Una buena novela policial que invita a reflexionar sobre la naturaleza humana y sus profundidades subconscientes; sobre la experiencia exterior y la naturaleza interior.

Una relación entre el ser y el mundo social.

El interés de la vida; la voluntad y el deseo. Los resortes de una vida plena; o la reacción y crisis por un anormal sentimiento de culpa que hace de la vida una carga que también aplasta a quienes se cruzan con ella.

En el camino de los objetivos deliberados, surge el rostro del padre; humillación, angustia y sometimiento.

De ahí en más, fantasmas, miedos, vergüenza y sombras.

Un policial que corre límites sin pretender imponer un equilibrio satisfactorio.

Un encuentro con las raíces psicológicas de esa crueldad que rompe con la estructura racional, nos obliga a reflexionar sobre la esencia y su relación con la existencia; la contingencia y la muerte.

La evidencia de lo necesario estaría marcando, además, otra relación entre el presente, aquel pasado, y un futuro apenas predecible.

Un policial filosófico que apuesta fuerte.

Erebo

 

¿Novela policial filosófico o un manual de filosofía criminal?

Un juego entre ambas cosas.

Tu novela ha merecido el comentario que se vuelca en la contratapa del libro. ¿Qué podés decirnos de esas consideraciones expresadas por Pablo Katchadjian?

Érebo es una novela negra que a diferencia de los policiales clásicos (algo que ciertos críticos no comprenden, por falta de experiencia o directamente por mala voluntad). Una novela negra, es necesariamente explicativa, ya que goza de una dimensión existencial y/o sociológica y en éstas los crímenes y asesinos son claramente un producto social, al igual que los detectives. Erebo juega con eso sin encarrilarse en ninguna categoría, aumentando el carácter absurdo, tanto desde el punto de vista literario como existencial y/o sociológico.

En mi opinión, Érebo cuenta con un valor agregado. Sin apartarse del género policial, ofrece la posibilidad de hacer más de una lectura; invita a reflexionar sobre una serie de temas que podríamos intentar enunciarlos a grandes rasgos. ¿Cuáles de esos temas despiertan, en vos, un mayor interés?

Por un lado la cuestión del universalismo, el tema existencial y el asesinato como una salida a la angustia, algo ya inaugurado por Dostoievsky y continuado en Argentina por Roberto Arlt. Érebo establece un juego con ese tema, sin intentar descubrir nada pero desde un punto de vista absurdo. El asesino se desmaya; de la misma forma que Raskolnikov, no soporta el peso de sus hechos y aunque construya un razonamiento algo absurdo que le permita trascender las estructuras simbólicas, es consciente que necesita de éstas. Por otro lado se encuentra el tema de la reconfiguración de la subjetividad a través del desarrollo de los medios de comunicación, algo que en Dostoievsky no podía aparecer y tampoco en Arlt debido a la época. Jugando o riéndonos un poco, podríamos decir que hoy vivimos una especie de Da(show)sein -tomando una categoría Heiddeggeriana- que se refleja en el personaje en forma irónica. Sin embargo, lo que recorre en forma más profunda el texto, y posiblemente lo que pasa más desapercibido, es el tema de la soledad. El protagonista está condenado a la soledad y lo tiene claro, y por más cosas que haga para impedirlo tiene una consciencia existencial que no le permite engañarse. Toda la novela está marcada por el antagonismo entre una vida errante y condenada a la incomprensión o el logro de la redención al costo del juicio social.

Una pregunta, casi obligada ¿cómo entra en la novela Mariano Gallego, amigo del protagonista?; ¿podemos decir algo sobre el por qué de este nombre y apellido puesto en cabeza de ese personaje?

Mariano Gallego es una especie de traidor, un alter ego del protagonista que observa una transformación en su viejo amigo y una contradicción respecto una ética en la que él mismo lo había introducido. Mariano Gallego se transforma en una especie de burgués conservador que busca una vida tranquila y estable en pareja luego de haberlo introducido a él en corrientes de pensamiento que impulsan lo contrario, es por eso que no lo perdona y quiere asesinarle a la novia a la que encuentra como culpable de semejantes cambios. Y sin embargo, podría decirse que como alter ego, es a la vez una especie de ideal al que el protagonista intenta llegar sin lograrlo.

Creo que tu novela es fruto del deseo, de la voluntad y, seguramente, de algo más, sería interesante hablar de ello.

Sábato decía algo así como que uno escribe para no transformarse en un asesino y tenía algo de razón, basta salir a la calle para pensar lo bueno que sería que toda esa gente se dedicara a escribir. Y con el tema de los linchamientos se pone en evidencia, que la gente sólo necesita una buena excusa para descargar su odio, y lo peor es que los medios de comunicación otorgan el marco perfecto para que eso se transforme casi en una práctica de pertenencia. El protagonista en algún pasaje hace explícita una diferencia entre el crimen solitario y los asesinatos por parte del nazismo y la única diferencia pareciera ser el reconocimiento social. Cualquier psicoanalista te dirá que no es malo sentir el odio, en todo caso la diferencia entre el animal y el humano está en la capacidad de sublimarlo, y tanto la literatura como cualquiera de las artes es un buen canal para ello.

mariano gallego 2

Mariano Gallego

Filosofía, corrientes de pensamiento, reflexiones. Todo esto emerge en la novela y, entre líneas, una interpelación que apunta al mundo social, ¿Estas reflexiones y esta interpelación, cómo se inscribirían en las ciencias de la comunicación?

En una de sus dimensiones Érebo es un juego entre dos corrientes filosóficas antagónicas. El existencialismo Kierkegaardiano y el idealismo hegeliano. Hegel plantea una salida racional respecto del entendimiento humano, muy trabajada por Habermas por ejemplo. Kierkegaard plantea una relación con el absoluto a través de la individualidad, algo continuado por el psicoanálisis lacaniano. A esto hoy se suman los medios de comunicación y la necesidad de reconocimiento a través de éstos que afectan gravemente al protagonista. Este no se conforma con su relación anónima y su propia fe, necesita del reconocimiento y la mediación que sólo pueden contener los medios. Kierkegaard toma como ejemplo de su existencialismo a Abraham cuando va al monte de Moriah a sacrificar a su hijo Isaac. Es en este sentido que, a diferencia de sujeto autoconsciente propuesto por Hegel, que tiene por finalidad su “aceptación racional” o necesaria, el caballero de la fe kierkegaardiano está condenado a la incomprensión. Érebo juega con eso, llevando las cosas al extremo por no decir al absurdo, si bien para Abraham el “crimen” es una consecuencia de su relación directa con el absoluto, Érebo invierte las cosas y antecede la consecuencia esperando a partir de sus crímenes – trascendiendo las estructuras simbólicas- conectarse con el absoluto. De todos modos si pensamos que lo que muestra Kierkegaard respecto de Abraham es precisamente que solamente él sabía de su conexión con Dios -lo que el filósofo danés denomina como la fe en el absurdo- los razonamientos del protagonista podrían no resultarnos tan delirantes. Con esto no pretendo descubrir nada, ya que está todo expuesto en Temor y Temblor y en términos literarios fue perfectamente abordado en Crimen y castigo por Dostoievsky. En todo caso Erebo juega con eso en términos literarios y hasta humorísticos en una sociedad que ha ido transformándose a partir del desarrollo de los medios de comunicación. Esto mismo es lo que hace que el personaje se traicione -ya que no se banca su propia incomprensión y estar ajeno a estas mediaciones- e intente darle un sentido a su existencia haciendo que sus “obras” aparezcan en la primera plana de los diarios. Una pelea que siempre pierde ya que, a pesar de que suene trillado, la realidad siempre supera a la ficción, algo que se demuestra en la misma novela que retoma noticias sobre crímenes que fueron apareciendo durante el tiempo que la escribía.

¿Las perversiones, en su relación con la narrativa, generan callejones sin salida cuyos límites pueden ser empujados, pero hasta cierto punto? ¿Cómo manejás el tema?, ¿te imponés tus propios límites?

De alguna manera trato de forzar mis límites creando una especie de monstruo que tiene cosas que todos compartimos. Por eso, genera cierta identificación: es un asesino, un misógino, un delirante, pero hay algo en su miseria que nos conmueve y nos refleja. Como decía antes, está el tema de la sublimación; todos llevamos ese monstruo, lo que nos hace más humanos está en las formas en que aprendemos a conocerlo y a dominarlo. Los que más desconfianza me dan son aquellos que lo desconocen por completo y se alarman de solo pensarlo. Lamentablemente, en términos sociales el prejuicio pareciera ser el inverso, y –no quiero sonar moralista- así estamos.

 

Sobre El Autor

Damián Blas Vives es actualmente es Director de Gestión y Políticas Culturales de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Entre 2016 y 2020 coordinó el Centro de Narrativa Policial H. Bustos Domecq de dicha institución y antes fue Coordinador del Programa de Literatura y editor de la revista literaria Abanico. Dirigió durante una década el taller de Literatura japonesa de la Biblioteca Nacional, que ahora continúa de manera privada. En 2006 fundó Seda, revista de estudios asiáticos y en 2007 Evaristo Cultural. Coordina el Encuentro Internacional de Literatura Fantástica y Rastros, el Observatorio Hispanoamericano de Literatura Negra y Criminal. Ideó e impulsó el Encuentro Nacional de Escritura en Cárcel, co-coordinándolo en sus dos primeros años, 2014 y 2015. Fue miembro fundador del Club Argentino de Kamishibai. Incursionó en radio, dramaturgia y colaboró en publicaciones tales como Complejidad, Tokonoma, Lea y LeMonde diplomatique. En 2015 funda el sello Evaristo Editorial y es uno de sus editores.

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