La industria farmacológica y el crecimiento de la cultura del medicarse aparecen develados por ser el entorno del asesinato de Kathy Gateway, una espléndida representante del mundo de los laboratorios.

En la novela de Flaminia Ocampo veremos dos terrenos muy presentes: el mundo de la industria farmacológica y la construcción de la identidad que se genera a partir de nuestro origen, atravesando los territorios habitados, la cultura consumida, la forma de expresarnos al hablar y el modo de percibir el entorno.

Un asesinato dentro del mundo de los fármacos, donde pareciera que la víctima no es la mujer muerta, sino todos aquellos que han sido cobayos de experimentación para el desarrollo de diversas drogas y de un gran negocio; se presenta en el marco de una fiesta donde la ética profesional se echa por tierra persiguiendo fines comerciales. Todo resulta desubicado para la práctica psiquiátrica pero sumamente atractivo para el estudio de campo. Con el correr de las páginas descubriremos los amoríos secretos y entrecruzamientos sociales que ubican a todos como potenciales culpables.

El universo de los fármacos se presentará como un mercado libre, impune, que, a pesar del contexto y de las indicaciones de los “especialistas”, ofrece soluciones mágicas aun en casos de consumo indiscriminado, automedicaciones, delirios místicos y todas las variables que dan lugar al mal uso de cualquier sustancia que puede ser beneficiosa o mortal.

Otra arista de la historia es nuestra misteriosa protragonista que se desarrolla desde lo identitatio; ser extranjero en tu propia tierra, sentirte parte y saberte por fuera de la cultura de tu estado, que ya no es del todo tu nación. Así vemos a nuestra falsa Elena, viviendo casi un manifiesto del exilio. Una mujer que para investigar el caso vuelve a la Argentina luego de haber vivido fuera de su país. A su vez durante su investigación estará caracterizada de diversos modos, con diferentes pelucas y así construirá sujetos que la harán ajena a su propia identidad.

Los cobayos criollos se caracterizan por buscar agradar, empatizar, más que cualquier cobayo de otra nacionalidad, pero nuestra protagonista se autodefine antipática, entonces, ¿dónde se encuentra a sí misma esta falsa Elena que se autoproclama argentina en cada oportunidad que tiene, pero en su lexis deja ver su extranjería?

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¿Cómo nace Cobayos Criollos en tu obra?

Hace unos años hice una larga investigación sobre la industria farmacológica en los Estados Unidos, Big Pharma como la llaman, cuando tuve que escribir un artículo periodístico sobre el tema. A medida que empecé a saber más me dio tanta rabia que tuve ganas de matar a alguien que promoviera las billonarias ganancias económicas de esa industria (aclaro que no tengo una personalidad rabiosa que se indigna fácilmente). Al menos pude matar escribiendo una novela policial.

¿Cómo se configura, para vos, la identidad nacional en un sujeto? ¿Cómo fue en tu caso y cómo en el caso de Elena?

Hay una identidad nacional muy clara que le ocurre a las personas que nacen, crecen, envejecen y mueren en el mismo país, a veces en la misma ciudad y hasta en el mismo barrio. Es una identidad que se nutre de un idioma común y de una historia política, económica, cultural y social compartida con millones de otros. No fue mi caso (nací, crecí y envejecí en distintos países) y tampoco el de Elena, que fue desterrada de una posible identidad nacional por sus padres, que como desterrados debieron guardar la nostalgia por lo que no fue y transmitirla a su hija.

¿Cómo nace Elena?

Yo quería justamente una protagonista que no sólo no tuviera una identidad nacional, sino que directamente no tuviera identidad, empezando por el simple hecho de que Elena Asaire no es ni siquiera su verdadero nombre. Quería una persona/personaje que pareciera estar sola en el mundo.

¿Por qué Elena, que no se identifica con la necesidad de agradar, como los cobayos criollos, que viene de vivir en otro país y que habla según ese otro país, que identifica los rasgos argentinos de modo ajeno, insiste tanto en aclarar su argentinidad?

Creo que está un poco relacionado con lo que mencioné anteriormente. El destierro crea la pérdida del derecho de pertenecer a un lugar y es lo que ella reclama continuamente, que le reconozcan ese derecho que las circunstancias le quitaron. La nacionalidad es un básico derecho humano y es en Elena lo único verdadero en su falsa identidad: haber nacido en la Argentina.

¿Cómo fue para vos el recorrido que se fue formando al definir a la Argentina a partir de rasgos humanos, sociales, qué conclusión te dejó?

Son rasgos humanos y sociales de un grupo reducido. No fue mi intención definir a la persona argentina en su totalidad; intenté simplemente describir a cierto sector de buen nivel económico que vive en ciertas cuadras de Buenos Aires.

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Desde el Observatorio Hispanoamericano de Literatura Negra y Criminal consideramos este género como un vehículo efectivo de ciertas ansiedades sociales –conscientes o no en los escritores y en los lectores-, en tanto que, cuando se piensa el crimen, el descontento social o la situación del individuo, generalmente se está pensando, aunque más no sea tangencialmente, en el derecho y, por lo tanto, en la construcción imaginaria de la sociedad. ¿estás de acuerdo con este postulado?

Desde ya no es un postulado simple y pertenece al territorio de la sociología más que al de la literatura. Estoy de acuerdo en el sentido que el género policial se construye alrededor de la máxima transgresión social y religiosa que es matar. Para la mayoría de las novelas policiales el crimen, la violencia, y el esclarecimiento de ese crimen son elementos necesarios para reintegrar cierto orden social. El crimen que queda sin explicaciones molesta y perturba siempre.

¿Cuáles son las particularidades del género en nuestro país y en Latinoamérica? ¿Cuáles las distancias con el género en EEUU y Europa?

Esta es una pregunta amplia y estoy segura que hay muchos más elementos que diferencian los géneros entre países y continentes de los que pienso en este momento. Pero me parece que en Latinoamérica no tenemos instituciones sólidas de justicia y la ley se manipula según las corrupciones de turno. Además no tenemos la figura del detective incorruptible por ejemplo, y no creemos para nada en la honestidad de un comisario o de la policía en general.  Europa y Estados Unidos tienen un sistema legal y policial menos corrupto (o al menos para un vasto sector social y sobre todo para los de raza “blanca”, el policía es quien protege y no quien encarcela o mata sin razones). Por lo tanto hay en las novelas policiales de esos lugares (y ésta es otra generalización) un fondo de apoyo institucional que se refleja en la sociedad y que nosotros en Latinoamérica no tenemos tan definido.

¿Cómo se transfigura el género cuando el delito adquiere forma de reparación social? Hablemos de la distinción literaria entre los conceptos de ley y justicia.

Me parece que la novela policial crea su propio concepto de ley y justicia y lo que permite que un texto no defraude es que pueda mantener con verosimilitud lo inverosímil. En Cobayos criollos el delito fue una forma de reparación social pero no porque un individuo o un grupo de individuos se encargó de que fuera así. Fue una reparación del azar, de la providencia para decirlo de algún modo.

¿Cómo percibís el cruce entre historia nacional y literatura?

La literatura es otra forma de historia nacional que incluye todos los detalles que la historia deja afuera y ésa es una de sus funciones: fijarse y dejar escrito lo que rodea la historia, lo que participa de ella sin ser su parte principal.  

¿Considerás que la escisión capitalismo/ democracia que dió lugar a la crisis en Europa modificó el género en esos países?

Esta pregunta me confunde. ¿A qué escisión capitalismo/democracia se refiere exactamente? ¿A la revolución industrial de 1848?

¿Por qué no ha surgido aún la gran novela criminal sobre el poder económico?

Porque el poder económico, aunque determine nuestras vidas, es un concepto abstracto. En Cobayos criollos para poder hablar del poder económico y de cómo utiliza y manipula a los seres humanos para producir enormes ganancias de dinero lo limité a la industria farmacológica, pero hay miles de manifestaciones de ese poder. A veces pienso que me gustaría escribir una novela policial con la industria de la vestimenta. Ese es un ejemplo de industria poderosa que nos manipula de manera extraordinaria ante nuestra total inocencia y aceptación, o acaso alguien cuando se viste y se pone un jeans por ejemplo empieza a pensar en las condiciones infrahumanas en que fue producido, o en la fuerte polución del medio ambiente que significa fabricar la tela de un jeans. Y qué decir de la industria de la tecnología que la mayoría de nosotros, para no decir todos, agradecemos. Cuando murió Steve Jobs por ejemplo, la gente mundialmente entró en un especie de frenesí del duelo, algo curioso cuando se piensa que fue un individuo que no aportó un centavo (a pesar de los billones que hizo) a ninguna causa humanitaria y que además se enorgulleció de esa decisión. Quiero decir con todo esto que una novela policial sobre el poder económico tiene que encontrar una manera de reducirlo para seguir siendo significativa en el modo de representarlo.

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Presentación de «Cobayos Criollos» en Eterna Cadencia. En la foto, Ricardo Romero, Flaminia Ocampo, María Inés Krimer, María Teresa Arida, Osvaldo Aguirre y Juan Sasturain.

¿Cómo es tu vínculo con la psiquiatría y el consumo de medicamentos en general?

Mientras escribía Cobayos criollos me sentía algo culpable por dos razones bien definidas. Una por toda la gente que desesperadamente quiere ser un cobayo de la industria farmacológica porque su estado de salud no les permite otra esperanza que ésa. Y la otra por todos esos científicos en sus laboratorios que día tras días luchan por encontrar algo que pueda cambiar el destino de millones de seres humanos. Es una pena que se haya transformado en un próspero negocio. Qué sería de nuestras vidas hoy en día si no existiera la penicilina y la anestesia.

¿Por qué el universo de lo farmacológico?

Principalmente porque es un tema que investigué durante mucho tiempo y por lo tanto lo conocía bien y podía utilizar toda la información que tenía sin sentir que estaba inventando algo totalmente irracional y falso.  Por supuesto la ficción es invención y la realidad es sólo un telón de fondo.

¿Cómo fueron tus inicios en la escritura?

Fueron consecuencia de mis inicios en la lectura. Lo que más me gustó siempre fue leer: entrar en otras vidas, otros siglos, otros países. Estar ahí donde no iba a llegar de ningún otro modo. No creo haber sido una persona a quien le gustaba estar presente en el lugar donde estaba si no leía, y después lógicamente me di cuenta que si además en esas situaciones inevitables donde no podía leer imaginaba ficciones, la vida pasaba de un modo mucho más agradable.

¿Qué proyectos tenés por delante en la escritura?

Un libro sobre los crímenes de mi vida: los reales, los que me ocurrieron estando entre gente y lugares donde un crimen iba a ocurrir, y los otros, los ya cometidos, sobre los cuales me tocó asistir a juicios y escribir periodísticamente acerca de ellos. Y después tengo una idea para una novela donde los personajes son escritores.

¿Como ves el estado de situación de la literatura en la actualidad? ¿Cuáles son las voces más interesantes y cuáles los nacimientos más promisorios?

Todo el tiempo escucho hablar o leo sobre el anuncio del final de la literatura. Es verdad que el cerebro deja de hacer toda función para la cual no se lo utiliza, por lo tanto si la gente no lee cada vez va poder leer menos y si no se enfrenta con lenguajes más difíciles que cien palabras básicas, cada vez va ser menos capaz de hacerlo. Hasta en lugares como programas de escritura en universidades de Nueva York, noto año tras año cómo se va reduciendo el nivel de lectura y de algo estoy segura: no es posible ser escritor si antes no se es lector. Así que si bien existe como una posibilidad ese sombrío pronóstico, conozco demasiada gente para quien vivir sin leer sería la peor y más inaguantable de las vidas. Estoy segura que esas personas aunque se transformen en raros y tal vez en minoría van a existir siempre. En cuánto a las voces más interesantes en la última década pienso en Elena Ferrante y Karl Ove Knausgaard, pero por supuesto son los dos primeros nombres que se me ocurrieron.  Después pensé en Sarah Manguso (USA), Rachel  Cusk (UK), Samanta Schweblin en la Argentina, Lina Meruane en Chile y para no quedarme únicamente con mujeres, tal vez Mathias Énard en Francia, por su mezcla de lo experiemental y tradicional en la ficción.

¿Cómo manejás el clima, la atmósfera, en tus narraciones?

Trato de evitar lo obvio que atenta contra cualquier creación de un clima o una atmósfera. Parece fácil pero no lo es. La obviedad siempre encuentra una manera de inmiscuirse. Es la forma de escritura más inspirada porque se pueden escribir páginas y páginas de obviedades sin detenerse un segundo. Trato también de no dar mucha explicación porque confío sobre todo en la inteligencia de quien me lee. No he conocido nunca un lector o lectora de literatura que sea estúpido, pero por supuesto uso la palabra “literatura”. Me parece que la estupidez se ocupa en otras cosas que resultan mucho más entretenidas que la atracción y el aprecio por el lenguaje.

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¿Cómo abordás en tu obra el trinomio “lenguaje, trama, argumento”?

Enfrento a los tres sin dejarme llevar demasiado por ninguno de ellos. Es verdad que el componente que más me ocupa es el lenguaje porque es el que me resulta más difícil. Me gusta la fuerza de una frase, aunque a veces una frase fuerte corre el riesgo de ser pomposa y es lo peor que le puede ocurrir a una frase. Tampoco me gusta en mi escritura (pero a veces sí en la de otros) las frases bellas pero vacías. Así que en ese sentido escribir requiere una buena capacidad de autocrítica, pero también hay que tener cuidado con eso. No exagerar, no destruir demasiado.

¿Cuál es tu proceso de escritura?

Escribo apenas me despierto porque por suerte tengo ese sueño que se desvela siempre alrededor de las 5 de la mañana. Por lo tanto hasta las 8 tengo tres horas de tranquilidad y de silencio. Escribo mucho, demasiado, porque después me fijo más atentamente en el resultado y me doy cuenta que sería mucho mejor si escribiera menos y con más cuidado. Saco cantidades y reescribo, pero últimamente estoy desconfiando de ese método de descarte. Alguna vez probaré escribir como Cesar Aira, poquitas frases cada día pero bien construidas, no volver sobre ellas, no corregir a cada rato, sino avanzar, seguir avanzando, un método más liberador o seguramente más productivo como él lo ha demostrado ampliamente.

¿Cuáles son tus influencias literarias?

Una pregunta complicada porque son tantas. Fui adicta a la literatura por nacionalidades.  Sobre todo a la francesa, a la rusa y a la japonesa. En la adolescencia, la época cuando leía continuamente (fui una pésima alumna porque estaba siempre leyendo en clase) tenía una debilidad por Balzac y Flaubert, Gogol y Dostoievski, y Akutagawa y Kawabata. A la literatura latinoamericana llegué al final del colegio secundario y por suerte fue una adicción que nunca me dejó una sensación de falta. Creo que la puerta de entrada a esa literatura fue Clarice Lispector pero también Julio Cortázar. A la literatura norteamericana y a la alemana llegué tarde, salvo por escritores que escribieron en alemán sin ser alemanes como Kafka, y a la británica no llegué o llegué mal. Nunca leí detenidamente a Shakespeare, lo que para un escritor es muestra de ignorancia, considerando lo extraordinario y asombroso que es su lenguaje. Estas son por supuesto literaturas mayormente centrales.

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