Susana es una mujer libre, una poeta libre, y en cada bocado de sus palabras se aprende a ser libre con ella. Susana es lenguaje y es espejo del lenguaje. Nos encontramos con ella un viernes por la tarde, cuando la ciudad casi milagrosamente cede de a poco en su estrepitoso ruido, y cae sobre ella un aura de naturaleza, de cielo en su esplendor. Y en ese silencio mágico que se produce entre los que conversan, nos encontramos también fuera de lo común.

Susana nació en Buenos Aires, 1957. Creó y dirigió la Casa de la Poesía del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y el Festival Internacional de Buenos Aires en 1999, y en 2000 la Casa Nacional y el Festival Internacional de Poesía del Gobierno de la Nación. Actualmente dirige La Casa de la Lectura, que pertenece a la Dirección del Libro y Promoción de la Lectura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Ha publicado Oficiante de sombras (1982); Clínica de Muñecas (1986); Susy, secretos del corazón (1989); Matar un animal (1997); Caminatas (1999); Plegarias (2002). Además, Susana es periodista y dramaturga. Recientemente, para sorpresa de ella quizás, recibió la Beca Guggenheim 2011 para la Creación, en Poesía.

Para comenzar, dos citas de Matar un animal: “Desenfundar / es una decisión de la mirada” y “Desenfundar al fin / cuando sucede / te deja nuevamente fuera / o dentro, / según cómo lo mires”. ¿Dirías que la poesía tiene la capacidad de desenfundar?

Ahora, cuando uno ya está afuera de un poema, es muy difícil volverse a meter en toda la mitología que armó para ese libro. Con lo cual, no sé si ahora ya, Matar un animal es del ’95, no sé si puedo volver a tomar ahora la alegoría del desenfundar. En aquel momento, tenía que ver con que veía que la figura del asesino estaba tomando un protagonismo muy raro; fue cuando empezaban los thrillers, los diarios empezaron como a ser muy nutridos con la parte de policiales, era muy interesante. Me llamaba la atención eso, y justo leí unos ensayos de Baudrillard, que hablaban de que el asesino se convertía en el único héroe, porque era el único que tenía una pasión, una cosa muy rara. Entonces, el libro ese toma un poco de eso, toma obviamente las resonancias que quedaron del proceso acá, que había asesinos sueltos por todos lados. Yo por las dudas no quería hacer que la poesía quedara tan pegada al simbolismo de las armas pero uno podría decir “la poesía es un arma cargada de futuro”. Pienso que el lenguaje es un arma poderosísima, y la poesía lo utiliza en su máxima expresión. Creo que la poesía para mí es afilar el lenguaje, utilizarlo de un modo que vuelva a adquirir un peso muy fuerte, y que vuelva a llevarte a otros lugares.

Recién hablabas de Matar un animal haciendo un poco de referencia al proceso, una cita tuya dice: “todo es memoria / en perpetuo movimiento”. ¿Qué lugar tiene el olvido en la poesía? ¿De alguna manera escribir es una forma de la memoria?

Me parece que la poesía tiene otra forma de memoria, deduzco que es una forma en la cual el tiempo normal no corre cuando estás escribiendo. Me parece que no es una memoria en el sentido de decir “ah, bueno, el pasado, el futuro”. Porque también están en la poesía cosas que tienen que ver con la memoria colectiva de la humanidad, y que uno las tiene ahí, no sabés ni cómo, las tenés como mitologías en la cabeza, o en las formas del deseo, o…

Una herencia.

Sí, y también formaciones culturales, cómo se fue armando la idea del deseo que se tiene hoy en día, que no era la que yo tenía antes. Eso, creo que uno tiene un montón de capas, de un montón de cosas de eso, no sólo psicológicas, formaciones culturales, mitologías privadas, mitologías sociales. Entonces me parece que en el momento que escribís poesía está abierta la puerta para que eso fluya y aparezca como mezclado con otras cosas; y pienso que está impregnado en el lenguaje y justamente por eso, quizás utilice el lenguaje de las armas, porque cuando escribí Matar un animal investigué revistas de cazadores, revistas de coleccionistas de armas que tienen todo un lenguaje propio. Entonces, pensé ¿qué pasa con lo que se impregna en el lenguaje? ¿Se hace natural por decirlo? Ese tipo de memoria me interesa.

Villalba

Susana Villalba

En el blog “Las afinidades electivas” escribís acerca de tu poética: “Mi poética es sobre todo salir del lenguaje común, porque creo que el lenguaje es organizado por los mecanismos de poder, liberar el lenguaje es liberarse y liberar.” ¿Cómo trabajás y sentís tu liberación y la liberación del lenguaje en vos?

No tengo un método, no lo hago conscientemente, no es que me siento y me digo “a ver, voy a hacer ahora…”, no. Lo que hago es no escribir siempre, porque hay días en que uno está en lenguaje común (risas), y en día común y todo común, desde que te levantás hasta que te acostás: sos común, y trabajás y vas a hacer tus cosas y qué se yo. Y tengo, en cambio, momentos, si vengo con alguna idea hace rato, pensándola, y dándole vueltas, la dejo ahí que madure en la cabeza alguna cosa, por ahí empiezo diciendo: “ah, escribiría sobre los asesinos, sobre las armas”, y lo dejo dando vueltas en la cabeza y por ahí leo revistas de armas, leo noticias policiales y todo eso lo voy dejando y en algún momento me viene alguna frase, que viene con un tono, y ahí siento que es otra cosa, que está viniendo un tono, sobre todo, para empezar, que es el tono de un poema, lo escucho y me siento a escribir y, generalmente, salen como torrentes, sale todo un fragmento y lo dejo así, que salga como viene, tal cual como viene, incluso con su propia gramática, que a veces viene con esa gramática torrencial que a veces tengo. Al principio creo que lo que hago es dejar que muchas cosas que voy teniendo en la cabeza abran alguna puerta al lenguaje, y me siento a escribir cuando está abierta, cuando siento que esa puerta está abierta.

¿Corregís mucho después?

Mucho no. Sí lo miro varias veces, pero por ahí así como está me convence bastante, puede ser que le cambie alguna palabra pero es raro que saque mucho. Si tengo que sacar mucho es que no me gusta y lo tiro todo, eso sí me puede pasar, que vea alguna cosa y diga no, al final, pero emparcharla ya no sale. O lo dejo bastante parecido o no, o lo desecho. Eso en general. Y ahora, lo que estoy escribiendo ahora, lo nuevo como son cosas muy cortas, corrijo más porque son muy pocas palabras entonces ahí sí tenés que elegir una que sea muy precisa.

En un poema de Caminatas, “Muñeca”, aparece una relación entre escritura y destino: En la línea de la mano / la escritura / es un destino.” ¿Creés que hay algo del destino en la escritura?

Yo creo un poco en el don, en la inspiración. Creo en el don, en que uno nace con un don, como otros con otros. Escribo de muy chica y no sé por qué, y creo en la inspiración. En cuanto a que se relaciona con el destino, digo porque en “Muñeca” está dicho más con ese sentido, el destino de escritora, el destino de ser poeta; me parece que se refiere a eso y a la relación con el destino en general. Hay algo trágico o lo que estoy escribiendo ahora, trágico en el sentido de que el ser humano tenga algo tan genial como el lenguaje y como la inteligencia y sin embargo no deje de ser tan brutal como los animales, y egoísta… Entonces me parece que todo es un destino, sí, algo del destino de la humanidad, no sé, porque por lo visto no se ha cambiado después de siglos. Me parece que la poesía surge de esa fatalidad, de ese dolor, de esa grieta, de ese lugar que ese lenguaje te podría propiciar. Al final el lenguaje no te sirve para entenderte con nadie, digo a grandes rasgos, no sirve para parar una guerra, no sirve para que haya menos pobres porque no sirve para que alguien entienda de alguna manera con lenguaje que no debería explotar a la gente.

Es como una desilusión, una tragedia que tiene que ver con la desesperanza.

Yo me río, pero la verdad es que con mi libro Plegarias, la gente me dice “ay, no lo puedo leer mucho porque me pone muy triste” (risas)

Volviendo un poco a lo que comentaste antes, de que comenzaste a escribir desde muy chiquita, nos preguntamos también si te acordás qué fue lo primero que leíste que te abrió el corazón, tus primeras lecturas.

Sí, me acuerdo muy patente, por ahí alguna vez ya lo conté. En la casa de mis padres había libros buenos y yo encontraba libros de poesía, o novelas de Faulkner (que, en ese momento, Faulkner era un best seller), cosas así. Entonces descubrí uno que me llamó la atención que se llamaba Los titanes de la poesía universal, y los titanes eran los más grandes de la poesía. Ahí estaba Baudelaire, entre otros grandes poetas, muchos españoles, y me acuerdo que me impresionó mucho un poema de Lugones, que ahora buscándolo era “La montaña de oro”. Y leí algo, eso en cambio no he podido encontrar qué era, debo haber hecho una mezcla de cosas de distintos poetas, pero leí algo sobre la bohemia. Entonces, el primer poema que escribí, cuando tenía 10 años, habla de mi deseo de ser bohemia (risas). Entonces con el tiempo yo quise ir a buscar qué había entendido a esa edad, que había entendido que era bohemia, y no lo encontré, encontré una mezcolanza de poemas. Uno posible era uno de José Santos Chocano que era muy malo sobre la bohemia, y otro, quizás era de Lugones. Pero algo entendí acerca de la bohemia, relacionándola con el poeta, con la noche, los sueños.

¿Y sos bohemia?

Sí… qué se yo, no sé si entendí todavía lo que es la bohemia.

Hablando de bohemia, pensando en poetas, hay una cita en “Plegarias” que dice: “No te condena el testimonio / de tu experiencia / sino el fracaso / porque decís finalmente / tuve que dejar / mis huellas”. ¿Cómo pensás la consolidación de un poeta? ¿Y la tuya? En contraste con el fracaso, ¿qué significaría un éxito sin dejar huellas?

Lo que pasa es que yo no pienso mucho en la consolidación ni en el éxito. Primero hay tan poco lugar para la poesía acá que nuestros éxitos son tan pequeños que francamente no vale la pena estar detrás y estar peleándose con otros; así que eso no lo tengo en cuenta. Sí me molesta mucho cuando se hacen como clichés sobre la poesía y te ponen en lugares determinados, como por ejemplo eso de que los poetas sólo somos bohemios pero no somos ninguna otra cosa o que somos los más erráticos, los más descolgados. O, en cierto momento, a partir de los ’90 yo siento que se impuso solamente una línea de poesía, que es justo la contraria a lo que escribo yo, un tipo de poesía por ahí muy realista, o muy minimalista. Y está todo bien, a mí también me pueden gustar algunos y otros no, pero me molesta cuando se instaura el “eso está bien, eso está mal”. Me pasó cuando apareció un poema mío en un blog y una chica puso que la poesía de Fabián Casas es buena y la de Susana Villalba es mala. A mí me horrorizó el nazismo que hay en ese concepto, no me importa si no le gusta mi poesía, realmente, lo que me aterrorizó es el nazismo, el fascismo tremendo de decir algo así. Entonces, eso es lo que me preocupa más. La verdad es que lo del éxito es relativo y la consolidación también, si acá publicás un libro y desaparece, por ejemplo el mío del ’89 no se consigue en ningún lado con lo cual la consolidación es imposible, la gente más joven nunca lo leyó, no conoce mis libros, Matar un animal no lo conocen porque no se consigue, ahora lo va a reeditar Curandera. Mirá, hasta le pasaba a Olga Orozco, no es que me pasa a mí. Y hasta que no salió, no se hizo famosa con el Premio Rulfo no habían sacado su obra completa y tenías que andar buscando sus libritos por librerías de viejos; si acá no hubo consolidación para Olga Orozco, que la tuvieron que premiar afuera, y cuando se estaba por morir, tenía ochenta años y ahí le hicieron homenajes y después falleció. Después, el cd con la voz de Olga Orozco lo editó España, pero acá no lo habían hecho. Acá es así. Me gustaría que hubiera más fraternidad entre los poetas, a la gente más joven le parece que los de las generaciones anteriores somos todos tarados, una cosa como muy cortada y de fragmentos que antes me parece que no había. Lo de las huellas, en cambio, no, al contrario, yo juego un poco con eso porque que hay un libro mío que se llama Susy, que está mi nombre, justamente juego con que hay un yo, pero es un yo muy mentiroso, por supuesto, es un yo que espero que se haga universal, no me gusta la poesía confesional ni el diario íntimo, me parece que si lo hacés lo tenés que llevar a algo universal que le sirva a todos los demás. No voy a escribir sólo lo que me pasa a mí.

 

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¿Y el panorama de la poesía actual, más allá del éxito cómo lo ves?

Es increíble, acá siempre hay mucha poesía, eso está buenísimo, hay muchas editoriales, siempre hay revistas, ahora que hay blogs, bueno, eso me parece bárbaro porque siempre está viva la poesía, siempre como bullendo. La gente más joven parece que está más diversa, tiene más energía, pero sobre todo más diversión, como que no están todos siguiendo… a mí me gusta Fabián Casas, ojo, no es por criticarlo a él, pero todos quisieron ser Fabián Casitas y a mí me cansó eso, y creo que ya eso no pasa.

Leemos en Plegarias: “La marcha hipnotizada de la vida, la primera salvación es la del cuerpo, Señor, recuérdanos el alma cada tanto. En tiempos más soleados, más amables. En este año si es posible. Si es posible en esta vida.” ¿En qué sentido la del cuerpo? ¿Cómo pensás esa oposición de cuerpo / alma?

Ese poema era muy político, un poema escrito sobre el día de la elecciones. Ese poema describe lo que había sido la fuerte represión a los trabajadores que habían tomado la Bruckman para ser una cooperativa, para sostenerla. Creo que ahí, llana y literalmente, una cosa sí, dentro de esta desesperanza mía de la que hablamos, creo que yo estaba hablando de que el cuerpo te doblega, porque tenés hambre, o frío, o te están agarrando a golpes, la verdad es que terminás como sometido. Y yo estaba hablando lisa y llanamente de eso. En un momento hay una descripción bastante terrible en ese poema, todos como muñequitos o animalitos que van en fila, claro, esto era del 2001. Después de tantos años que habían pasado era insoportable, una especie de hartazgo de ciertas cosas, pero sobre todo pensando un poco en eso, la represión en Bruckman, había sido muy brutal, habían entrado en un hospital a los tiros, o sea que ni siquiera se detuvieron ante eso, los persiguieron adentro de un hospital… Creo que estaba impresionada por eso y lo dije en el poema. Puede ser que yo no pueda evitar una concepción medio antigua de alma/cuerpo, por ahí ni siquiera me doy cuenta en estas cosas, esas capas que tenemos de culturas, como si se pudiera dividirlo; pero bueno, como no se puede estás atado a ese sometimiento por el cual tenés que rebajar las pretensiones.

La figura de la muerte aparece con mucha fuerza en tu poética, aparece como salvación, como acción, como sentido, como castigo. Una cita: “no creo en la muerte, el único lugar donde perderse es la palabra y se cobra su sentido”. ¿Quién da la muerte? ”Si matar es otra cosa”, ¿qué es matar?

Por suerte, no soy muy de la muerte, no soy necrológica, en ese sentido ni pienso en la muerte, ni en la muerte de las personas cercanas tampoco. Supongo que la tengo en cuenta porque es el límite del cuerpo, es lo que te demuestra justamente que tenés tu límite. Por ahí lo mismo que el hambre o con el frío. Sí creo que le tengo mucho miedo al después de la muerte; justamente hablando de cuerpo y alma, a mí me da miedo que después tengas conciencia, que la conciencia no sea algo físico sino que sobrevive me produce un terror. Hay muchos de mis poemas donde aparece esa idea de que hay algo ahí viendo un fueguito, el fueguito de los muertos. Por suerte no es algo que lo tenga así como una amenaza o como otros que sienten lo corto de la vida. Me parece que lo veo más en un nivel social, como hablábamos del proceso, con tantas muertes que hubo acá, creo que cuando aparece en mis poemas creo que tiene que ver con eso. Y con la muerte con sentido filosófico, como límite, como que te pone en tus zapatos y te dice “hasta acá llegás”. Incluso el asesino de Matar un animal creo que lo tomé como un símbolo, más que como una realidad, como algo simbólico de una sociedad que estaba bastante corrupta y como pensar “¿qué pasa que la muerte es el máximo símbolo de esta época?”

En relación al símbolo, tenemos otra cita de Matar un animal: “Un cazador / inventa su animal para matar; / en cada huella ve su sombra / a punto de saltar / a la existencia” ¿Un escritor crea su poema para matar, para saltar a su existencia?

Podría ser, por suerte los lectores hacen sus propias interpretaciones, está bueno lo que decís. A mí me cuesta darme cuenta ahora de lo que escribí, supongo que yo me refería al deseo, sobre todo, a eso de que uno ve lo que quiere en el deseo, ¿no? El deseo que construye muchas cosas en torno a lo que uno imagina. Justamente creo que uno de los principales problemas es que cada ser humano está en su propia imaginación que choca con la del otro, sino pensaríamos todos lo mismo, lo cual está buenísimo pero también arma un gran problema. Otra cosa que me impresiona mucho que es como en el deseo uno ve cualquier cosa, que ves en el otro y que te parece. Y el poeta también suele ser una especie de chivo expiatorio al que le adjudican un montón de cosas también, me parece que iba por ese lado lo que yo pensaba. También si vamos al tema del proceso, que también es una sola lectura, espero que haya distintas lecturas, pero una de las lecturas posibles si vamos al tema del proceso es esto de que se inventaron un demonio para sacar otro demonio; yo no adhiero para nada con los dos demonios.

En tu obra poética, hay una imagen recurrente que es la del movimiento. Cito: “El movimiento es un acuerdo entre el afuera y algo demasiado adentro.” ¿Cómo creés que se materializa ese acuerdo en un poema? ¿Cómo dirías que las palabras abandonan su “perplejidad” para generar movimiento en un poema o prosa poética?

Es más difícil de explicar, porque yo tengo una razón pero no la sé explicar. Por ejemplo, antes de Matar un animal escribí Caminatas, y yo salía a caminar literalmente, salía a hacer largas caminatas, todavía lo hago. En aquel momento, escribía todo, llevaba un “blockcito” por si se me ocurría algo lo escribía. Entonces mis poemas se armaron así, caminando. Y después Reynaldo Jimenez hizo un análisis muy interesante donde decía que era un yo deambulante, en todos los sentidos. Creo que él lo entendió más que yo porque la verdad es que me cuesta decirte cuál es la relación pero hay una relación con el movimiento, en todo sentido. También creo que ahí se está hablando de un movimiento simbólico cuando habla del adentro y del afuera. A mí me causa mucha perplejidad esto de que uno está adentro de sí, pero también está relacionándose con los otros. Y supongo que el lenguaje es eso, es algo muy extraño que se conforma con el otro y con uno mismo. Creo que cuando uno escribe es más inteligente de lo que es o potenciás más tu inteligencia, pero yo creo que soy más inteligente cuando escribo.

Recién decías algo así como que hay un afuera y un adentro, una comunicación; y en muchos de tus poemas aparece un interlocutor, una voz a la que el yo poético está interpelando en diferentes sentidos. ¿Cómo concebís vos ese diálogo dentro del poema? ¿De pronto el poema toma ese camino y se manifiesta de esa manera explícita de un “tú” hacia un “vos”?

Eso viene, como les decía antes, de un tono, pero también de una voz. En Matar un animal a mí me gustó hacer un trabajo que vino y después yo quise trabajarlo porque me gustó que le hable a un “tú” o a un “vos”, que le habla a una segunda persona extraña, y es cierto eso que decís de que “¿entonces quién está hablando?”. A mí lo que me gustó es que podía ser la voz de la conciencia de una persona, o podría ser quien interpela a un lector muy directamente, entonces te identifica mucho más rápido porque te está diciendo todo el tiempo “vos hacés esto, vos caminás, etc.”. Si bien para mí puede ser una voz de la conciencia, creo que está bueno cómo apela al otro, al lector, que no es común en la poesía. Y luego también me di cuenta, en Caminatas, por ejemplo, que pasa el “yo” a “ella” todo el tiempo y entonces vos estás “¿pero entonces es ella o es yo al final?”. Y a mí me gusta todo eso porque el yo del poema no es el yo de yo Susana, es otro yo, es un yo que espero se vuelva más universal, en el momento de escribir entras en la memoria colectiva, en algo que estás captando, creo en eso de que el poeta capta algo que le pasa a toda la sociedad o le está pasando a la época o le está pasando al lenguaje del momento o a la cultura del momento; y creo que el poeta lo capta como una antena. Entonces, ese momento no soy yo, soy yo captando algo que les pasa a muchos yoes, de pronto es ella, de pronto es tú, me gusta eso de que se va de acá para allá.

Como si el poeta fuera un instrumento o la idea romántica del vidente…

Sí, es algo así, lo que pasa es que también en el lenguaje un poco lo acompañás, no es que no sabés nada de nada sino que lo acompañás. Pero sí un poco se ve en lo del vidente. Me quedé dudando porque el instrumento me suena a instrumento musical y el lenguaje tiene algo de significación que no tiene la música. Entonces vos estás usando algo que viene con significación, y la conocés, no es que estás en estado de trance y no sabés lo que estás diciendo porque puede ser que no puedas dar cuenta del todo lo que estás diciendo en ese momento pero estás usando palabras, y las palabras significan y tenés un trabajo que va saliendo al mismo tiempo que esa videncia.

Un relación entre el poeta y la ciudad, por ejemplo, en Plegarias escribís: “Talk show. I told you que ya le llegaría a tu país, el síndrome de pánico es la verdadera peste de este siglo. Tengo miedo de ir lejos, de quedarme, de llegar a un lugar que no comprenda, de quedar en ninguna parte, tengo miedo de estar sola en el desierto, de estar con gente áspera, de no escuchar, productores de palabras.” Este libro lo escribiste en 2001, 10 años después, como poeta y como ciudadana, ¿cómo te sentís hoy con la realidad argentina?

Bueno, una cosa es la ciudad y otra cosa la Argentina, justamente, en varios sentidos. Primero, yo no soy de Capital, parece una pavada pero no es así, porque yo mi infancia la pasé en Haedo, mi adolescencia también, aunque es acá nomás, es distinto. Quiero decir que yo no me crié en un lugar con este ruido y este nivel de despelote, entonces yo lo llevo eso adentro. Yo creo que uno de la infancia se trae para siempre cierto sonido, cierto ritmo. Y al principio cuando me vine a vivir a acá me enloquecía, me abrumaba; y ahora claro estoy re acostumbrada y más o menos, no tan acostumbrada, sigo tratando de huirle. La ciudad, la verdad es que me abruma. Sobre todo es el ruido, no lo puedo creer, eso me problematiza mucho, también no ver verde, no tener un lugar, me la paso yéndome al parque así desesperada. En cuanto a la realidad política, que es de lo que habla ese libro, las cosas se acomodaron bastante, a mí me gusta lo que está pasando en este momento en la realidad argentina, no en la ciudad porque tiene otro gobierno distinto. Pero en el país en general me gusta el proyecto que hay, sobre todo porque es la primera vez que le veo un poco de dignidad; es la primera vez que yo no escucho cosas indignas, o sea, es la primera vez que no me da vergüenza los políticos que veo en la televisión, no me da vergüenza las cosas que dicen, yo creo que por ahí no nos damos cuenta hasta qué punto nos hemos bancado la impunidad de gente que decía unas cosas que yo no podía creer, a mí me ha pasado de decir “me quiero ir a vivir a Uruguay, yo me quiero ir a vivir a Uruguay”. Y lo decía de verdad. Acá yo sentía vergüenza además de pasarla muy mal. Entonces, ahora por lo menos escucho gente que habla como yo, piensa como yo, que piensa con dignidad, que dice cosas que me parece que están bien, no baila con una odalisca… Parece una pavada pero no, eso ya a mí me calmó mucho eso del lenguaje, bueno, hay un lenguaje usado para decir cosas dignas, hay discursos bien hechos, ya con eso me conformo bastante. Y luego me parece que también se están tomando medidas interesantes. Igual eso no calma que lo próximo, que lo que estoy escribiendo ahora, sea igual de desesperanzado, porque creo que mi desesperanza no es política, va mucho más lejos. Es más, a veces me da miedo pensar si este proyecto va a llegar a buen puerto porque pienso que la maldad va a hacer todo lo que pueda para quedar en la maldad. Yo realmente ya tiré la toalla, para mí el ser humano no tiene arreglo, y como dije antes, es un lobo salvaje. Espero equivocarme, ojalá.

En tu poema “Ciudad crístina” decís: “ciudad maravillosa, originaria / como evo y como evita / pampeana, / yorugua, fileteada / de puerto / no madero en el ojo / sin ver el propio río” ¿Creés que está naciendo o que nace, finalmente, una “ciudad crístina”?

Personalmente creo, bueno, me está desconcertando que no está definido en candidato de Frente para la Victoria pero creo que el Frente va a ganar en la ciudad. Algunos piensan que no, yo pienso que sí, concretamente. No sé por qué, ves que hay partes en que soy desesperanzada, aunque no parezca en mi vida cotidiana soy más… sí, yo pienso que sí, sino me voy a Uruguay.

¿Creés en la función social de la poesía?

Sí, creo que es una función social pero creo que también está en el lenguaje, en esto que hablamos antes de liberar el lenguaje. Creo que al liberar tu lenguaje, te libera de las preceptivas que te puso la cultura. Como que te hace dudar de lo que el lenguaje te hizo creer porque te impusieron ciertas frases ya armadas. En ese sentido, si la poesía te saca del lenguaje cotidiano, del lenguaje usado y de las frases hechas, te saca justamente para sacarte de la cultura dominante. Creo que esa es la función, no escribir poemas sociales explícitos, porque creo que ni siquiera te llega a emocionar, ni nada. Y además porque sería una forma más de estar dando preceptivas; no es que yo tengo que ir a darle una preceptiva a otro, no es esa la idea. Una cosa es que a mí me interese mucho de lo que está pasando a nivel general, en política, pero no desde arriba, sino que la gente está generando sus propios espacios muy horizontales, y eso me impresiona porque no es frecuente, y no es frecuente poder sostenerlos. Para eso cada uno tiene que hablar por sí mismo, pensar por sí mismo, tener su lenguaje, y sólo así se pueden tener agrupaciones horizontales donde todos puedan discutir bien. La poesía va un poco por ese lado, tiene algo de idioma personal, es raro, porque un poema, hoy día, cada uno parece un idioma personal, pero a la vez, eso es lo que es también universal, es el lenguaje liberado, esa creo que es una función social.

Te escuchamos y pensamos en que confiás en tu poesía, confiás en que eso que aparece, permanece, confiás en que eso va a salir.

Sí, pero no sólo eso, además de confianza, es eso que te decía antes de que no esté esperando ni consolidación ni consagración, porque ¿quién me apura? Puedo esperar cinco años, si yo no necesito salir a publicar rápido para nada, no necesito ganarme un premio; si es lo único libre que uno tiene en la vida, todas las demás cosas son obligaciones, esto no. Entonces yo puedo esperar cinco años, de verdad. A mí me sorprende mucho la gente que se hace problemas, porque si este es el lugar del placer, ¿cómo te vas a hacer problema? Entonces agarrá y no escribas, no sé, hacé otra cosa. Yo no le veo sentido, sí hay gente que dice “no, pero sufrís escribiendo”. No, yo no sufro, yo la paso bárbaro. Si no, no escribo. Porque para mí es el único lugar libre. Absoluto. En ninguna otra cosa sos libre, en todas tenés que negociar con el mundo, tenés que comer, bueno, el cuerpo te limita. Por suerte no hay plata en la poesía, total, no te van a publicar, no vas ganar plata, es ridículo. Me sorprende mucho cuando en la poesía se meten mezquindades de otras cosas.

El ego del artista.

Sí, pero no es un problema del ego, he tratado de ponerlo en otros lugares. Por ejemplo, yo hago periodismo, dirijo La Casa de la Lectura, tengo otros lugares donde soy más visible y prefiero poner el ego en el periodismo, en las noches, en algo más pedestre, escribo sobre teatro, porque –justamente- si hablamos del yo de la poesía, es tan extraño poner tu ego ahí.

 

Por Roxana Artal y Laura Mazzocchi

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