Darío Aguilar es un hombre con un registro corporal que evoca paz, tranquilidad, de mirada profunda y oscura, introspectiva, sensorialidades que aparecen en su obra, una paz convulsa, una neutralidad que estalla en modo hipersensible.

Nos encontramos con él para recorrer su muestra en Buenos Aires y hablamos de ésta y de su muestra en Córdoba. Nadamos en sus obsesiones y nos pertimitimos naufragar en sus obras, terminamos recorriendo su historia que incluye el paso por trabajos opresivos en el mundo del arte, donde convirtió la rebeldía en obra literaria, dejando en evidencia la necesidad de expresarse más allá de las condiciones externas.

¿Cómo nació Obras Náufragas?

Es una pintura del 2008 que se titula así. En esa pintura aparecen fragmentos de obras que fueron rechazadas por un determinado ente. Tiene que ver con mi libro Extensionismo, donde hay acciones en las que se apedrea a las obras, entonces se rompen algunas, se fragmentan. Se realiza un control de las roturas y las obras rechazadas van a parar a otro lugar llamado Zona Endeble. Obras náufragas es eso, obras que fueron rechazadas, que pueden sobrevivir en un lugar utópico, abierto, que pueden trascender el tiempo en una isla o en un espacio marítimo. De hecho hay obras que se fragmentaron o se rompieron y las seguí trabajando de esa manera, dejando en evidencia su fragilidad o inestabilidad.

 

Naufragio, 2014. Temple sobre yeso 50,5 x 70,6 cm

Naufragio, 2014. Temple sobre yeso 50,5 x 70,6 cm

Y esa obra náufrago ¿forma parte de esta muestra?

No. Me había gustado el título, la relación entre la experiencia vital y el acontecer en el mar, entonces lo traje acá. La verdad es que las obras coincidían con formas objetuales, tenían algo de objeto hallado, sobre todo los fragmentos. Me parece también por la manera en que está expuesto, en especial en la sala chica, con las vitrinas que recuerdan a un museo de ciencias. También por esto, la fragmentación, las marcas; hay obras que tienen desgastes que están hechos adrede o incluso obras que de verdad abandoné, las dejé en un lugar al aire libre por mucho tiempo, entonces se fueron desgastando, perdiendo el color. Quería que los trabajos dieran la sensación de haber sido encontrados, atravesados por el tiempo, como una especie de objeto arqueológico.

Esta idea de la obra náufraga nace en tu libro, contame un poco sobre eso. Cómo surge en vos esto de la fragmentación y lo que desaparece.

Es un libro que escribí entre el 2007 y el 2012. Creo que de por sí la pintura y el arte tienen que ver con eso, con trascender, con la posibilidad de que el objeto que vos produzcas te supere, supere tu vida. Ya de por sí la pintura, el arte en general, contiene esa fantasía y se da en forma de necesidad. Después situaciones de la vida y cosas que pasaron, como la muerte de mi padre y de mi tío Ángel. Fue como correr un velo, como un despertar. Se acentuó en mí la sensación de finitud, de desgaste. Las fragmentaciones fueron posteriores, en principio como un accidente, como un deseo de pérdida de sentido.

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¿Cómo se vincula para vos haber hecho un libro siendo artista visual?

Empezó como un juego. Vengo de un lugar bastante tradicional en mi formación y también en la manera de trabajar, siempre seguí un camino en el cual encontré constantemente referentes del pasado, digamos, no es una obra completamente contemporánea la mía. También por mi personalidad, por esa formación, y cómo la pintura siempre fue mi medio, en un momento llegué a sentir la presión de tener que hacerlo bien, incluso técnicamente, o simplemente me sentí agotado. Me parece que la escritura me permitió jugar cuando ya no podía, o sentía que estaba muy trabado con la pintura; entonces al ser un lenguaje que nunca abordé me dio la libertad de hacer lo que yo quisiera. Lo usé a veces como un descanso, si bien también me parece que la manera de escribirlo fue un poco trabajada como imagen, o por lo menos le di una intención poco lineal, iba pensando varias partes a la vez, que es en general la manera con que construyo mis imágenes.

El libro fue escrito en el contexto de las salas del Malba, donde yo era guardián, teníamos prohibido leer y escribir y era un poco esconderme de las cámaras de control para hacerlo, escribir todos los días algo, que empezó primero impulsado más por la ira y por el rechazo al medio del cual yo me sentía excluído, y me parece que el tema de la exclusión también está en las pinturas. Partes del libro se refieren a métodos para legitimar una obra, están organizados, enumerados, hay obras que son aceptadas y otras que no, toda una obviedad. Por lo tanto, para correrme de la exigencia de que la obra funcione y que yo agregue demasiadas pretensiones a la pintura, escribir era como hacerlo por mi cuenta, para jugar y para mí. Después quedó en forma de libro, le di una intencionalidad vaga. Traté de unirlo, pero al principio fue para jugar y para divertirme, incluso tiene partes que están escritas en tono paródico, de los textos curatoriales o de los textos históricos y después tomó una línea donde empecé a creerme ese discurso y ya dejó de ser algo que yo usaba para reírme. Terminé absorbido por ese tipo de escritura y quedó como un texto bastante cargado, barroco, un poco forzado, que ahora lo leo y pienso no escribo asi.

Te comió el libro…

Fui cambiando en el camino, porque también ese libro lo escribí cuando tenía veintipico de años y como tengo una formación bastante tradicional y, creo que antes de eso yo era un pintor de pueblo, era de Escobar y pintaba paisajes con mis amigos, había un desconocimiento del medio y del arte contemporáneo, había cierta inocencia en la manera de mirar la pintura y en la manera de mirar el medio, entonces llegar al MALBA fue conocer de golpe determinadas estructuras de legitimación desde adentro que en principio para mí fue una cosa muy fuerte y en la cual yo me ubiqué de alguna manera oponiéndome o no aceptándola, creo que parte de eso terminé asimilándolo en mi escritura y pintura o aceptándolo de alguna manera, como las curadurías, determinada serie de códigos, como con la escritura. Me trato de ubicar de una manera y después termino flexibilizándome.

 

Sin título, 2014. Temple sobre yeso. 50,5 x 70,6 cm.

Sin título, 2014. Temple sobre yeso. 50,5 x 70,6 cm.

En este caso esta muestra tiene una curaduría. ¿Cómo era tu imagen de la curaduría al principio y cómo es tu imagen de la curaduría ahora?

Para mí los curadores eran como los enemigos de los artistas y nosotros teníamos que ubicarnos de una manera donde no obedeciéramos y no cediéramos a ningún tipo de intervención (ríe).

¿En qué acción veías al curador, qué te llevaba a decir: este es mi enemigo?

Tal vez mi formación, a veces se siente la obra como una propiedad, algo que hay que cuidar. Hoy desapareció esa distancia, en la figura de artista curador, en los proyectos sostenidos por artistas. El curador tiene un lugar dentro de los medios, funciona como un nexo ante el público, se ocupa de cosas que el artista a veces desconoce o lo hace muy mal, centraliza cierta visión, entonces en esa formación había una idea del artista fuera de cualquier parámetro, que actua con total libertad. Con el tiempo entendí que esa libertad tenía ciertas limitaciones o condicionamientos y que no era tal, digo, generalmente uno termina decidiendo en relación a cosas que aprendió o que en algún punto conoce, como un reflejo. En el caso de esta muestra, es la primera que hago con curaduría, incluso siempre había elegido qué mostrar o no. Trabajar con Patricia Rizzo fue enriquecedor. Yo ya venía pensando la muestra, estas obras son la producción de los últimos dos años, la conocí a Patricia en el medio, le mostré mis trabajos, tenía el título, tenía las obras. Lo que hizo Patricia fue seleccionar y mostrarme ciertos hilos donde yo no los veía, me sorprendió porque en un momento llegue a pensar que mis trabajos eran inconexos. Y el conjunto funcionó bien.

En relación a la técnica, si bien hay diferentes técnicas, vayamos de a una…

Son temples sobre bloques de yeso, que en un principio armaba con moldes. El temple al huevo o a la caseína es una técnica muy tradicional, antecesora del óleo. La excepción del soporte son las maderas carbonizadas. El temple utilizado sobre yeso da como resultado una superficie pictórica extremadamente maleable, eso me interesó. Me permitió remover la pintura, lijar, raspar, hacer incisiones. El material transmite sensaciones de fragilidad e inestabilidad. Después hay variaciones de la técnica, en algunas obras el soporte fue teñido, no es que tiene una pintura en capas sobre el soporte. Tengo varios de esos trabajos que son más como experimentaciones, surgieron imágenes donde yo no controlaba el resultado final y la acción del material se imponía en la imagen.

Sin título,2014. Temple sobre yeso 100 x 70 cm

Sin título,2014. Temple sobre yeso 100 x 70 cm

Salvo la pared intervenida, que es algo que vos venís haciendo…

Si, esto fue más una sugerencia de Patricia y de Carla Rey, que coordina el espacio. La verdad tenía muchas ganas de pintar. Vengo de una muestra en Córdoba capital, en Espacio Rojo, que son pinturas en papel, acrílicos, témperas, trabajos que hice entre 2002 y 2010; venía de esa muestra, llegué, tenía poco tiempo, no pintaba hacía ya unos días y la idea de hacerlo en la pared fue una liberación, en cuanto a que pude, mientras armaba la muestra, pintar, que es lo que mas me gusta hacer. Pinto por necesidad, tiene un costado terapeutico también, lo necesito hacer y si no lo hago hay partes de mi vida diaria que pierden sentido, entonces la sugerencia de hacerlo en un tamaño mayor me vino bien. Ahora veo el resultado y reconozco en el gesto algo de frescura.

Los temas que vos pintás, más allá de esta idea más macro de fragmentos, son muy variados, van desde formas, texturas, algunas cosas más figurativas, cómo es tu proceso de trabajo, cuando te sentás a hacerlo, es una exploración, hay temas que te interesan…

Hay temas que se van repitiendo. Soy desorganizado, bastante caótico en la manera de trabajar. La idea de pintar sobre soportes de yeso, que los soportes se parezcan entre sí era un poco tratar de organizarme dentro de un devenir. Me había acercado a otros medios, como la escritura o video, venía trabajando de una manera bastante caprichosa, y fue como una vuelta al orden. Como un cambio de la historia del arte pero dentro de mi propio trabajo. Tal vez fue una resolución falsa, porque las disrupciones se dieron en las imágenes. El capricho se impuso de nuevo, o mas bien el goce del acto de pintar. Creo que invento ciertas limitaciones simplemente para incumplirlas.

Como con el curador…

Como con el curador (rie). Me parece que lo de las obras náufragas y que se repitan varias imágenes en la totalidad del trabajo, fragmentos de obras que habitan paisajes o que parecen abandonados en lugares, no fue una decisión, no es que yo trabajé de cero pensando en el título o pensando que la muestra iba a ir en determinada dirección. Me doy cuenta que es un tema que de alguna manera me obsesiona, pero cuando trabajo lo hago con cierta libertad y cuando tengo el resultado veo que hay constantes guiños a la historia. Estoy trabajando con temas de casi todo el siglo XX, del Siglo XIX, mucho de la pintura moderna. Los accidentes aéreos no, pero el naufragio es romantico por excelencia, muy explorados por la pintura y la literatura. Entonces constantemente voy recurriendo a ese imaginario del romanticismo, de la pintura moderna y creo que una vuelta que doy a esos temas es que a veces les quito dramatismo, o busco neutralizar esos efectos dentro de lo que son situaciones que de por sí ya tienen dramatismo. También creo que es por que hay una búsqueda de neutralidad en los colores, en los grises, rosas, celestes que trasmiten en general una cosa bastante calma o amena. Pero las representaciones no estan exentas de humor o pesimismo. Voy tomando temáticas de toda la historia, aparece la naturaleza muerta, el paisaje, faltaría un retrato. Eso lo pensé ayer. También trabajé en museos varios años, estuve todo el tiempo rodeado de colecciones y de pintura, creo que también influyó, y se agrega el hecho de no imponerme un tema. Constatemente voy sumergiéndome en recuerdos de pinturas que tengo y de ciertos pintores que me gustan y lo tomo abiertamente, no tengo ningún complejo en situarme en una tradición, es un medio que tiene una historia y la asumo, no estoy seguro de que haya encontrado algo particular; tal vez en esa disrupción constante haya algo, o en la elección de los colores. Acá hay un paisaje que tiene algo de una abstracción cincuentosa de Nicolás De Staël, allá una naturaleza muerta muy pintura argentina de los veinte. A cualquier cuadro le puedo encontrar referencias de pintores que me gustan.

 

Falopoli y Acogotani, 2014. Temple sobre yeso 50,5 x 70,6 cm

Falopoli y Acogotani, 2014. Temple sobre yeso 50,5 x 70,6 cm

¿Cómo fue tu formación como artista?

Empecé re chiquito, todo el mundo pinta cuando es chico, pero yo sentía que iba a ser pintor. Tengo un cuaderno de segundo grado donde preguntaban qué quería ser y yo escribí seré pintor y dibujé un pintor con su modelo. Después mi vieja me mandaba a talleres de pintura y cerámica. En jardín me acuerdo que me dejaban aparte y yo me quedaba todo el tiempo dibujando. De adolecente hice talleres en Escobar, con Juan Manuel Díaz Puerta. Terminé la secundaria y me metí en la Pueyrredón, mientras hacía algunos talleres. Después un punto importante es Ignacio Gerry, en el libro hay una referencia. Es un tipo que había estudiado con Spilimbergo y con Victorica, que deambulaba por estaciones de trenes, no tenía casa. Lo conocí dibujando en la estación de trenes de Campana. Él me dió clases en mi casa como dos años mas o menos, yo tenía un galponcito atrás de la casa de mis viejos y el tipo venía, durante el día se quedaba ahí, dibujaba. Un tipo con una formación muy tradicional y con un manejo de la técnica muy bueno. Aparte que también le encantaba contar historias de Spilimbergo, cosas de los talleres por donde había pasado, o de Cogorno, de pintores que yo valoraba y ese fue un punto bastante importante. En la parte técnica creo que ahí vi muchas más cosas que en la Pueyrredón y que en los talleres por los que había pasado. Por ejemplo, dibujábamos manos, que es algo que casi no se hace; una tarde manos, al día siguente piés, orejas, era muy esquemático, muy organizado, posábamos o alguien los hacía y dibujábamos. Me acuerdo que no le gustaba lo que yo pintaba, era muy estricto, muy clásico. Creo que me transmitió el cariño al trabajo y que la relación que vos tenés con la obra supera todo lo que pueda pasar con esta. La relación personal y el cariño hacia lo que uno hace me lo transmitió él. Es alguien que casi no hizo muestras, que iba con sus dibujos a todos lados, una relación vital con su trabajo. Me parece que está bueno, cierta ética dentro de la pintura y un respeto por los materiales, por la técnica, por lo formal. Después pasé por talleres, hice clínica con Diana Aisenberg, con Tulio de Sagastizábal; los típicos lugares de Buenos Aires, anduve por todos. Este año formé parte de las clínicas del Centro Cultural Conti que coordinaron Verónica Gómez, Andrés Labaké, Silvia Gurfein y Eduardo Basualdo. Estoy grande igual…

¿No querés estudiar más, decís?

Quiero aprender, pero ya pasé por varias clínicas, me cuesta adaptarme, no sé si volvería a ese mismo sistema. Lo que sí hago es seguimiento de obra con Verónica Gómez, tenemos encuentros cada unos meses. Es una artista que respeto mucho y que conozco hace años. Aprender más, siempre tengo una ubicación de estudiante, además doy clases, pero siempre me ubico en el lugar del que quiere aprender, no tengo la sensación de que voy a trasmitir al otro conocimiento desde una posición verticalista. Voy conociendo, viendo, aprendiendo de artistas más jóvenes que yo. Me gusta la actitud de estar abierto a ir mejorando. Soy bastante autocrítico, siempre estoy buscando algo mejor que lo que hice.

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¿Te gusta leer?

Me encanta

¿Qué te gusta? ¿Qué estás leyendo ahora?

Me metí a leer mucho sobre el tema del naufragio, ensayos de naufragios, Ignacio Padilla por ejemplo. Me encanta la literatura romántica. Un tipo que a mi me fascina es Kerouac. Me gusta Hölderlin, Blake, Henry Michaux, cosas muy diferentes. Pero si elijo a uno me quedo con Kerouac, leí todo, conservo los libros, no los presto, tengo una cosa de amor con él, con su figura, con su literatura, más allá de que no encuentro relación con lo que hago, pero tomé su figura, su mito, le tomé mucho cariño, me relaciono así, trato de ver que hay atrás y lo que me parece que hay atrás de la obra de Kerouac es una gran sensibilidad y una relación muy amorosa con la vida que es algo que últimamente me está despertando interés o estoy virando hacia ese lado.

 

 

 

 

 

 

 

 

Darío Aguilar. Ph. Kenny Lemes

Darío Aguilar Ph. Kenny Lemes

La obra de Darío Aguilar se puede visitar hasta Febrero en Ciudad de Córdoba, en Espacio rojo (www.rojoproductoradearte.com) y la muestra Obras Náufragas en Ciudad de Buenos Aires en Blogarte (www.arteblogarte.org) Alem 790, piso 12.

 

Sobre El Autor

Nació en 1986, rata porteña del sur de la ciudad. Trabaja desde hace doce años en Museo Nacional de Bellas Artes, en la actualidad como educadora. Es profesora de teatro y se forma como Docente en Lengua y Literatura.

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