Hace rato que Ian McEwan ha dejado de ser el niño terrible de las letras sajonas y, sin embargo, sigue siendo noticia. Incluso hoy más que nunca. Esto se debe no sólo a su calidad literaria, no vamos a poner en duda que la tiene y en cantidad, sino también a cierto reblandecimiento de la crítica. Es difícil considerar este fenómeno tan sólo como un cambio de paradigma en lo que a modas culturales respecta, más bien parece tratarse de una connivencia entre medios de difusión. Hoy en día, cuando la crítica tibia nos presenta a un autor que ha ingresado en su “madurez estilística”, poco falta para que observemos, en su producción literaria una notoria merma de aquellas pasiones que encendieron la juventud del mismo.

McEwan, quien supiera erigirse contra el paternalismo inglés en novelas como Jardín de cemento o Los perros negros experimentó, en sus “novelas de adultéz”, un viraje hacia las raíces de la literatura anglosajona. Esta decisión ante tódo estética, que comenzó tenuemente y matizó obras como Amor perdurable o Amsterdam,  avanzó en el terreno inerte del artilugio, marcando el acento victoriano de Expiación, para convertirse luego en la irremisible frivolidad de Sábado, sin lugar a adudas el punto más bajo de su carrera. Paradójicamente, o en realidad no tanto, éstos dos últimos títulos fueron los mejor recibidos por la crítica local y los más vendidos en nuestro país.

Cuando parecía que sus antiguos seguidores debíamos sepultar en el olvido las nuevas obras del viejo Ian, Chesil Beach llegó para salvarlo en parte, o al menos para darle un breve aliento.

La novela transcurre en los primeros años de la década del ´60, inmediatamente antes de los Beatles y la revolución cultural, y nos presenta la historia de dos jóvenes de poco más de veinte años, Edward y Florence, que siendo vírgenes, entienden el matrimonio como el ritual social de pasaje a la edad adulta que supo ser, y deciden afrontarlo juntos.

McEwan disecciona la construcción de la pareja manteniendo su pluma victoriana pero recuperando cierto énfasis, ciertos elementos que le dieron brillo en su juventud; Huelga decir, por ejemplo, que ámbos jóvenes son de distintas clases sociales y, por lo tanto de distintas realidades.

Amor, sexo e historia son los puntos en los que profundizará el autor al narrar la noche de bodas de Florence y Edward, en un hotel a casi dos quilómetros al sur de Abbotsbury, Dorset, con vista a la playa.

Chesil Beach está lejos de ser una obra maestra, como han afirmado muchos medios, mucho menos la novela definitiva del autor; sin embargo es un divertimento lúcido, lo que ya es algo en un paisaje por momentos tán árido como el de la narrativa sajona de este principio de siglo.

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Titulo: Chesil Beach

Autor: Ian McEwan

Traducción: Jaime Zulaika

Editorial: Anagrama

185 páginas

 

Sobre El Autor

Damián Blas Vives es actualmente es Director de Gestión y Políticas Culturales de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Entre 2016 y 2020 coordinó el Centro de Narrativa Policial H. Bustos Domecq de dicha institución y antes fue Coordinador del Programa de Literatura y editor de la revista literaria Abanico. Dirigió durante una década el taller de Literatura japonesa de la Biblioteca Nacional, que ahora continúa de manera privada. En 2006 fundó Seda, revista de estudios asiáticos y en 2007 Evaristo Cultural. Coordina el Encuentro Internacional de Literatura Fantástica y Rastros, el Observatorio Hispanoamericano de Literatura Negra y Criminal. Ideó e impulsó el Encuentro Nacional de Escritura en Cárcel, co-coordinándolo en sus dos primeros años, 2014 y 2015. Fue miembro fundador del Club Argentino de Kamishibai. Incursionó en radio, dramaturgia y colaboró en publicaciones tales como Complejidad, Tokonoma, Lea y LeMonde diplomatique. En 2015 funda el sello Evaristo Editorial y es uno de sus editores.

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