Marcelo Monzón nació en la Capital Federal, en 1963 es Lic. en Relaciones Internacionales, escritor. Fue editor responsable de ensayos e investigaciones de la ONG Unión Latina en el Mundo, sobre la cultura latina en el mundo y en la Argentina, que fueron publicados por Ediciones del Signo. Como funcionario de gobierno ha representado a la Argentina en el Comité Técnico del Mercosur Educativo. Publicó “ángeles en diecisiete”, poemario haiku. Obtuvo el premio, junto a otros poetas, del concurso Poesía en el Subte, organizado por el diario La Nación, Subte de Buenos Aires y Ediciones de La Flor. Tradujo artículos de política, de cultura y literatura del italiano e inglés. Participó de los talleres y seminarios de Osvaldo Gallone, dictados en la Biblioteca Nacional. Actualmente participa del taller de narrativa de Guillermo Saccomanno.

Apartándose del mundo del haiku y de la poesía, géneros que cultiva con soltura, Marcelo Monzón se ha internado con idéntica solvencia, en los últimos tiempos, en el difícil terreno del relato breve, e incluso del microrelato. A continuación ofrecemos cuatro ejemplos hasta el momento inéditos de éste, su nuevo material.

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Hora

Y dieciocho en el reloj del living. Está en puntas de pie sobre la silla. Luego apoya la planta de uno, mientras que con el otro golpea fuerte al respaldo. Y veinte, casi.

 

Bicho

No tuvo el increíble despertar de Gregorio Samsa. Tampoco el de Chuang Tzu, que luego de un sueño se preguntaba si era una Mariposa o Chuang Tzu. No hubo nada particular aquella mañana. Tan sólo una mujer a su lado, diciéndole al oído: “Qué bicho raro que sos”.

 

Quién llega primero 

El verano termina con agua. La lluvia ablanda las calles de tierra y aumenta el caudal de las cunetas. Del puerto de mi casa, en una esquina, zarpa un barco. Es de papel de diario. A estribor muestra una foto de Cámpora haciendo la “V”. El recorrido es largo, tiene que navegar hasta la otra esquina. Entonces planteo un desafío, que llegue sano y salvo o si no vuelvo a casa y no salgo hasta mañana. Pero, tengo miedo de que las gotas lo destruyan. Como el pasto crecido de la orilla y la basura que flota amenazan con frenarlo, cada tanto lo empujo con una ramita para que siga su camino. Unas veces lo soplo con fuerza, otras lo remolco con algún grito de aliento. Voy y vengo, salto la cuneta de una orilla a la otra. En uno de los saltos me resbalo y caigo. Mis manos, se cortan con unos vidrios de botella de vino. La sangre brota como una canilla y enseguida se mezcla con el barro que tengo en mis brazos y ropas. Mis lágrimas, también. Vuelvo a casa. Mientras camino estoy tentado de mirar atrás para saber si llegó bien, pero mis ojos no se despegan de mis manos.

 

Recuerdos

Una habitación oscura, el rumor de un vestido, un beso equivocado. Recuerdos que se deshilachan en la memoria de un ex oficial del ejército zarista, de lentes y patillas como lince en una celda de Krasnoyarsk.

 

 

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