En su nuevo libro de poemas Gabriel Reches aborda tiernamente, sin sacrificar la lucidez, un apocalipsis que ya sucedió, desarrolla la antropología de un fracaso examinando sus consecuencias. Explora la emotividad de un mundo desaparecido en el que la tía Berta funciona como el anclaje de una infancia perdida.
Películas superpuestas
no exactamente, encimadas
no exactamente encimadas
consecutivas
películas de mica
de cualquier mineral
transparente, no
transparente, traslúcido
efervescencia en quien mira
opción del transparente
la facultad suprema
en la base de una roca puede adivinarse
bajo estas películas como si estas películas
delgadas de mica
no estuvieran o no estuvieran
sino para dañar de la roca la imagen
la visión de la imagen
dar cuenta de un objeto es
la facultad de disolverlo: así
como estas películas que no
se deshacen en las manos porque no
están sobre las manos
así, no como cualquier película
más delgadas que cualquiera
se acumula sobre un hecho
el que elijas
una cantidad infinita
una cantidad posible de ser numerada
que alcance para simular lo innumerable
de tragedias ecológicas, holocaustos
perversiones culturales todas
concurrentes en el hecho
en la mirada del hecho por caso
tía Berta en un dodge
rumbo a navidad
con su fuente en la mano, rebasante
fetas de carne embebida en cosechas
que alejaron cuatro meses
a esclavos, de su prole
delante y detrás tía Berta y su auto
de otros más viejos y más nuevos
el cartel lumínico y al fondo atardece
o el camino afirma que pudimos
ser amigos de un banco o un portón de alarma
caravana de platos humeantes
relieve en el tungsteno
bajo la autopista un pueblo fantasma
un artista que sueña
ser reconocido o una muerte escandalosa
mi madre, el imperio de cleopatra
en sus recuerdos, los nombres que ponemos
a perros y gatos,
tortugas que sostienen
de esto lo que falta, el gusto
escuchar tu voz finita
después de inhalar helio
Si el humano expresara sin miedo la necesidad de comerse a otros ya nos hubiéramos evaporado pero humanidad
es un cabello de ángel que se pasa en tu caldo
si el humano expresara el deseo de penetrar y ser penetrado
en el rincón más oscuro de la cabeza, una o dos veces
podríamos juntarnos
jugar al gallo ciego con fierros en el puño
pero tenes miedo de andar a tientas
te quitaste las vendas, armaste un envoltorio
y escondiste aquello que dirías
si fueras sonámbulo
Las copas de los árboles que se agitan como banderas
sobre el muro que oculta de cada cosa el tronco
para quienes estamos del otro lado
esparcen el aroma a incienso y producen un silbido en la
tiznado por carne que se consume en hornos
de la chacarita
quien resolvió la altura sabía que algún día
sólo árboles podrían verse desde la ciudad que funciona
como si allí no hubiera
suponer que la belleza siempre oculta horror
sería negar tesoros que descansan bajo la superficie del mundo
cuando el viajero pretende algo más que cacharros
y si ahora viene la pregunta de por qué junto tantas biblias aclaro tía Berta, es por la tapa dura, la prédica no habla
yo también apuesto al muro
biblias como ladrillos huecos impiden
conexión entre ambos lados
funcionan como aislante del sonido
hasta ahora tengo cien, ciento veinte
no parece mucho aunque apiladas bastan
para agitar mi torso y preservar el resto
Y este frío tan hermoso
que penetra en pequeños huesos
este frío tan hermoso
que fomenta frustraciones de gente sola
el deseo de ser abrasado
más no sea por ceniza
que ya abrasó cuando simulaba maderas
aún crepitan, tía Berta
este frío tan hermoso
que va a helar aquello que llevamos
los últimos en vez de sangre helada
este frío tan hermoso
cómo lo expando
Viste que en el vacío los cuerpos caen como si tuvieran igual peso hasta la profesora de química con más clonazepam logra recordarlo no debería extrañar que nos encontremos en el aire
sea cual fuere tu lugar en el cuadro de honor del mausoleo
sea cual fuere tu mausoleo, como te guste llamarlo
en colonizaciones, chatarra traba merca
neurona de plush, pija rebajada en té verde
elixir montonero de eterna juventud
¿contentos poetitas?
ahora hablemos sobre el fin del mundo
y qué si jesús y todos esos, lograran volver y se encontraran reservorios culturales carcomidos por insectos
la especie que se esfuma en el sueño de grandeza
dominación sobre aquello que aceptara nombre
vos creías estar al margen con tu bolsa
que llenabas de cosas en la feria orgánica
yo contemplaba el éxtasis de las hojas
ay, como dan contra el suelo parquizado
ahora que ya fue, el dilema se plantea
para qué comprar biromes si después del cataclismo
una voz no abriga, una voz no es sombra
será por bendecir la siesta del quiosquero
el último instante donde un pulso
merece derroche
la farsa debe
parecer dicha
Llegamos hasta acá y fue demasiado
debemos dar gracias por la emoción
de mojar la paja del nido
no llores, tía Berta
en el incendio del campo el fuego es nuestro
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