Entre psicofármacos, anuncios en los diarios y voces en el contestador, Susana relata su travesía por encontrar quien cumpla una muy específica fantasía. Voces en el contestador, citas de bar, patología psiquiátrica. Una historia que puede ser real o una alucinación cubre un hecho censurable, pero que ante todo está ahí para ser interpretada, existe porque quien la cuenta tiene una idea sobre ella. Del otro lado alguien escucha y por momentos aparece. Esa voz crecerá hasta ser la narradora, no ya oculta sino cada vez con su interior más expuesto

Elvira Navarro en La trabajadora plantea vínculos entre el que cuenta, el que escucha y el que lee. Nuestra protagonista comparte su vida con una mujer que ocupa su casa y su mente, a partir de su llegada reconfigurará las prácticas y la percepción que tiene de sí misma quien cuenta la historia, Elvira.

Propietarios que especulan con los alquileres, pagos retrasados en la editorial en la que trabaja la protagonista e incesantes intentos por conocer un poco a su compañera de piso.

La convivencia será en La trabajadora el medio para encontrarse a partir del reflejo del otro o la excusa para evadirse de uno mismo, eclipsándose con la locura del otro.

Fotografías: Elba Fernández

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¿Cómo se construye el personaje de Susana?

No tengo un método para crear personajes. Estos van creciendo conforme avanza la narración. En el caso de Susana, al principio esta iba a ser sólo la caricatura de quienes huyen de definirse mediante el trabajo que realizan y aspiran a que los identifiquen con aquello que hacen en un tiempo libre más bien escaso. Y en esas estaba cuando se me atravesó el tema de la locura y el personaje pasó a ser otra cosa.

¿Cómo construyó el personaje de Elisa?

Trabajé como correctora para editoriales durante unos años. Lo normal era cobrar con un retraso de entre dos y tres meses, pero en una ocasión estuve hasta seis meses sin ver un euro. Y eso por no hablar de las tarifas, que eran ínfimas. El personaje de Elisa parte de ese sustrato biográfico. De esa precariedad que he vivido y que no es exclusiva del mundo editorial.

Los vínculos para Susana se presentan desafectados, contra-hegemónicos desde las prácticas y la estética, plantean uniones más complejas y ajustadas a la actualidad, me interesa una reflexión al respecto.

La literatura comercial no quiere demasiadas penas ni rarezas, y la literaria mainstream está presidida por la idea de que se es más genial cuanto más hable la ficción de sí misma o de grandes temas humanistas. No tengo nada contra el humanismo, salvo el que se presente como lo único  moralmente aceptable. Como un universal. Para un autor que busque el prestigio, salirse de ese lugar es un riesgo, pues a día de hoy eso es lo que suele entenderse como gran literatura. La locura, para ese canon, es demasiado desagradable y estridente. Rompe el gusto burgués, que es muy pacato. A la literatura le cuesta mucho desligarse de su origen burgués.

 

El panorama laboral es de los más desolador para la protagonista, que incluso piensa intentar como teleoperadora. ¿Cómo vincula este aspecto con la actualidad del mercado laboral y cómo lo vincula con la insanía e inestabilidad emocional?

Conozco gente que vive medicada desde hace años, y cuyos trastornos no son inseparables de su contexto social y económico. Ahora bien, en  verdad no creo que unas circunstancias precarias basten por sí solas para que se te vaya la cabeza.  Actúan también otros factores como los traumas, la predisposición temperamental… Lo que sí es cierto es que en la novela yo no quería meterme ahí, porque me hubiese llevado a escribir otra historia. Y hasta hace relativamente poco, rara vez los trastornos de este tipo se enfocaban desde el punto de vista de la precariedad material. Se ponía el acento en los antecedentes psicológicos o en cierta idea romántica de la locura.

En algunos personajes (Fabio, Elisa) el olfato parece ocupar un lugar muy particular, ¿cómo trabajó esta idea?

No fui consciente de ella. Creo que demasiado a menudo desde fuera se concibe el proceso creativo como si se tratase de una obra de ingeniería cuando lo cierto, al menos en mi caso, es que me guía la intuición. A menudo no sé el porqué de la recurrencia de ciertos recursos.

¿Cómo funciona la libertad en el intento de alcanzar objetivos en Susana y la obsesión crítica de Elisa sobre este comportamiento?

La libertad en Susana es fruto de la negación consciente de su propia identidad, lo que le permite construirse un poco a su antojo. El problema de Elisa es que proyecta sus miedos en Susana. Le horroriza verse con cuarenta y cuatro años, que es la edad de Susana, en sus mismas condiciones, teniendo que vivir como una estudiante… Elisa ha sido educada según los parámetros del Estado de Bienestar, y estos se han derrumbado sin que tal derrumbe haya supuesto un cambio en sus expectativas. Al final de la obra, cuando Susana parece a punto de salir del hoyo, a Elisa se le quiebra su paradigma, pues Susana pone en evidencia que la vieja lógica no sirve. Que tal vez no haya ninguna lógica.

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Los lectores seremos testigos de una proceso de lo locura ¿por qué decidió abordar este tema? y ¿ por qué en un contexto de “extraños” y no seres que son familiares entre sí?

No fue una decisión, sino un viraje inesperado, un impulso de escritura, un encuentro. En mi caso, y como he señalado antes, la escritura tiene que ver más con la intuición que con un plan. Supongo, de todos modos, que trataba de abrirse paso en La trabajadora uno de los temas que han estado presentes desde que escribo en todos mis libros: la identidad. Los trastornos mentales son un gran laboratorio para este asunto. Si lo hubiera desarrollado dentro del contexto de la familia habría escrito otra clase de novela donde el asunto fundamental habría sido la familia.

¿Cómo maneja el clima, la atmósfera, en sus narraciones?

Suelo usar descripciones largas en primera persona, donde los espacios se nutren del estado emocional del narrador protagonista.

¿Cómo aborda en su obra el trinomio “lenguaje, trama, argumento”?

Vuelvo a lo que he dicho antes: no hay un diseño, sino un ensayo. Marguerite Duras decía que escribir era descubrir, y añadía algo muy platónico: que lo que se quiere expresar está oculto, y que el proceso consiste en encontrarlo. En redescubrir.

¿Cómo funciona la memoria –olvido y recuerdo- en su literatura?

¡Como un invento más!

¿Cómo es su proceso de escritura?

Soy muy caótica. Nunca sé a ciencia cierta si lo que escribo es un cuento largo o una nouvelle, por ejemplo,  y estoy siempre con varios proyectos a la vez.

¿Qué le interesa leer?

Leo sobre todo narrativa. Los libros que me compré por Reyes pueden servir para contestar esta pregunta: El chino del dolor de Peter Handke, El hombre que confundió a su mujer con un sombrero de Oliver Sacks, El chal de Cynthia Ozick, Basada en hechos reales de Delphine de Vigan  y Los diarios de Emilio Renzi de Ricardo Piglia.

¿Cuáles son sus referentes?

Tengo muchísimos. Muy significativos en estos últimos años han sido Lydia Davis y Ana Blandiana.

¿Cuáles son sus lecturas fundacionales?

Crimen y castigo de Dostoievski, La colmena de Camilo José Cela y El amante de Marguerite Duras.

Sobre El Autor

Nació en 1986, rata porteña del sur de la ciudad. Trabaja desde hace doce años en Museo Nacional de Bellas Artes, en la actualidad como educadora. Es profesora de teatro y se forma como Docente en Lengua y Literatura.

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