Kirchnerismo: Una controversia cultural, recrea y analiza las condiciones en que surge lo que hoy llamamos kirchnerismo, a la luz de los primeros escritos que lo identificaron como un avatar político novedoso. Se pasa revista al modo en que notorios periodistas críticos evalúan la producción kirchnerista, y se considera de qué manera la vida intelectual argentina en su conjunto fue alcanzada por el debate sobre la autenticidad o la condición «sofística» de este capítulo presente del drama nacional. Se examinan en forma cuidadosa y polémica las intervenciones en este debate de Nicolás Casullo, Horacio Verbitsky, José Pablo Feinmann, Ricardo Forster, Torcuato Di Tella, Pino Solanas, León Rozitchner, Beatriz Sarlo, Tomás Abraham, Eliseo Verón, Martín Caparrós, Norberto Galasso, Jorge Altamira y David Viñas, entre otras miradas del escenario cultural argentino, que como parte de una historia de largos debates se sintieron llamadas a opinar «cum grano salis» sobre el momento actual, posibilitando el ejercicio de esta no ingrata pero sí arisca filosofía del presente.

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Decís que “Este es un libro de crítica, algo que sólo sale del acervo anímico general de los seres insatisfechos. ¿En qué momento un intelectual se sentiría plenamente satisfecho?, porque, al no alcanzarse esa plenitud, siempre quedaría un margen o una cuota de insatisfacción. ¿Cómo se mide el debe y el haber, para determinar, o para justificar, un estado anímico tanto de satisfacción como de insatisfacción transmisible a la sociedad, en materia política?

Reconozco que no hay mediciones posibles para tales estados de ánimo. La noción de “estado de ánimo” es lo suficientemente vaga –es esencialmente una idea literaria-, como para que se pueda fijarla a momentos muy determinados de una biografía. Sin embargo, de alguna manera hay que calificar los sentimientos básicos que están asociados a la vida política o cultural. De ahí que no me parece inadecuada la idea de asociar la condición intelectual a una suerte de permanente insatisfacción. Lo insatisfactorio es fuente de utopía, reparación y animación constante a no desfallecer en los compromisos. Creí poder interpretar el kirchnerismo en el sentido más amplio de la expresión y quizás más allá de lo político –aunque sé muy bien que estamos ante un proyecto político-, como un estado de disponibilidad de los sentimientos genéricos de cambio, vistos con gran plasticidad y aptitud para sorprenderse por la multiplicidad de la realidad. De esta forma, antes que un programa político –que por supuesto lo es- el kirchnerismo podría interpretarse como una conciencia permanente de la insatisfacción colectiva y de cómo repararla.

En el primer capítulo reflexionás sobre “El político y sus poderes”; sobre las tensiones; la conciencia; la virtú; la astucia; el orden y el desorden; el dinero y las armas; el carisma, etc. Así llegamos al Peronismo trazando un paralelo con el Radicalismo, para ver si existen diferencias reales en la relación con el poder; con la búsqueda del poder y, fundamentalmente, en lo que hace al ejercicio del poder. ¿Qué dirías al respecto? ¿Podrías sintetizar en un gráfico imaginario las características distintivas de ambos fenómenos políticos?

Es habitual señalar las diferencias y disparidades del peronismo con el radicalismo. Este es un capítulo muy conocido de las memorias políticas argentinas. Si vamos al yrigoyenismo, ya aparecen algunas similitudes, aunque tampoco conviene exagerarlas. Lo cierto es que una manera historicista argentina, muy influida por el jauretchismo, invocó al yrigoyenismo como un antecedente del peronismo. Esta invocación no ha perdido su interés. En cuanto a las figuras clásicas de la fortuna y la virtú, Perón está más cerca de ellas, por sus lecturas formativas, aunque desde luego, tamizadas por comentaristas indirectos y textos pedagógicos diversos. Llamó “conducción” a ese interjuego clásico de fortuna y virtú.

¿Puedo pedirte una reflexión sobre: Ejército, Iglesia y guerrilla “en democracia”?

Una palabra del dominio común de lo político corriente –como la palabra democracia- aunque tiene antecedentes milenariamente ilustres, puede alterar de un modo u otro el cuadro de las instituciones. En el caso de los tres ámbitos en los que se formula la pregunta, podemos decir que recién en esta época se puede pensar en un Ejército de la democracia, interesado en cuestiones científico-técnicas y de derechos humanos. En este caso, se trata de una gran elaboración a escala civilizatoria, que aun está en curso en la Argentina, y será una de las bases del gran experimento democrático que estamos atravesando. La Iglesia no es la de la dictadura, desde luego, pero su papel actual concentra esfuerzos muy duros para obstaculizar las necesarias modernizaciones en la esfera de la convivencia y el derecho familiar que son necesarias en la Argentina.

Aclaro que tampoco me parece que esas reformas necesarias de las éticas sociales de organización de la vida cotidiana, deban atenerse a un programa meramente racionalista o cientificista respecto a las visiones del mundo y la existencia colectiva. Símbolos, mitos y creencias de todo tipo son lo suficientemente relevantes y potentes como para que cualquier proyecto reformista de la vida social, deba tenerlos en cuenta y dialogar con ellos adecuadamente. Allí veo una tarea futura que nos incumbe a todos, y motivo de reflexión para los sectores más sensibles de la Iglesia, que en la Argentina han tenido siempre una voz importantísima. En cuanto a la guerrilla, deja una estela trágica en la historia argentina. Juzgarla es oficio de una nueva imaginación política, que habrá que construir.

 

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Horacio González

¿Qué reflexión te merece el discurso propone la oposición en comunión con los de la década del `70 que abrieron las puertas de un genocidio? Me refiero a declaraciones como las de Llambías (“…El sucio trapo rojo que quieren enarbolar como bandera”) o Elisa Carrió y Duhalde que celebraron el fallecimiento de Néstor Kirchner.

En aquella época algunos políticos interpelaban al oficialismo de entonces por incorporar ex policías antes apartados de las fuerzas por delitos graves y relacionaban esas incorporaciones con el accionar de la Triple A, entendiendo que esos efectivos se sumaban a las formaciones especiales. ¿Imaginás algún tipo de relación entre aquella realidad de los `70 y la Metropolitana del “Fino” Palacios, Ciro James y cía? ¿Deberíamos preocuparnos o restarle importancia a todo esto?

Un momento dado del presente siempre es sobrevolado por espectros del pasado. En la Argentina hubo una gran conflagración para la que todavía no hay un nombre cierto. Los militares hablaron de “guerra sucia”, quizás a modo de autoabsolución. El periodismo habla de “años de plomo”. Esos años, en esencia, están sometidos a un gran debate, del cual puede decirse que la sociedad argentina sigue acompañando con su apoyo la realización de los juicios por delitos de lesa humanidad. Al mismo tiempo, reaparecen sectores que intentan esgrimir el fantasma de la guerrilla o de la subversión, como el caso actual del discurso de Duhalde. Lo hacen con un propósito ligado a producir un retroceso en esta difícil pero ya madura democracia argentina. En mi opinión, la generación de los 70 debe ser valorada por los impulsos generosos a la militancia, pero todos deben hacer esfuerzos superiores para que no vuelva a suscitarse una espiral de violencia, de la que siempre salen desfavorecidos los sectores que inician su compromiso político con banderas idealistas, tan enérgicas como candorosas. En cuanto a lo que haya que agregar sobre la época, es evidente que no hay porqué cerrar el debate sobre las demasías políticas de los grupos insurgentes, parecidas a aquellas sobre la cual advertían los proverbios antiguos, aludiendo a aquellos a los que “los dioses quieren perder”.

Conocido ya el resultado de las internas abiertas, obligatorias y simultáneas del 14 de agosto; ¿Qué opinión te merece la postura del electorado frente a estas dos candidaturas (Carrió y Solanas) en comparación con la de Jorge Altamira? ¿Cuál sería el destino inmediato del Proyecto Sur, de la Coalición Cívica y del Partido Obrero?

Elisa Carrió fue un producto de los medios de comunicación, que precisaban una expresión pontificial de cierto atractivo, con toques proféticos y enigmáticos. Su momento culminante fue en los medios y su caída fue atroz; los medios no se sentirán culpables de ello pues solo dieron escenarios, prendieron las luces y entregaron los cosméticos. El teatro no se responsabiliza del mal paso de sus marionetas. A Pino lo considero un gran artista y un tribuno con voz propia y destacada. Su toque esencial es de raigambre scalabriniana; los mismos temas, cierta inflexión polémica, la lucha a veces solitaria, la denuncia con clamores que se sospecha que no serán escuchados.

A mi juicio, esos enormes valores que siempre he respetado y a los que sigo tributando amistad, no eran incompatibles con los planteos del kirchnerismo. Ambos se habrían beneficiando mutuamente con un recorrido común, y parte de las graves cesuras políticas argentinas se deben a estos desentendimientos que aun no aprendimos a evitar.

Veo que el partido de Pino tanto como el PO, quizás más éste último, son una veta insoslayable del juego democrático en el país. En esta frase pongo mi esperanza de una democracia más profunda e imaginativa en la Argentina.

La polémica Norberto Galasso –Jorge Altamira: ¿Desde qué lugar sentís que habla cada uno de ellos? y ¿quién ofrece en este momento tan particular el aporte más valioso?

Desde el punto de vista de mis tradiciones políticas estoy del lado de Galasso; pero en la medida que mi curiosidad política me lleva a tratar de entender todas las militancias, sigo con interés las vicisitudes de la izquierda en general. Galasso es un gran publicista, heredero de Jauretche. En las artes polémicas, Altamira también se destaca como cultor incisivo y no desdeña ninguna alternativa comunicacional, incluso las que cualquiera de nosotros naturalmente rechazaría.

Tu libro presenta una galería de pensadores públicamente enfrentados (fiscales y defensores del kirchnerismo) ¿Podríamos detenernos en Nicolás Casullo y en David Viñas e imaginar un breve cruce de opiniones entre ambos, oficiando vos de moderador proponiendo el tema? Por ejemplo, el resultado del 14 de agosto. ¿Te animás a pensar qué dirían?

Fui muy amigo de Nicolás, con el que no me privé de ardorosas discusiones, y de David también, aunque era de otra generación y nunca fue fácil hablar con él. Peronismo, literatura, izquierdas y militancias, éticas del escritor y del militante, fueron siempre los temas que traté con ellos. La ausencia de ambos pesa hoy; los dos tenían una gran sensibilidad popular, David desde su gran retórica, no sin inflexiones jauretcheanas, y como hombre de izquierda independiente que se lanzó a un gran proyecto de reescribir la historia argentina, en una escala que no envidiarían Alberdi o Deodoro Roca. Nicolás con su peronismo cortazariano, con amores por los finos decadentismos vieneses y su arrebatada intuición culturalista, trazando grandes panoramas de ruptura en los grandes flujos de la civilización. Cualquier hecho lo analizarían fuera de un cuño periodístico, y al 14 de Agosto podrían adicionarle la mención a Walter Benjamín uno, o a Lisandro de la Torre el otro.

 

Sobre El Autor

Damián Blas Vives es actualmente es Director de Gestión y Políticas Culturales de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Entre 2016 y 2020 coordinó el Centro de Narrativa Policial H. Bustos Domecq de dicha institución y antes fue Coordinador del Programa de Literatura y editor de la revista literaria Abanico. Dirigió durante una década el taller de Literatura japonesa de la Biblioteca Nacional, que ahora continúa de manera privada. En 2006 fundó Seda, revista de estudios asiáticos y en 2007 Evaristo Cultural. Coordina el Encuentro Internacional de Literatura Fantástica y Rastros, el Observatorio Hispanoamericano de Literatura Negra y Criminal. Ideó e impulsó el Encuentro Nacional de Escritura en Cárcel, co-coordinándolo en sus dos primeros años, 2014 y 2015. Fue miembro fundador del Club Argentino de Kamishibai. Incursionó en radio, dramaturgia y colaboró en publicaciones tales como Complejidad, Tokonoma, Lea y LeMonde diplomatique. En 2015 funda el sello Evaristo Editorial y es uno de sus editores.

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