En los últimos años, el libro álbum infantil ha dado un salto cualitativo, ampliando sus horizontes estéticos y conceptuales para abordar temáticas más comprometidas con realidades complejas. En su reciente visita a nuestro país pudimos entablar una breve charla con Catarina Sobral, autora e ilustradora portuguesa ganadora del premio internacional de ilustración en la Feria del Libro Infantil de Bologna 2014 y autora de propuestas como Mi abuelo, en el que nos habla del tiempo y vindica el ocio creativo o Achimpa, en el que aborda la abstracción del idioma, ambos editados en nuestro país por ediciones Limonero.

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¿Cómo iniciaste tu carrera gráfica y cómo terminás desembocando en esta aventura narrativa?

Estudié diseño y, después de trabajar como diseñadora durante un año y medio, me decidí a hacer una especialización, porque sentía que todavía sabía muy poco. Entendí que lo que más me gustaba hacer eran las imágenes para los carteles y que no me gustaba el diseño institucional (logotipos, imágenes corporativas, etc). Empecé a buscar master de ilustración. Siempre me encantaron los libros ilustrados, pero en ese momento me di cuenta de la capacidad de comunicación del libro álbum, libros que no eran restrictivos ni estereotipados. Me centré entonces en la para libros, aunque me guste mucho también la ilustración editorial para revistas y periódicos. De ese master surgieron, como ejercicios, mis dos primeras obras. El primer libro, que aún está inédito en español, surgió en el primer año de esa maestría. El otro, que es Achimpa, fue mi tesis. Nunca había pensado en escribir, pero pronto encontré el goce de cruzar imagen y palabra. achimpa_capa

Tus libros, al menos Mi abuelo y Achimpa, abordan conceptos abstractos, en estos casos el tiempo y la construcción verbal de la realidad respectivamente. Me interesa la decisión de abordar gráficamente estos temas.

Eso es lo que más me encanta de los libros ilustrados. Conseguir hablar de temas que, en principio, no son visuales. ¿Cómo dibujar el tiempo? ¿Cómo dibujar la lengua? Ese fue el desafío que me puse a mí misma. Pienso que está mejor resuelto en El Abuelo, aunque tampoco se dibuje el tiempo.

Pero sí narrás el uso social del tiempo.

Sí, exacto. Achimpa es muy divertido, me parece, pero en El Abuelo conseguí mejor que la imagen contribuya a comunicar el sentido. Achimpa puede leerse independientemente de sus imágenes, aunque no sea lo mismo. Pero el sentido de El Abuelo no se consigue comprender si no estás mirando las páginas.

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Una de las preguntas que te iba a hacer tenía que ver justamente con esto. Generalmente, el libro álbum se piensa con un anclaje muy fuerte en la ilustración: Muchas veces se puede seguir la historia con independencia del texto. Achimpa, creo, está pensando desde otro lugar y quería saber cómo abordaste esa construcción y por qué elegiste las imágenes que elegiste.

Porque Achimpa es como un objeto que, a lo largo de la historia, cambia de dueño, de definición. Lo que intenté hacer con las ilustraciones fue una especie de travelling urbano. Mostrar muchos escenarios diferentes y muchos personajes para dejar claro este cambio de dueño. Cada uno define la palabra como le apetece, con la estructura sintáctica que le apetece. Elegí mostrarlo desde el movimiento, con muy poca repetición de escenarios y de personajes, para que se entienda que el personaje principal no es ninguno de los que aparece dibujado sino algo abstracto como la palabra.

Cada uno de tus libros participa de una estética diferente. Achimpa tiene un arte más ligado al dibujo que podría hacer un niño, pero sus construcciones, evidentemente, no son infantiles. ¿Cómo trabajaste esta estética del dibujo infantil en relación con figuras del mundo adulto?

Lo trabajé con ausencia de perspectiva, con ausencia de cambios de escalas que son reales. Se ven, en el mismo plano, distintas escalas de tamaño tanto en las casa como en las personas o en los objetos. Tampoco hay punto de fuga. Los dibujos son muy bidimensionales. Cuando ves un escenario estás viendo, a veces, lo que está por detrás al mismo tamaño que lo que está al frente. Los niños, en su dibujo, suelen otorgar el tamaño de las cosas en relación  a su ligación afectiva con ellas.  Esa fue una de mis opciones. Otra fue la técnica, la utilización de los crayones y la manera de hacerlo. También la figuración de los personajes que, si bien nunca es próxima a las proporciones anatómicamente correctas, en Achimpa se vuelven más raros. En El Abuelo todavía están un poco más proporcionados.

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Pasando a El Abuelo, ¿cómo fue la búsqueda artística de estos colores plenos?

Yo quería hacer un libro en Pantone, que son colores que en portugués se nombran como “color de lata”. El verde del libro es tinta verde, no es una mezcla de azul y amarillo. Lo que hace que sea mucho más vivo, mucho más puro. Siempre me gustaron mucho los libros impresos en Pantone, es una estética que se utilizaba mucho en los ’50 y ‘60, en la época en que “el Abuelo” de la narración sería un joven. Busqué esa estética en el libro. También, como la superposición de dos colores complementarios da un color muy oscuro, cercano al negro, y siempre es necesario tener algo blanco y negro en la página para que una composición sea equilibrada, utilicé dos colores que son complementarios para armar la composición: el rojo y su complementario, que es el verde.

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Me interesa el uso de las referencias culturales que hacés en los libros. Por ejemplo, en El Abuelo aparece la famosa pintura de Pessoa que realizó José de Almada Negreiros, en Achimpa aparece Shakespeare and Company, El Ateneo Grand Splendid y varias de las librerías más características de todo el mundo. ¿Cómo seleccionás estas imágenes y cómo pensás que son percibidas, porque obviamente están dirigidas a los padres y no a los chicos?

No está deliberado en el inicio. Cuando pensé en el picnic de El abuelo, pensé en el cuadro de Manet. El cuadro de Pessoa, que hizo Almada Negreiros, me surgió cuando pensaba en cómo plasmar tiempos diferentes. S me ocurrió que una manera bella de mostrar el cambio de temporalidad en la gente era el paso del correo postal al correo electrónico. Podían ser utilizados para diferenciar al abuelo de su vecino. Cuando pensé en poner al abuelo a escribir una carta recordé una frase de Pessoa y pensé: ¿Por qué no utilizarlo como referencia? Estos anclajes culturales surgen un poco por azar en medio del proceso creativo y, si bien no son un objetivo inicial del libro, creo que agregan planos, suman sentidos y disparan interpretaciones en los lectores, si no los niños, sí los adultos.

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Ambos temas tienen relación con problemáticas sociales modernas. En el caso del lenguaje, dicen que construimos la realidad a través de las palabras y lo primero que se resiente en una época de crisis es el idioma. Ahora que el lenguaje cotidiano no supera las quinientas palabras, ¿Cómo se resiente nuestra percepción de la realidad? Por otro lado, está el corrimiento en la percepción del tiempo. Hay filósofos que están hablando de la aceleración del tiempo, mientras que la inmediatez exigida por la era digital plantea termina por nublar el espacio del ocio creativo, que me parece que es lo que reivindica El abuelo. ¿Qué te llevó a abordar estos dos conceptos?

Cuando hice Achimpa, Portugal tenía un gobierno de derecha que estaba creando muchas palabras nuevas. Los periodistas lo llamaban nova lingua, como, por ejemplo, una palabra que utilizaban mucho era inverdad para no decir mentira, casi todos eran eufemismos o palabras que el pueblo no entendía, que eran complejas. Estaban utilizando todo un sistema lingüístico nuevo para ocultar lo que estaban diciendo, lo que querían decir. Camuflaban sus verdaderas intenciones para disminuir, discursivamente, los daños que estaban haciendo. La mentira pasó a ser una inverdad. Achimpa fue un poco una crítica a eso. En el relato, la palaba Achimpa es analizada por distintos especialistas y opinadores que la definen primero como un sustantivo, luego por otros que afirman que es un adjetivo, mientras que la sociedad acepta estas definiciones acríticamente a cada momento. No hay una reflexión de los personajes sobre lo que la “autoridad” está diciendo. Fue una forma de criticar lo que estaba sucediendo.

En cuanto a El abuelo, me parece que uno de los motivos que me llevó a escribir este libro acerca del tiempo es haber sentido justamente esa aceleración que mencionabas. También me suele suceder el no encontrar tiempo, el estar siempre dividida en mil actividades, para realizar mis obras. A veces tengo momentos de epifanía en que siento no se puede vivir así, que sería mejor que consiguiésemos siempre encontrar soluciones como las de El Abuelo.

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En ese sentido, ambas obras funcionan como advertencia frente a una sociedad o una estructura de la realidad amenazante. ¿Tenés presente a los chicos cuando estás trabajando estos libros?

No, es como que a veces es un pensamiento tan personal que termina por volverse universal. Se trata de problemas que todos sentimos. Pero cuando trabajo los libros, lo hago pensando en lo que me apetece decir. Shaun Tan, que es un ilustrador y un artista maravilloso, dijo una vez que la responsabilidad del artista reside primero y, sobre todo, en el trabajo en sí mismo. Debe confiar en que va a atraer la atención de los otros por la fuerza de su convicción. Yo creo que eso es verdad, que cuando un trabajo es bueno, encontrará su público.

Sobre El Autor

Damián Blas Vives es actualmente es Director de Gestión y Políticas Culturales de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Entre 2016 y 2020 coordinó el Centro de Narrativa Policial H. Bustos Domecq de dicha institución y antes fue Coordinador del Programa de Literatura y editor de la revista literaria Abanico. Dirigió durante una década el taller de Literatura japonesa de la Biblioteca Nacional, que ahora continúa de manera privada. En 2006 fundó Seda, revista de estudios asiáticos y en 2007 Evaristo Cultural. Coordina el Encuentro Internacional de Literatura Fantástica y Rastros, el Observatorio Hispanoamericano de Literatura Negra y Criminal. Ideó e impulsó el Encuentro Nacional de Escritura en Cárcel, co-coordinándolo en sus dos primeros años, 2014 y 2015. Fue miembro fundador del Club Argentino de Kamishibai. Incursionó en radio, dramaturgia y colaboró en publicaciones tales como Complejidad, Tokonoma, Lea y LeMonde diplomatique. En 2015 funda el sello Evaristo Editorial y es uno de sus editores.

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