en perspectiva serían las primeras que certifican la existencia de esa comunidad. Más teniendo en cuenta que la primera mención de la presencia de judíos, agrupados bajo el nombre de Chu-hu, en una fuente china aparece en los anales escritos en 1329 y, posteriormente, en 1354. Posteriormente, esta presencia judía en China quedará ampliamente documentada con la llegada de misioneros europeos. Con diferentes ejemplos como el de San Francisco Javier que hará alusión a la presencia de judíos en una carta escrita desde Cochin en enero de 1552. Igualmente, el jesuita Matteo Ricci menciona la presencia de un judío que le asegura que proviene de Kaifeng dónde desde hace entre quinientos o seiscientos años hay una comunidad de judíos que cuenta con una sinagoga y numerosos libros y pergaminos, uno de los cuales dice que estos judíos habían llegado durante el reinado de la dinastía Song. Esta presencia judía motivará la visita del jesuita Niccolo de Longobardo (1565-1655) a esta ciudad[4]. Serán los escritos de los jesuitas los que transmitirán en Europa la existencia de judíos en la China desde como mínimo el siglo XI. Son los conocidos como Tiao-kin-kiao en los escritos de estos primeros misioneros jesuitas.

Jacob d’Ancona en China

El 25 de agosto de 1271, a la edad de 50 años, Jacob d’Ancona desembarcaba en Zaytun, llegando a la tierra que él llamó “Sining”. A su llegada se encuentra con Nathan bin Dattalo de Sinigaglia[5], un judío, al parecer, italiano, que reside en la ciudad y que le hará de anfitrión, le dará alojamiento y dos criados, uno de ellos chino,Lifenli, que le hará las veces de intérprete. Bin Dattalo le presentará a varios miembros de la comunidad judía y algunos mercaderes, en este caso chinos, con los que evidentemente trata aspectos puramente mercantiles. Ahora bien, será con algunos de ellos, especialmente con uno denominado Pitaco que mantendrá una serie de conversaciones que entroncan perfectamente con temas de interés político (sobre cómo era el gobierno, qué es lo que se debía hacer y qué se podía hacer en una situación de amenaza bélica) y sobre las concepciones y valores propios de la sociedad china del momento. Jacob d’Ancona, al igual que Ibn Batuta, hace descripción de lo que ve y deja espacio a la sorpresa e incluso como en algún caso comenta:

“En realidad, en este lugar hay una confusión tal de personas, y son tantas las cosas a observar, que no sé demasiado bien como plasmarlas con la pluma y el tintero”.

Con detalle explicita de forma clara la situación del puerto y de la ciudad. Igualmente, destaca su descripción de los barcos dónde se apunta el uso de la brújula, las características morfológicas y el tipo de tripulación, anotando, los adelantos técnicos de los que disponían los chinos al siglo XIII[6].

“Llegados con la bendición de Dios a la tierra de Sining y a la ciudad de Zaitun, situada en un distrito que la gente de allá denominan Ciancio, una ciudad maravillosa, con mucho comercio, y uno de los centros más importantes de Manci, desembarqué con mis criados y mis cargamentos valiosos de pimienta, madera, aloe y sándalo, de alcanfor y perfumes selectos, de piedras preciosas y perlas, de dátiles, telas y otras cosas, alabado sea Dios, el Año del Cabrón, porque así dicen los mancini, que dan nombre de animal, como dragón, buey o serpiente a nuestros años. Esta ciudad los mancini también lo denominan Ha-Bahir (en hebreo: “ de la luz”), porque son tantas las luces de las lámparas  y las antorchas que ponen a las calles, que cuando más brilla la ciudad es por la noche, y por esto se la conoce desde muy lejos. Y por esta razón ellos dicen Hanmansicien, o la Ciudad de la Luz. La gente del campo le dan el nombre de Giecchon, y esta sita a la boca del río Sentan, delante de unas islas que ellos denominan los hermanos grande y pequeño. Es la capital de esta provincia del reino de Manci, un reino que llega hasta los márgenes del gran río que los Sinimiani denominan amarillo, o Ouangho (el río Huang He), y los tártaros, negro, o Carmuren. Pero los que lo han visto dicen que no es ni amarillo ni negro, sino marrón oscuro. A esta ciudad voy a traer tantas cosas de valor procedentes de la India y de sus islas, que volví a tener miedo de la avaricia y la cupididad de los otros y que, tras tantos padecimientos, me robaran antes no pudiera hacer fortuna. Además, a pesar del recibimiento afectuoso de mi hermano Nathan bien Dattalo de Sinigaglia, factor, que con el resto de judíos de la ciudad van tratarme con todos los honores y alabanzas, y que van prometerme que no sufriría ningún mal, supe que los tártaros y su ejercido estaban a punto de conquistar el reino de Manci; esto me hizo temer por mi fortuna y mi vida. Pero primero escribiré sobre el puerto y las mercancías de Zaitun. Es un gran puerto, más grande aunque el de Sinchalan, donde los barcos entran por el mar de Sining, y esta rodeado de montañas altas que lo protegen del viento. Domina un río grande y ancho, que baja con bastante cabeza al mar, y que está pleno de embarcaciones que son una maravilla de ver. Porque aquí cada año miles de barcos inmensos cargan y descargan pimienta, y un gran número de otras embarcaciones traen mercancías diversas, de forma que el día de nuestra llegada había al menos quince mil barcos, procedentes de Arabia, la Grande India, Seilan, Java Menor, y de países lejanos del norte, como Tartaria del Norte, y también de nuestra tierra y de otros reinos francos. De hecho, allá voy ver anclados más barcos, barcas y pequeñas embarcaciones de las que nunca había visto en un solo puerto, más aunque en Venecia. Además, las embarcaciones de Sining son las más granos que un se pueda imaginar, algunas tienen seis palos, cuatro puentes, doce velas grandes, y traen más de un millar de hombres. Y estos barcos no sólo tienen unas cartas de navegación que es una maravilla de contemplar, de tan precisas como son, sino que también disponen de unos geometras y de unos expertos en el uso de la piedra imán y en las estrellas que los permiten llegar hasta el fin del mundo terrenal, demos gracias a Dios.”

Un punto a considerar de la larga descripción sobre la ciudad de Zaytun que hace Jacob d’ Ancona es el relativo al comercio. En el momento de su llegada, Zaytun, estaba en pleno crecimiento comercial, pese a los focos de agitación social y el miedo a la conquista mongola. La descripción de Jacob d’Ancona aparentemente parece contradecir algunas afirmaciones sobre la economía china en el siglo XIII que aducen que esta nunca fue a gran escala. De lo contrario, confirmando a autores como Jacques Gernet, Zaytun y la costa del sudeste chino tenían una gran actividad económica con la presencia de numerosas comunidades que han sido documentadas en hallazgos arqueológicos recientes[7]. También, el de Ancona nos deja entrever la debilidad  de la administración Song, en aquel momento presidida por la figura de l’emperador Du Zong, hacia el control de las tasas de los impuestos, no hay que olvidar que en aquel momento la desmembración del poder y la pérdida de control territorial de la dinastía Song era muy notable[8].

“Así entonces, hay una multitud tal de comerciantes que van arriba y abajo del río, que es difícil de creer si un no lo ve. A los bordes del río hay muchos almacenes con rejas de hierro en qué los comerciantes de la Grande India y otros lugares guardan sus mercancías. Pero los más grandes pertenecen a los sarracenos y a los judíos, y son como claustros dónde los comerciantes pueden proteger sus bienes, tanto los que venden como los que compran. Porque esta es una ciudad con mucho comercio, donde los mercaderes obtienen grandes beneficios, y además se trata de una ciudad y de un puerto franco, donde todos los comerciantes están exentos de cualquier exacción en forma de tributo o derecho, cosa que explicaré llegado el momento. Por lo tanto a esta ciudad llegan grandes cantidades de artículos de todas las regiones de Sining, entre ellas la tierra de los tártaros (el norte de la China) como las sedas de más buena calidad y otras cosas, y como que todos los comerciantes, ya sean grandes o pequeños, pueden encontrar la manera de incrementar su fortuna, los mercados de la ciudad son de una medida extraordinaria. En otros tiempos, los mercaderes que venían de la Grande India pagaban un cinco por ciento por sus cargamentos más valiosos, como los de perlas y piedras preciosas, oro y plata, por las especies entre un diez y un veinte por ciento y por las telas un quince, a menos que sus factores hubieran conseguido ganarse el favor de lo sciposo, porque así es como le dicen. Pero hoy en día todos estos impuestos han sido anulados, de forma que las mercancías pueden entrar y salir del puerto sin pagar nada[..] En cualquier caso, a esta ciudad acuden tantos comerciantes, francos, sarracenos, indios y judíos, y d’otras procedentes de Sining y de los pueblos y las ciudades de la provincia que durante todo l’año es como una gran feria, donde uno puede encontrar artículos de los lugares más remotos de la tierra. Pero sobre todo fabrican y venden ropas de seda de una calidad extraordinaria para los comerciantes extranjeros, además de muchos artículos selectas, y a nosotros nos compran especies, incienso, maderas, telas y otras cosas. En Zaytun se ven mercaderes procedentes incluso de Aragón o de Venecia, de Alejandría, o de Brujas de los flamencos, y también comerciantes negros e ingleses.”

Otro aspecto que Jacob d’ Ancona destaca con largas descripciones está relacionado con la sociedad que él se encuentra. Por un lado, hay que apuntar que sus descripciones están marcadas por la rigidez moral de quien se considera un recto practicante religioso. Un hecho que se deja ver cuando describe por ejemplo al emperador Du Zong[9]:

“A su reí, Touston, el denominado Hijo del Cielo del mismo modo que los cristianos dicen de aquel hombre que es el hijo de Dios, Dios los perdone, y le placen muy las mujeres, porque es un hombre lascivo al cual importa muy poco a la amenaza de los tártaros, y que tiene mujeres que lo sirven incluso cuando se baña. Sus ministros, el primero de los cuales se llama Ciasuto, gobiernan en nombre suyo”

Igualmente Jacob d’Ancona quiere dejar constancia de los diversos grupos étnicos que encuentra a su paso, describe la presencia de comunidades foráneas, especialmente la judía, de la que a lo largo de su relato dará diversas noticias. También, comenta varios aspectos de la sociedad china, los cinsci que él denomina. En este punto, muestra su propia visión del mundo, tamizada por la religión judía y de forma muy notoria, su desconocimiento[10].

Es una ciudad con un comercio inmesurable, y las calles están plenos de un increíble flujo y reflujo de hombres y carruajes. Además, como que es una ouang, que en su lengua quiere decir gran ciudad, sólo los cinsci o los hombres de conocimiento que hay entre los oficiales más importantes del Hijo del Cielo pueden gobernar la ciudad según su Ilei. En realidad, en este lugar hay una confusión tal de personas, y son tantas las cosas a observar, que no sé demasiada como plasmarlas con la pluma y el tintero. Así pues, en Zaitun hay tanta gente que es imposible saber el número exacto, aunque dicen que son más de doscientos mil, es decir, más que a la misma Venecia, alabado sea Dios. De hecho, a la zona habitada que compran la ciudad y los pueblos y pequeñas ciudades que hay alrededor hay tantos edificios y están tan juntos que parece una sola población, no bien la gente de la ciudad y la del campo viven del todo mezclados. Por otro lado, a la ciudad se sienten mil lenguas diferentes, porque son muchos los que vienen procedentes de otros países; por esto, como ya explicaré más tarde, entre los mancini hay gente que dominan la lengua de los francos y la de los sarracenos. De hecho, a la ciudad hay muchos tipos diferentes de cristianos, incluidos los que predican en contra de los judíos, así como, sarracenos, judíos y mucha gente diversa, todos ellos con sus templos, casas y barrios dentro las murallas de la ciudad. En estos barrios también hay hostales para cada uno de los grupos; dónde van a alojarse los cristianos y los sarracenos de nuestra flota. Con respecto a los judíos, son unos dos mil, y su templo, según nos dicen, tiene más de trescientos años. lo voy ir el primero sabat tras nuestra llegada, es decir el sabat Shofetim, acompañado de Nathan bien Dattalo, Eliezer de Venecia y Lazzaro del Vecchio, por poder estar entre mis hermanos y por dar gracias a Dios, adorado sea su nombre, por habernos llevado a puerto sanos y salvos. Allá rogaron por el reí Touston, porque los judíos tenían mucho miedo de la llegada de los tártaros. Así pues, en la ciudad de Zaitun viven personas de todas las tierras y sectas, Dios los salve, y a todos los esta permitido actuar según los dictan sus creencias.”

Finalmente, anotar que la marcha de Jacob d’Ancona coincide con la escalada en la inestabilidad social que la amenaza de la invasión mongola provoca. A lo largo, de su relato tanto él como miembros de la comunidad judía e incluso algunos comerciantes chinos con los que trata expresan miedo antes los acontecimientos. Anotamos una de las consecuencias de esta situación que provocará la marcha de Jacob d’Ancona el 1273 de China.

“El día 19 de Adar (21 de febrero de 1272) recibí un mensajero del noble Pitaco, acompañado del fiel Lifenli, que declaraba que las voces que habían hablado de la llegada de los tártaros eran falsas, pero que el pueblo estaba furioso y sentía un gran odio por los mercaderes que se habían dispuesto a recibirlos. Entre ellos, el mercader Anlisciu, que había muerto la noche antes en manos de una multitud indignada por su voluntad de entregar la ciudad a los mongoles. Algunos de los otras seguidores de Suninsciou, cuántos no se puede saber, van matarlos con la espada en medio de la oscuridad, Dios nos guarde.”

BIBLIOGRAFIA CONSULTADA

ADLER, E. N. (1983) Jewish Travellers in the Middle Ages. New York: Dover

BOULNOIS, L.(2004) La Ruta de la Seda, dioses, guerreros y mercaderes. Ed.Península

ELAZAR , D.L “Are There Really Jews in China?: An Update.” Dins Jerusalem center for public affairs. Daniel Elazar papers index. http://www.jcpa.org/dje/articles2/china.htm

FUWEIN, SH. (1996) Cultural flow between China and Outside world throughout history.FLP, Beijing.

GERNET, J. (2005) El mundo chino. Ed. Crítica

POLLACK, M. The jewish of Kaifeng. A The sino-judaic Institute http://www.sino-judaic.org/kaifeng.html

SELBOURNE, D.Ed. (2000) La ciutat de la llum. Barcelona: Ed. Empúries.

SHAPIRO, S. (2003) The Jews in Old China. Beijing:China Intercontinental press

SHOUYI, B.(2002) Outline history of China. Beijing: FLP

SIQUEIRA DE CARVALHO, M. (2001)  “Uma outra expressão do Divino: O Conhecimento do Espaço Geográfico pelos judeus na Idade Média e no Renascimento” en Mirabilia Revista de História Antiga e Medieval, nº 2.http://www.revistamirabilia.com/Numeros/Num2/judeu.html


[1] Este comentario se ha pasado en la edición :SELBOURNE, D.Ed. (2000) La ciutat de la llum. Barcelona:Ed. Empúries.

[2] BAINBRIDGE,O. (1907) The chinese jews.En The National geographic. Vol XVIII, nº 10 Washington.http://www.haruth.com/JewsChina1907.html

[3] STILLMAN, NORMAN A. The Jews of Arab Lands. The Jewish Publication Society of America; Philadelphia, 1979 (http://www.jewishvirtuallibrary.org/jsource/anti-semitism/omanjews.html

[4] Información extraída de ELAZAR , D.L “Are There Really Jews in China?: An Update.” En Jerusalem center for public affairs. Daniel Elazar papers index. http://www.jcpa.org/dje/articles2/china.htm Y también: POLLACK, M. The jewish of Kaifeng. A The sino-judaic Institute ( http://www.sino-judaic.org/kaifeng.html) y SHAPIRO, S. (2003) The Jews in Old China, Beijing:China Intercontinental press

[5] Se trata de la ciudad de Senigallia a la costa del Adriático italiano, en el norte de Ancona. Según Selbourne podría tratarse d’un pariente, puesto que será la persona que le proporcionará los mediados de transportes,alojamiento y dos criados durante su estancia a Quangzhou. SELBOURNE, D.Ed. Op. cit.p. 341.

[6] SELBOURNE, D.Ed. (2000) Op.Cit.p. 95-97

[7] GERNET, J. (2005) El mundo chino. Barcelona:Ed. Crítica, p. 334

[8] SELBOURNE, D.Ed. Op. cit.p. 96-97

[9] SELBOURNE, D.Ed. Op. cit.p. 99

[10] SELBOURNE, D.Ed. Op. cit.p. 100-101

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