Al cumplir los once años de edad, los niños de la aldea a la que pertenece Lejo Catapulto, deben cumplir mucho más que un año, cumplen con La Prueba. Esta prueba pertenece a una antigua costumbre entre sus ancestros. Le da mucho miedo a nuestro protagonista, que no podrá escapar y tendrá que ponerse cara a cara con su temor. ¿A quién no le pasó? ¿A quién no le pasa? Cuando vamos creciendo aparecen nuevos desafíos y ¿a quién no se le seca la boca cuando piensa en aquello que le da terror?

Ponernos a prueba nos da miedo. Alguien espera algo de nosotros, nosotros esperamos algo de nosotros ¿Cómo se enfrentan esos grandes retos de la vida?

Javier Aguirre, en Los Catapultos, nos presenta esta historia de nuevas pruebas y crecimiento. De ser más grandes enfrentando nuevos desafíos.

La novela abre interrogantes apropiados para chicos y grandes. Cada página nos permite una sutil reflexión.

Nuestra historia comienza con el momento de enfrentarse a un miedo, pero cuando el personaje se para ante él, los lectores sabemos que nuestro protagonista está a punto de vivir una gran aventura que trae aparejados nuevos conocimientos. Tomar nuestras propias decisiones y saber que seremos nosotros quienes asumiremos las consecuencias de nuestros actos. Una pequeña Odisea, una gran historia.

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¿Cómo es escribir una novela para niños y jóvenes sobre los miedos?

A chicos y a adolescentes el miedo les resulta un tema “suyo”, familiar, real, cotidiano, aunque los miedos sean un tema apto para cualquier edad y cualquier persona. Los Catapultos es una novela sobre miedo, pero también sobre aventura, riesgo e iniciación: el miedo, en todo eso, resulta un mal necesario.

¿Cómo surge la idea de la aldea de Los Catapultos?

La aldea es como una familia, como un barrio. Todos allí tienen mucho en común, se sienten parecidos entre sí y diferentes de los que están fuera de la aldea. La única manera de comprobarlo es salir de la aldea.

¿Cúales eran tus miedos en la infancia?

Que llegue la hora de irse a dormir, de apagar las luces de la casa y enfrentar la oscuridad a solas. Y los clásicos: los vampiros, el tren fantasma del Italpark, algún villano de Scooby Doo.

¿Te basaste en tu propia experiencia para la resolución de la novela?

Nunca me arrojaron por el aire con una catapulta gigante, la verdad… Aunque como Los Catapultos es un sinuoso viaje de retorno, la búsqueda de puntos de referencia, y eso de recordar –si estás lejos y en apuros– los consejos de los padres, seguramente sean recuerdos de mi infancia.

¿Cómo fue que empezaste a escribir cuentos para chicos-jóvenes?

Los Catapultos es una novela corta para chicos y adolescentes, antes de eso, había escrito algunos cuentos, y trabajado en periodismo infantil. En realidad, la historia vino sola, y recién cuando la tenía armada entendí para qué público era.

¿Cómo imaginás a tu público lector?

No lo imagino, pero espero que se esté divirtiendo al leer… Que la pase bien, que juegue a lo que le propongo jugar, que disfrute las apelaciones sentimentales, reflexivas o irónicas que, creo, hay en lo que escribo.

Los rituales de pasaje a la adultez forman parte de todas las épocas y culturas. ¿Cuáles creés que son estos rituales en el mundo moderno?

Están disimulados en muchas cosas, aunque hay algunos ejemplos muy simbólicos, y a la vez, muy reales. Tener la llave de casa. Empezar el colegio secundario y, aunque sea informalmente, la vida laboral.

 

Literariamente, los rituales de pasaje forman parte de la novela de iniciación. ¿Cuáles fueron las novelas de iniciación que te resultaron más memorables como lector?

Como lector… una película: la travesía de Luke Skywalker en La Guerra de las Galaxias, es la máxima aventura de iniciación para mí. Aunque la saga de novelas de Bomba, el niño de la selva, el tarzancito teen, también me atrapaban cuando era chico.

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¿Cómo se maneja el clima y la atmósfera en las narraciones infantiles? ¿Qué importancia le das estos elementos en tu narrativa?

En los niños es muy fuerte esa percepción mezclada con asombro, eso de mirar alrededor con atención muy intensa, aunque focalizada de otro modo, en otras cosas, que los adultos. El clima y la atmósfera tienen que ver con eso, así es que creo que en una narración infantil el entorno nunca puede ser un detalle, ni siquiera cuando en la acción central estén pasando cosas ampulosas o llamativas.

Como narrador, ¿cómo abordás en tu obra el trinomio “lenguaje, trama, argumento”?

No lo trabajo en términos teóricos, sino siempre con un método medio azaroso. El argumento me funciona como punto de partida… y de llegada: es lo que trabajo del cráneo para adentro, sin escribir más que algún apuntecito; forma parte de mi mundo interior. La trama la necesito después, para que me convenza la historia, para entender qué quiero decir con todo eso. Y el lenguaje se define por los personajes y por el público, lo trabajo sentado y con los dedos en las teclas, es la parte más placentera de la escritura.

Se considera que en los cuentos de hadas tradicionales, la fantasía estaba al servicio de un entrenamiento práctico para enfrentar ciertas crueldades del mundo adulto. ¿Cómo se transformaron estas estructuras en el panorama infantojuvenil contemporáneo siendo que habitamos un imaginario civilizado de “seguridad”. 

De todos modos, no creo que vivamos en un imaginario de seguridad. Creo que a los niños sapiens antes los amenazaba un tigre de dientes de sable, y ahora, otros peligros igual de escalofriantes… pero más impredecibles. Y mucho más numerosos.

¿Qué te gustaba leer de pequeño? ¿Tomás algo de esos materiales -estilos, imágenes- a la hora de escribir?

De niño leía muchas novelas de aventuras, heredadas de la biblioteca familiar (Roberto Louis Stevenson, Mark Twain, Jack London). Y ya por decisión mía, y a partir de los diez años, novelas policiales (Maurice Leblanc, Gastón Leroux), de terror (Bram Stoker, Stephen King) y Crónicas del ángel gris, de Alejandro Dolina, que fue revelador para mí. A la hora de escribir recurro siempre a las imágenes, sobretodo, las televisivas o cinematográficas. En mi cabeza, en cierto modo, las novelas son como películas que sólo yo vi, y que al escribir las adapto a palabras y fondo blanco.

¿Cuál es tu formación?

Soy periodista, egresado de TEA, hice cuatro años de Ciencias de la Comunicación en la UBA, trabajo también como guionista. Empecé a escribir desde muy niño, es algo que siempre formó parte de mi vida, con muchas encarnaciones, funciones y objetivos distintos en cada etapa, en cada edad. Parte de mi formación fue aprender a disfrutar de lo que escribo.

¿Quiénes son tus referentes? ¿Qué te gusta leer?

No soy un lector ordenado, sino un lector de rachas. Los escritores de los que soy fan: Lucio V. Mansilla (Una excursión a los indios ranqueles tiene iniciación, peripecia, aventura, política, sorna…), Jorge Luis Borges, Oscar Wilde, Roberto Fontanarrosa. Y los autores de novelas policiales (Georges Simenon, Henning Mankell, Petros Márkaris, Borges & Bioy Casares). Nunca dejé los policiales, amo la adivinanza.

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Javier Aguirre es periodista, guionista. Fundador y editor de la Revista Barcelona y redactor de la sección Espectáculos y del suplemento joven de Página/12.

Autor de:

– Los Catapultos (Ed. Galerna Infantil, 2015).

– Inspector Diamond Gerace y el Monstruo de la Laguna (Ed. Galerna Libros, 2013).

– Inspector Diamond Gerace y el Edificio del Sol (Ed. Galerna Libros, 2012).

Co-autor de:

– 200 años, el libro negro del Bicentenario (Ed. Gente Grossa; Buenos Aires, 2010).

– Ucronías argentinas (Ed. Sudamericana; Buenos Aires, 2008).

– Puto el que lee, Diccionario Argentino de Injurias, Insultos e Improperios (Ed. Gente Grossa, Buenos Aires; 2006).

– Diccionario de Rock Argentino (Ed. Musimundo, Buenos Aires; 2005).

También co-escribió el musical ¡Mueva la Patria!, la ópera-cumbia argentina (La Trastienda, Ciudad de Buenos Aires, 2009; ND Teatro, Ciudad de Buenos Aires, 2010) y publicó textos en Revista Ñ, La Maga, RollingStone y La García. Además, trabajó como guionista en las radios Mitre, Nacional y Ciudad y en las señales Telefé, TyC Sports, TNT, TNT Series, I.Sat, Infinito, Space, TCM, Warner Channel, truTV, HTV y Much Music.

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