El colombiano Fernando Quiroz llegó una mañana de junio a nuestro país para presentarnos la historia de Vicente, un seminarista que, una vez sabiéndose traicionado por la congregación, decide abandonar el Opus Dei y retomar contacto con lo que queda de su familia, con una nueva realidad y con el amor, todo esto si se lo permiten los fieles seguidores de Escrivá de Balaguer.

Café y cigarrillos mediante, frente al cementerio de la Recoleta, Fernando Quiroz nos cuenta cómo su paso por el Opus Dei desembocó en Justos por pecadores, novela finalista del premio iberoamericano de narrativa Planeta-Casamérica 2008.

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¿Por qué elegiste este tema?

Yo creo que el tema me eligió a mí. Varios escritores que lo han dicho, ahora recuerdo a una escritora colombiana que se llama Laura Restrepo, que dice que escribir es una forma de exorcizar sus propios fantasmas. Yo creo que aún cuando escribes de temas que no tienen aparentemente nada que ver con tu historia personal, en última es la mirada que le das a un personaje o la manera como construyes una historia, ahí estás haciendo catarsis de alguna manera, te estás sentando un poco al diván. Y en mi caso, en este tema especialmente, los temas salen también de lo que te ha marcado de una manera muy fuerte. A veces una mala relación con el padre, una experiencia dolorosa del corazón, luego se convertirá en un tema, y en este caso pues fue algo brutal para mí, fue algo que me marcó mucho, que me hizo enfrentar muy joven a temas para los cuales no creía estar preparado, imagínate simplemente el debate sobre si existe o no Dios, el infierno, y sobre todo dos palabras terribles: la culpa y el miedo. De manera que este tema me marcó y yo siempre supe que algún día quería escribir sobre esto, pero que ya llegaría el momento porque dije ‘lo quiero hacer cuando pueda mirar lo que me pasó como si estuviera viendo lo que le sucedió a otra persona’. Si lo hubiera hecho antes, desde el rencor o desde el odio, yo creo que me habría salido un panfleto, y no era la idea.

Esto te lo debe preguntar todo el mundo, ¿cuánto hay de autobiográfico en tu última novela?

Hay bastante, aunque yo corrí con mejor suerte que el protagonista, sólo estuve un año en el Opus Dei. Todo esto tiene tres fuentes, una es mi propia experiencia en el Opus Dei, otra es la experiencia de mucha gente que ha estado en el Opus Dei mucho más tiempo que yo y me ha contado sus historias, y luego una investigación documental que realicé y durante la cuál conocí muchos otros casos. Sobre esta base real pues, esta historia de ficción. Pero sí muchos de los “secretos” que revela la novela y que aparecen allí, los conocí yo de primera mano, como el uso del silicio, de las espinas, el manejo que le dan a las relaciones de familia, en la cual cada vez lo van alejando más a uno de su familia biológica para meterlo más en esa familia que se llama Opus Dei…

La relación con la familia sanguínea y esta cuestión casi persecutoria que tienen, como las películas de sectas no amparadas por la legislación, digamos, ¿es tan así como lo marcás en el libro?

El tema con las familias sí. En cuanto al tema persecutorio, ahí hay un poco más de ficción. Ellos se ocupan sobre todo de algo, y es que todo lo que tú vives y lo que te pasa ahí, se queda ahí, de eso no hablas. Como en la película de María Luisa Bemberg, “De eso no se habla”; entonces de eso no hablas con tu familia biológica. Pero además, llegan a lo siguiente, por ejemplo: en ese año que yo estuve, tenía dieciséis años, una de mis hermanas se casó, y no querían dejarme ir al matrimonio de mi hermana, fíjate, ellos están muy pendientes de lo que pase en tu familia, si tienes un hermano que piensa distinto, o si tienes a alguien que de pronto pueda influirte, para que veas otras cosas del mundo, pues hacen todo el trabajo para separarte de ahí…

Es muy emotivo el reencuentro y es muy fuerte el personaje del padre. ¿Lo basaste en alguna experiencia tuya o es una ficción literaria?

No, eso es una ficción literaria. Pero lo duro que pasa es que hay mucha gente que sale de ahí después de muchos años y ha perdido prácticamente a todos sus amigos no pertenecientes al Opus Dei, de manera que, ¿adónde mira? Pues a su familia, que normalmente siempre seguirá habiendo un espacio. Y luego se encuentran con gente con la que los unen muchas cosas pero de las que dejó de enterarse durante tanto tiempo que es como si te hubieran secuestrado y luego hay un momento en que no quieres casi separarte para enterarte de todo lo que pasó y de cómo iba el mundo y las cosas durante ese tiempo.

Cuando presentás al personaje del padre, hablás de una lucidez que da la cercanía de la muerte, ¿te parece que es así, que la cercanía de la muerte nos da una lucidez especial, una sensibilidad diferente?

Yo creo que en muchos casos sí; eso se puede ver, por ejemplo, en las memorias de ciertos escritores… Te da una lucidez al menos respecto de ti mismo, ya lo que hiciste lo hiciste, ya hay muchas cosas que no puedes cambiar, pero al menos puedes tener claro si lo que recorriste era por donde te habría gustado, qué dejaste… porque hay una pregunta que nadie ha logrado responder a ciencia cierta, pese a que hay muchas teorías, y es qué pasa más allá. Entonces, de alguna manera la gente trata de ponerse como en orden consigo mismo, en paz consigo mismo, porque va a entrar a algo donde no sabe qué le espera…

Estuve leyendo que el Opus Dei ya se opuso a la novela, ya elevó alguna crítica…

Mira, en Colombia en una entrevista me enfrentaron con el Jefe de prensa del Opus Dei en Colombia, y estaban muy molestos. Dijo que la novela era una calumnia, que las cosas no sucedían como ahí se contaban, intentó negar incluso el uso del silicio, que es algo que durante muchos meses usé dos horas al día amarrado en un muslo, y me di látigos los sábados… En fin, si ellos quieren seguir negándolo que lo nieguen…

 

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Fernando Quiróz

Ahora, sistemáticamente cuando aparece una obra así, una novela, una película, cualquier manifestación artística de crítica, la Iglesia en seguida lo niega y esa negación, o ese voto en contra que levanta la Iglesia sirve como difusión de la novela, sistemáticamente sirve como prensa, ¿por qué pensás que siguen criticando este tipo de cosas? O sea, hay un punto en el que ellos tienen que saber que ellos mismos están favoreciendo la difusión, no hay nada más vendible que una prohibición…

Mira, al Opus Dei en particular, no le interesa que se sepa todo lo que allí sucede. Es curioso, a este hombre con el que me enfrentaron en radio lo que más el preocupaba, me pareció, al menos durante la entrevista, era que se supiera el uso del silicio, el uso de las disciplinas y hay cosas peores que eso mil veces, que es meterse a lavar el cerebro de jóvenes, como me sucedió a mí; a esa edad yo era un niño total… yo lo pienso hoy con mi hijo que tiene diecisiete años, a él no lo engañarían, creo yo, como me engañaron a mí, porque ya es otra generación y tienen acceso a la información, en fin, pero yo era un niño, un niño absolutamente ingenuo y a mí me fueron llevando… Y cómo han destrozado gente es algo que me impresiona, yo tengo, fíjate, de mi salón, de mi curso, que éramos treinta, más o menos, ocho terminamos en el Opus Dei, yo corrí con la buena suerte de salir en un año, pero me encontré una vez con uno, que era un hombre especialmente inteligente, y me conmovió mucho hablar con él porque él estaba en un proceso de salida, pero después de muchos años, y te hablaba todo el tiempo temblando, no se podía quedar quieto, todavía tenía como el temor de decirte lo que le estaba pasando, pero quería encontrar una voz amiga; estaba anulado, una inteligencia desperdiciada, no sé qué habrá sido de la suerte de él, espero que haya dado el paso de salida y esté ahora mucho mejor, pero es muy triste lo que pasa, y creo además que el Opus Dei le hace mucho daño a la Iglesia católica, ente otras cosas, porque mantiene prácticas que deberían estar eliminadas hace mucho tiempo. Eso por un lado, y segundo, porque pervierte la idea y el mensaje de la Iglesia católica, creo que le hace bastante daño. Ahora bien, lo que pasa es que incluso la Iglesia católica, -con excepción de los Jesuitas, al menos en Colombia, que me parece que son bastante liberales y están cuestionando muchas prácticas de la Iglesia-, me parece que la Iglesia está… a mí me molesta ver al Papa con esos zapatos rojos que usa… (risas). Estaba leyendo y escribí sobre esto para enviar desde acá a la revista para la que escribo semanalmente: un obispo en Italia que no quiso casar a una pareja porque el hombre había tenido un accidente de automóvil hace un par de meses y había quedado impotente, dijo que no los podía casar porque él no podía procrear, entonces yo digo, ¿qué están haciendo?, siguen alejándose… yo no sé para dónde van realmente…

Ahora te voy a hacer una pregunta que quiero que me respondas desde lo personal y no desde la Institución, ¿seguís siendo un hombre religioso?

No, yo soy lo que se podría llamar un agnóstico. Yo quiero tener respeto por las diferentes formas de pensar, ¿me entiendes? Siempre y cuando encuentre respeto hacia lo que uno piensa, todo por supuesto dentro de un marco de legalidad, hay cosas que no puedes respetar porque se salen de ese marco indispensable para la convivencia. No, aunque pertenezco a una familia absolutamente católica, no; no sólo no soy practicante sino que soy agnóstico.

¿Cómo es en este aspecto la sociedad colombiana?

Es una sociedad de raíces muy católica. Una sociedad que todavía conserva muchos manierismos del catolicismo, pero en realidad la gente se fue alejando de la Iglesia y creo que hay una amplia mayoría de agnósticos o gente que conserva una religiosidad pero que no tiene que ver con la Institución. Mira, te puedo dar un ejemplo, cuando mi hijo hace cinco años, varios años después de que lo hubieran hecho sus compañeros, un día me dice ‘Papá, yo quiero hacer la primera comunión’, le dije ‘Está muy bien, si quieres hacerla, hazla, pero te voy a decir algo, es muy común, acá en Bogotá, Colombia, que cuando el hijo va a hacer la primera comunión, entonces los papás, van a misa con el hijo los siguientes cuatro domingos, y lo llevan porque el hijo hizo la primera comunión, toca ir; después, van dos meses al mes, y luego de vez en cuando, o casi nunca, porque ni creen en eso ni les interesa, pero es una apariencia, como un formalismo. Yo quiero que sepas que si tú quieres hacerlo y tú quieres ir, lo respeto profundamente, pero tú sabes que yo pienso diferente y no esperes que yo vaya porque no lo voy a hacer’. Bien, él hizo la primera comunión un sábado, el domingo yo muy respetuoso le dije ‘Oye, es domingo, ¿quieres que te lleve a la Iglesia?’, ‘No, no papá, ya salimos de eso…’ (Risas).

 

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Hace un tiempo una de tus novelas se llevó al cine, ¿cómo fue tu relación con esa otra manifestación artística?

No sé, yo nunca quedo del todo satisfecho. Y no te voy a decir que no quedo satisfecho porque pretenda que la película sea fiel copia de la novela porque eso es imposible, son dos géneros emparentados pero diferentes, y yo sé que cuando se lleva una novela al cine hay que hacerle ajustes, matan algunos personajes y crean otros y hay temas que hay que acomodar a ese lenguaje, pero sí me parece que al final la película no ha sido del todo fiel; digamos que la historia conserva el espíritu de la novela durante la primera mitad, y creo que la segunda mitad la pervierte un poco. Ahora, lo que pasa también con esto es que es una novela que se llama Esto huele mal y que es la historia de un infiel, basado en un caso real además. Es un caso que conocí haciendo periodismo, un hombre que le dice a su mujer ‘Mira, esta noche me demoro porque tengo una reunión en el club con unos amigos’, y en realidad se va para donde sus amantes…

Y dinamitan el club…

Y dinamitan el club… (Risas) Y el hombre, que habría podido salir muy fácil del problema si cuando empiezan las llamadas y cuando él se entera de esto llama a su mujer y le dice ‘Oye, no te preocupes que al final cambiamos de lugar y nos fuimos a no sé dónde, estoy perfecto’… Pero no es esto lo que se le ocurre si no decir ‘Sí, esto fue terrible’, y de ahí en adelante tiene que engordar y engordar y engordar la mentira… (Risas) Entonces yo dije, ahí hay una novela. Pero luego en la ficción en todo esto también hay una reflexión sobre las relaciones de pareja y sobre su propia relación, y me parece que la película es más comedia, y eso no era cómico, era tragicómico, porque claro, yo sé que tenía elementos curiosos, porque un hombre engordando una mentira de esas es terrible, un hombre fingiendo que fue herido, desajustándose la ropa porque no podía llegar bien puesto a su casa si había pasado por eso, tenía que ver qué hacía con el carro y todo eso… Claro, yo sé que tiene muchos elementos cómicos, pero en el fondo hay una tragedia…

¿Te interesaría que otra obra tuya pasase al cine?

Sí me gustaría, pero nunca lo propondría. Nunca escribiría pensando en hacerlo para cine, y nunca la pondría “a la venta”, por decirlo así, o le diría a algún director, que tengo varios amigos directores, ‘Oye, ¿te interesa hacerla?’ No. Creo que tienen que venir de un director que haya visto ahí elementos que quiera llevar al cine. Pero sí, me da mucha curiosidad ver cómo reinterpretan los demás desde otras artes lo que uno hace.

¿Cómo es tu relación entre periodismo y literatura?

Mira, yo hice periodismo, empecé a hacer periodismo por una razón muy sencilla, yo siempre quise terminar en la literatura, siempre, pero supe que era un camino muy largo, y tenía que vivir de algo, entonces dije ‘quiero vivir de un oficio que me implique trabajar con la misma materia prima que la literatura’, más o menos, por hablar de las palabras y del lenguaje. Y empecé a hacerlo y me di cuenta de que además me daba disciplina, que el cuento de la inspiración no existe, sentarme a ver cuándo me llega la inspiración para escribir… no. Que había una disciplina y esa disciplina la gané para la literatura, en la cual yo me siento a escribir, cuando estoy en una novela, todas las mañanas, inspirado o no, porque jamás pienso que estoy inspirado, me siento a trabajar. Luego, lo que creo es que hay un momento en el que conviene tomar distancia del periodismo si quieres formar una carrera literaria., eso lo siento para mi caso, no sé cómo será para otros, porque terminas de pronto… Yo creo que a la literatura hay que consentirla, y en el periodismo muchas veces tienes que entregar a las cinco, o a la hora que te hayan puesto, y más hoy, ya no sólo tienes que hacer la nota para entregar a las cinco sino que tienes que dar un avance para la página de Internet a las once y además si puedes dar un avance para la televisión porque son ya holdings de medios que tienen todo… Entonces yo digo, ¿en dónde queda esa parte de consentir las palabras, de sentarte un rato en calma a pensar? Así pues, al menos en mi caso sí, ya vi que había que tomar distancia, y eso es lo que hice; yo escribo crónicas de vez en cuando para una revista, mantengo una columna semanal, pero me tomo mi trabajo con todo el profesionalismo y toda la disciplina que aprendí del periodismo, pero juego con las palabras, porque nunca quisiera que escribir se me vuelva una tortura pues no lo hago más, para mí es un placer hacerlo y parte del placer está en poder tomarme el tiempo para ver cómo evoluciona lo que quiero. Ahora, respecto a los premios, son curiosos; para empezar, los premios incomodan a muchas personas. Los críticos afilan las uñas cuando ven que hay un premio. Yo sé que hay muchos que dicen ‘Vamos a ver en dónde está el error, para señalarlo’. Luego, algunos colegas empiezan a decir, ‘Este se nos saltó unos escalones…’. Y luego hay muchos lectores que saben, o que creen saber, que los premios tienen un componente comercial, ¿entiendes?, y que normalmente se tratará de premiar algo que además venda. Y en esto se pueden hacer a veces muchas concesiones nocivas porque no siempre lo que se vende es lo mejor y yo creo siempre que por cada novela premiada debe haber muchas de poquísimoS lectores que deben ser maravillas por descubrir, estoy absolutamente convencido de eso…

¿Cuál es tu sistema de trabajo?

Yo trabajo prácticamente en horario escolar. Me acostumbré a eso cuando vivía en Argentina. En las mañanas me levantaba, me bañaba, llevaba a mi hijo al colegio y regresaba a casa a escribir toda la mañana. Me gustó y lo conservo. No me gusta escribir de noche porque siento que ya aflora el cansancio, o que ya tienes otras distracciones, por las mañanas me siento absolutamente despierto, me tomo un café, no tengo afán de nada, nadie molesta, a esa hora casi nadie llama por teléfono, y es cuando siento que tengo más energía para hacerlo, de manera que soy matutino para escribir.

¿Producís una cantidad de páginas por día?

No. Uno más o menos mantiene el mismo ritmo, pero hay días en los que avanzas un par de párrafos y hay días en los que avanzas un par de páginas. Yo escribo normalmente cuatro horas, y hay días en los que no te das cuenta y ya van cinco horas pero te sientes muy bien y estás enganchado y quieres seguir, pero no me preocupa mucho la cantidad que logre producir…

 

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¿Sos de corregir y de pulir mucho?

Yo procuro, y ahí vienen también otras herencias del periodismo, escribir con las palabras con las que hablo, y me molesta cuando a veces la gente al escribir una palabra de uso común y además perfectamente aceptada por la Academia, le busca un sinónimo rebuscado para tratar de demostrar cierto…no sé… Tenemos un lenguaje hermoso, escribo siempre con el diccionario de la Real Academia al lado, pero ¿para qué rebuscarse si están las palabras que todo el mundo entiende ahí, a la mano? Eso por un lado, y por otro, aunque te digo que me gusta consentir el lenguaje, tomarme el tiempo que necesito para una frase, en fin… a veces siento como si lo que hiciera cada día se lo tuviera que entregar por la noche al editor y ya no pudiera verlo más, por su puesto que lo voy a ver después, por supuesto que luego encontraré algún adjetivo que en su momento me gustó pero ya no y lo cambio, y luego encuentro contradicciones en la misma historia, -esto pasa, empiezo algunas simplísimas, este personaje estaba acá vestido de esta manera y acá no cuadra, hay cosas que ajustas-, pero no me gusta hacer las cosas por salir del paso, así las tenga que hacer rápido, como en el caso del periodismo… De manera que lo hago como si ya no pudiera verlo más, no soy capaz de pasar a lo siguiente si no siento que lo que hice quedó más o menos como quería que quedara, aunque sé que luego tengo la oportunidad de re-trabajarlo…

¿Cómo ves la literatura Latinoamericana hoy?

A mí me gusta lo que está pasando… Y yo creo que en buena parte se debe a una distancia favorable con el Boom. Fíjate por ejemplo que en el caso colombiano la generación que viene inmediatamente después de García Márquez es una generación que se siente opacada por esta imagen inmensa de García Márquez, y ellos se quejaban, algunos han muerto ya, era un momento en el que incluso algunos decían ‘Habrá que intentar escribir realismo mágico, habrá que irse para el otro lado…’, se sentían perturbados. Y yo creo que eso ha pasado en otros países también, con los representantes locales del Boom. A esa generación en Colombia incluso algún crítico alguna vez la bautizó como la “generación olvidada”, y ellos se sentían muy mal con esto, entonces le cambiaron el nombre a la “generación recobrada”, después en algún momento, en fin, pero siempre había una referencia directa a lo que pasaba con García Márquez… Yo pienso que los de mi generación, al menos los que conozco -y conozco bastantes- no he oído a ninguno que se queje de que se sienta opacado por García Márquez o que se perturbe por ese tema. Yo creo que lo leemos, y en general al Boom, como a los clásicos, a García Márquez lo leemos como si hubiera muerto hace cincuenta u ochenta años, a mí no me preocupa para nada, absolutamente. Cuando me preguntan qué género es mi novela yo digo que no tengo la menor idea, porque también me parece que en América Latina se están borrando esas barreras de los géneros y eso me gusta, o sea, tu novela es urbana o es intimista o es romántica o es negra y luego es que encuentras muchísimas novelas que son todo al mismo tiempo, o que tienen elementos de todo y me parece buenísimo que sea así.

¿En este momento estas trabajando en alguna idea nueva o estás dedicándote a esta gira de presentación?

Sí, estoy dedicado a la gira, pero igual uno nunca se puede quedar quieto, y estoy en una parte de la escritura que me gusta mucho que es un etapa que sucede en la cabeza y en libretas de apuntes, y estoy dándole forma a un personaje que todavía no sé muy bien qué me va a pedir, eso me divierte mucho hacerlo y a veces aprovecho también los tiempos de aeropuerto o de café para pensar en ese personaje, pero no sé muy bien todavía para dónde va.

 

Sobre El Autor

Damián Blas Vives es actualmente es Director de Gestión y Políticas Culturales de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Entre 2016 y 2020 coordinó el Centro de Narrativa Policial H. Bustos Domecq de dicha institución y antes fue Coordinador del Programa de Literatura y editor de la revista literaria Abanico. Dirigió durante una década el taller de Literatura japonesa de la Biblioteca Nacional, que ahora continúa de manera privada. En 2006 fundó Seda, revista de estudios asiáticos y en 2007 Evaristo Cultural. Coordina el Encuentro Internacional de Literatura Fantástica y Rastros, el Observatorio Hispanoamericano de Literatura Negra y Criminal. Ideó e impulsó el Encuentro Nacional de Escritura en Cárcel, co-coordinándolo en sus dos primeros años, 2014 y 2015. Fue miembro fundador del Club Argentino de Kamishibai. Incursionó en radio, dramaturgia y colaboró en publicaciones tales como Complejidad, Tokonoma, Lea y LeMonde diplomatique. En 2015 funda el sello Evaristo Editorial y es uno de sus editores.

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