La novela, basada en un hecho real, nos ubica en los años ´70. Son personajes que avanzan sobre una trama de ficción pero, en el revés de la misma, asoma lo testimonial. En esta historia aparece, una vez más, la verdad de la ficción. La muerte siempre presente. Y el acto de matar, sólo en algunos, ofrece dudas y contradicciones. Entre los ideales de una generación – entre la reivindicación de la justicia social-, entre la revolución y su precio -entre aquel presente y su futuro-, asoman las vacilaciones sobre el ejercicio de la violencia. Una reacción ante la represión política, cultural y social de las dictaduras.
Una novela que reedita uno de los peores pasajes de nuestra historia nacional, y una entrevista que invita a reflexionar sin agachar la cabeza.

Me gustaría que hablemos del origen de Una bala para el comisario Valtierra. ¿Podemos hablar de catarsis, de autocrítica, en algún punto, de lo autobiográfico y / o testimonial?

La novela está basada en un hecho real, ocurrido el 14 de noviembre de 1970, cuando un grupo de las FAL (Fuerzas Argentinas de Liberación) emboscó y mató al comisario Osvaldo Sandoval, conocido torturador que había participado en el secuestro y desaparición de Alejandro Baldú, miembro de la organización. En ese entonces yo era periodista del diario Crónica y recuerdo ese día porque, en la redacción, me sorprendieron dos episodios: que habían matado al comisario (sobre el que había escrito algunas notas) y que los autores pertenecían a la misma organización que yo. Podemos decir, entonces, que hay un aspecto testimonial. Naturalmente ese fue el disparador para que años más tarde escribiera el libro. El argumento y los demás personajes son ficticios. El Inglesito es la contracara de Valtierra, por sus convicciones éticas, por sus propias dudas y por la desconfianza que le producen algunos de sus propios compañeros de militancia.

El Inglesito, militante de izquierda cordobés y director de un centro estudiantil, perteneciente a una familia de un buen pasar: ¿lo podemos identificar como un emergente de un tiempo político, como un personaje emblemático y representativo de aquella realidad, como un militante inducido por un pensamiento colectivo, o simplemente como una “alma bella”?

En el nacimiento de las organizaciones armadas, el reclutamiento se produjo especialmente en los sectores universitarios, de clase media. De allí surgieron los principales cuadros militantes. Muchos de ellos eran destacados dirigentes estudiantiles o egresados que por su exposición pública pasaron velozmente a la clandestinidad y abandonaron sus tareas en los centros universitarios. Ya clandestinos era inevitable que asumieran tareas militares; algunos tenían predisposición a hacerlo. Otros no. El Inglesito es uno de los que no terminaban de acostumbrarse al ejercicio de la violencia. Fuera por su personalidad, por reparos éticos o por temor, el acto de matar lo perturba seriamente. Hubo varios inglesitos en aquella época.

Desde el punto de vista del Inglesito, qué podríamos decir sobre la legitimidad del accionar de aquellos grupos armados que enfrentaron al “poder”. ¿De qué manera, y hasta qué punto, habrían sido determinantes los ideales de justicia?

Los ideales de justicia eran legítimos y toda una generación de jóvenes se alzó contra la prepotencia militar y contra la pobreza. El hastío de la juventud tras años de represión política, cultural y social por parte de las distintas dictaduras empujó a una buena porción de jóvenes a tomar las armas. Para que eso sucediera confluyeron dos aspectos: el primero fue la Revolución Cubana, que aparecía como un modelo a seguir. Pero fueron las dictaduras militares el principal detonante que convenció a esa generación de que no había otro camino que el de la violencia armada. Sin partidos políticos, sin prensa libre, sin elecciones democráticas, todo contribuía a una respuesta de esa naturaleza. Era muy difícil sustraerse a ese clima en el que la Revolución parecía estar al alcance de la mano. Y fueron muchos los jóvenes que adhirieron a la propuesta de alzarse en armas.

Tanto tus personajes, como vos, ¿alguno se debate entre dudas y contradicciones?

Las dudas y contradicciones surgieron más tarde. Cuando Perón asumió con el 62 por ciento de los votos y las organizaciones continuaron con su accionar armado, la sociedad le dio la espalda a la guerrilla. Y era natural que eso ocurriera. Luchar contra las dictaduras se justificaba; hacerlo contra un gobierno democrático únicamente podía explicarse porque el objetivo final no era un régimen democrático, sino una revolución socialista. “Ni votos ni botas, fusiles y pelotas” es una síntesis perfecta del pensamiento de aquella izquierda. Lamentablemente, la reacción del gobierno de Perón fue tan violenta e ilegítima (Alianza Anticomunista Argentina) que esos años se convirtieron en una carnicería. En ese proceso, las dudas y contradicciones se profundizaron y tuvieron como consecuencia que prácticamente todas las organizaciones sufrieran desprendimientos que aceleraron su descomposición.

sergio bufano

Por un lado las ideas, las banderas y, por otro, las consecuencias. ¿El camino para justificar un resultado implica necesariamente esquivar la consciencia?

En la respuesta anterior hice referencia a las consecuencias que tuvo para las organizaciones armadas la decisión de seguir combatiendo aún con un gobierno elegido democráticamente como fue el de Perón. Por otra parte, los ideales, las banderas que levantábamos y la revolución que teníamos como horizonte aspiraba a que la humanidad viviera mejor, sin pobreza, sin opresión, en igualdad. Luchábamos para eso y en ese camino la muerte estaba presente. La revolución tenía sus costos en sufrimientos, en resignar el presente por un futuro mejor. Mientras luchamos contra gobiernos militares, contra la opresión política y social, mientras construimos y mantuvimos el apoyo al menos implícito de amplios sectores de la población a la que queríamos defender, las contradicciones -si las había- estaban en sordina (o estaban asordinadas).

En tu novela ubicás al Inglesito en la provincia de Córdoba, uno de los espacios territoriales más castigados desde que López Rega se pone al frente de la represión, una provincia intervenida y castigada desde el gobierno central. Recordemos la destrucción de los talleres del diario La Voz del Interior, hecho atribuido, en principio, a los agentes de la intervención federal; el haberse encontrado ametralladoras depositadas en el juzgado federal de Río Cuarto, que –según se decía– habían sido provistas por el Ministerio de Bienestar Social de la Nación. La presencia permanente en la Universidad Nacional de Río Cuarto de personal que, no obstante haber sido acusados por la comisión de delitos, seguían operando en la provincia prestando servicios a las órdenes de la intervención. Insistimos en este punto, el Inglesito está en Córdoba, donde se torturaba hasta la muerte, en democracia. Era un estudiante en un territorio hostil en el que eran detenidos y terminaban en la morgue. Se denunciaba que ingresaban a la dependencia policial con el nombre cambiado para disimular la detención y, después aparecían acribillados a balazos. Esto pasaba fundamentalmente en una seccional de la policía ubicada en el Pasaje Santa Catalina de la ciudad capital, detrás de la Catedral. ¿Hasta qué punto este escenario descripto fue determinante en el perfil del personaje y, hasta qué punto determinó su traslado a Buenos Aires?

Los traslados territoriales eran frecuentes para proteger a los militantes. El clima de violencia en Córdoba al que ustedes se refieren fue el resultado, como ya dije, de las directivas del gobierno de Perón de eliminar a la izquierda. No solo a la izquierda armada sino también a los militantes del Partido Comunista, de Política Obrera y de otros movimientos que estaban en contra del ejercicio de la violencia. La Triple A actuó con la impunidad que le otorgaba el Estado, con las armas que le proporcionaba y con el decidido objetivo de matar a todos los “zurdos”.

Sería interesante que nos hablaras de la violencia verbal contenida en los discursos políticos y parlamentarios entre 1973 y 1975. ¿Cómo calificarías, con una visión retrospectiva, aquel lenguaje que, sistemáticamente, apelaba a la metáfora de la guerra?

Efectivamente, la violencia cotidiana se expresó también en la palabra. La palabras y sus significados fueron violentadas. Era la consecuencia del clima de guerra que se vivía; cada legislador, cada ministro, cada sindicalista iba armado y con guardaespaldas. El principal ejemplo de violencia verbal que viene a mi memoria es el del Presidente de la Nación, quien por su investidura, no debería haber pronunciado: “el reducido número de psicópatas que va quedando, será exterminado uno a uno para bien la República”. En las solicitadas publicadas en los diarios firmadas por el CNU, la Alianza Libertadora Nacionalista, la Juventud Peronista de la República Argentina y otros grupos de derecha el lenguaje utilizado era de una violencia atemorizante.

¿Sería acertado hablar de intereses orientados a derrumbar definitivamente el estado de bienestar en Argentina y en la región?

Si la pregunta refiere a los 70 me permito una reflexión. El Estado de Bienestar, que se expandió en Europa y en América latina después de la Segunda Guerra Mundial aún no había mostrado los signos de debilidad que evidenciaría hacia fines de esa década. Pero para la militancia armada y no armada, de izquierda, la lucha era por la revolución y no por el Estado de Bienestar. Si la pregunta refiere al presente, creo que hoy existe en la región un enorme consenso en expandir los derechos económicos, sociales, políticos y culturales de la población. Ya no hay margen para retroceder sobre los derechos conquistados.

¿Podríamos decir que Valtierra es un personaje emblemático, cuyas características personales se reproducen en tantos otros que estuvieron al frente de la represión, de los grupos de tareas, de los secuestros, las torturas y los crímenes? ¿Podemos encuadrar a estos personajes en un marco de hipocresía, cinismo, locura?

En la historia son frecuentes estos personajes siniestros: Hitler adoraba la música y era tierno con sus perros, los torturadores en los campos de concentración nazis regresaban a sus hogares luego de un día de “trabajo” y jugaban con sus hijos y amaban a sus esposas. Valtierra está dentro de esos modelos: no le gusta lo que hace, pero lo hace porque es su deber profesional. Acata las órdenes. Ordena violar a una prisionera pero luego castiga al violador. Se enamora de una mujer pero prefiere tomar distancia para no perjudicarla porque sabe que él es una presa que tarde o temprano caerá. No creo que haya locura o cinismo, una buena porción de los seres humanos puede comportarse brutalmente sin problemas de conciencia.

bufano - valtierra

Te podemos preguntar por el Padre Mujica, por el diputado Ortega Peña, por Brito Lima y por Firmenich (por el papel que cada uno de ellos jugó en ese tiempo).

Mujica optó por la reivindicación de la justicia social pero repudió la violencia. Puso el cuerpo y vivió de acuerdo con sus nobles convicciones. Del resto prefiero no opinar.

Los hechos de la novela transcurren dentro de un contexto nacional que, en parte, ya describimos. Ahora, sería interesante relacionar estos hechos con el contexto internacional, con la geopolítica. ¿Qué podrías decirnos al respecto?

En el resto de Latinoamérica la situación era similar: desde México con Lucio Cabañas hasta el cono sur, las guerrillas eran activas: el sandinismo en Nicargua; las FARC y ELN en Colombia; De la Puente Uceda en Perú; el ELN en Bolivia; el MIR en Chile; el ALN de Marighela en Brasil; Tupamaros en Uruguay, por citar algunos. Y Europa no se quedaba no era ajena: Baader Meinhof en Alemania, las Brigadas Rojas en Italia. Inclusive Estados Unidos fue territorio de las luchas del Black Power. Todo el mundo parecía dirigirse hacia la revolución socialista; era una corriente de gran magnitud que arrastraba a jóvenes y no tan jóvenes a la lucha. Hoy podemos comprobar que todos esos proyectos fueron derrotados y el costo fue altísimo. Sin embargo, que algunos de esos participantes -como el Pepe Mujica en Uruguay- alcanzara la presidencia de la Nación es un mensaje que debe ser aprovechado.

Los medios de comunicación y, fundamentalmente, el periodismo –incluido el de investigación-, ¿qué papel desempeñaban en la década del setenta?

Sólo quiero ilustrar dos opciones en cada caso. Por una lado La Nueva Provincia, de Bahía Blanca, un baluarte de la reacción. Por el otro, The Buenos Aires Herald, con el compromiso de Robert Cox, que denunciaba las violaciones de los derechos humanos y las desapariciones.

Volviendo a Córdoba, a su Catedral y, entonces, a la Iglesia en general, ¿qué papel jugaba? ¿Dónde lo ubicamos a Primatesta?

La Iglesia en la Argentina tuvo oficialmente una actitud complaciente –para decirlo de algún modo suave- y fue cómplice porque como institución con peso político no denunció las violaciones de los derechos humanos, los abusos, las desapariciones en manos de la dictadura. Hubo excepciones, es cierto, no hay que olvidar a los curas y monjas que ya en esa época hacían una opción por los pobres.

Por último, te pedimos una reflexión sobre la memoria y el olvido (en todos los niveles).

Corro el riesgo de abusar, a fuerza de repetirla, de una frase del italiano Remo Bodei: “La memoria es un campo de batalla”. En ese campo se dirimen las distintas memorias que se construyen con diferentes voces, cada una de ellas intentando darle su propio sentido. En algunos casos son irreconciliables sencillamente porque se aborda la memoria desde antípodas ideológicas y desde las necesidades del presente. Las marcas que ha dejado en la sociedad argentina un pasado en donde la violencia fue sin duda la gran protagonista, no son fáciles de procesar, por las distintas interpretaciones de una historia que dejó un tendal de víctimas. Afortunadamente, hoy es la justicia la que dirime las controversias sobre el pasado: las condenas a los victimarios que utilizaron el Estado para imponer sus modelos políticos, económicos y sociales, ha transparentado y colocado en su justo lugar a los responsables de una historia de sangre. Esa parte está resuelta y la sociedad la incorporó a su bagaje cultural y democrático. Ahora bien, quedan, dentro del campo de la izquierda, algunas reticencias a aceptar responsabilidades sobre el papel que jugó en los años setenta. En los últimos años, afortunadamente, esas vacilaciones se han ido resolviendo y las reflexiones de algunos de los participantes van oxigenando la mirada sobre el pasado.

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Una Respuesta

  1. Maximiliano Milani

    Estimados:
    Excelente nota. Quisiera, en la medida de sus posibilidades, pedirles algún contacto de Sergio Bufano, también para la realización de una nota. Soy periodista. Mi celular es el XXXXXXXXX. Gracias!

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