Jordi Sierra i Fabra (Barcelona,1947), es uno de los máximos escritores del género infanto-juvenil europeo. Con más de 500 obras publicadas y un reconocimiento extendido a otras disciplinas, este “animal literario” nos sigue sorprendiendo día día. Empezó a los ocho años con los primeros borradores, cuando la tartamudez lo aislaba por completo del mundo. A los doce les dijo a sus padres que su futuro era la literatura. Recuerda que al recibir la noticia sus progenitores lloraron porque descreían que el pequeño pudiera ser escritor. Sin embargo, como todo joven rebelde invadido por la revolución musical de la época, el rock frenético lo desmayó y ese grupo de cuatro flequilludos transgresores de Liverpool lo dejó bien cerca del abismo. Así Jordi Sierra i Fabra estiró sus pasos e inició el camino como coordinador de algunas revistas musicales como Disco Express, Popular 1 y nunca más se desprendió de su  camiseta rockera. A lo largo de esta carrera conoció y entrevistó a Lou Reed, David Bowie, Fredy Mercury, Janis Joplin, Jimi Hendrix, George Harrison, Madonna, entre otros. Ha publicado más de 60 libros de historia y biografías de artistas del rock – recuerdo el dedicado a John Lennon que guardo en mi biblioteca como un tesoro-; sin dejar de lado otros géneros literarios como el humor, la poesía, el guión cinematográfico, la ciencia ficción y todo lo cultivado con los relatos infantiles y la novela juvenil. Jordi discoteca (3)

Jordi Sierra i Fabra, ha ganado más de treinta premios literarios. En los años 2006 y 2010 fue candidato por España al Nobel de literatura juvenil, el premio Hans Christian Andersen; en 2007 recibió el Premio Nacional de Literatura del Ministerio de Cultura, en 2011 fue el primer autor de LIJ en formar parte del Patronato del Instituto Cervantes, en 2012 mereció el Premio Cervantes Chico por el conjunto de su obra, y en 2013 recibió el X Premio Anaya. Las ventas de sus libros superan los diez millones de ejemplares. En 2004 creó la Fundación Jordi Sierra i Fabra, en Barcelona y la Fundación Taller de Letras Jordi Sierra i Fabra, en Medellín, como culminación de toda una carrera y de su compromiso ético y social. Desde entonces se concede el premio que lleva su nombre a un joven escritor menor de dieciocho años. En 2010, sus fundaciones recibieron el Premio IBBY-Asahi de Promoción de la Lectura. Es un viajero incansable y trabaja sin descanso. En este mismo momento se encuentra en Colombia organizando su tarea. Trato de sacarle algunas precisiones sobre el libro de Bob Dylan que aparecerá en febrero y del que tengo parte del texto. Me pide disculpas. Jordi nos acerca al cantante del que tanto se dice y especula. Sabemos que Dylan se ríe de todo y lo hace para demostrar su vigencia más allá de Soplando en el viento. Bob es un agitador que domina la calidad del ídolo de culto y cuyo carisma lo transforma en leyenda. ¿Cómo fue su vida? ¿Cómo se gestó el mito? ¿Qué hizo, por qué lo hizo y cuándo lo hizo? ¿Por qué la Academia sueca lo ha inmortalizado con el máximo galardón del mundo de las letras? ¿Por qué no fue a la entrega? ¿Por qué tardó en aceptarlo? ¿Por qué Patti Smith?. Sólo algunas de las preguntas que los fanáticos se hacen cuando se recorre la trayectoria de Dylan. Lo acorralo: ¿Es importante el Nobel para Bob? “Es una bofetada para todos esos intelectuales que se miran el ombligo, los mismos que a mí me miran por encima del hombro porque escribo muchos libros y encima los vendo, qué hortera. Es mejor vender 2.500 ejemplares y ser un intelectual y no un tío como yo, que llega a la gente. Es un premio a una generación: cuando se lo dan a Dylan, me lo dan también a mí, porque soy de esa lucha, de esos años rebeldes”. Lo aguijoneo con la historia de ser un “animal literario”: “Me sigo reinventando, que es mi clave. Un artista  si no se reinventa constantemente y cada cinco o diez años encuentra una nueva fórmula, se muere el éxito. La gente me pregunta si no me he jubilado. Te jubilas si trabajas en algo que odias y quieres dejarlo, pero un artista a mi edad está en lo mejor de la vida”.

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Aprovecho mi condición de hemingwayano y le tiró de la lengua para que me diga sus raíces literarias: “Mira, si yo fuera un escritor pedante, te diría “bueno, la verdad es que mi actividad literaria… los rusos, siglo XIX, pero luego ya Hemingway, Faulkner,… Stendhal, por supuesto. Eso es lo normal. Yo tenía que alquilar libros por dos reales; alquilaba libros cutres y horteras, como yo. Yo no leí a Julio Verne o libros buenos hasta la adolescencia. Porque los libros de alquiler valían tres pesetas, y yo prefería leer seis libros malos que uno bueno, porque no tenía más dinero. Y ya está, sigo siendo un burro, soy un tío muy inculto, me formé leyendo y viajando. Si soy listo de alguna forma es porque he viajado mucho, y porque mis libros me han enseñado que cuanto más escribes, mejor. Uno de los libros que me marcó fue El filo de la navaja, de William Somerset Maugham; ¿De qué va el libro? Da lo mismo, el prota es una buena persona. Y al leerlo, dije “yo quiero ser igual”. El tío va y es capaz de renunciar a todo por ser fiel a sus principios, hacia lo que sueña y a lo que ama. Y ese personaje me inspiró mucho. El otro libro fue El manantial, de Ayn Rand. Va de un arquitecto que tiene unos principios éticos inamovibles. En la novela crea un edificio, donde cuando ya está todo acabado, viene el dueño y le dice “pondremos un par de cosas…”. Entonces, el arquitecto destruye su obra. Le juzgan, y en el juicio él defiende que la obra no es del que la compra, es de quien la crea. A mí eso me pareció sublime. Yo soy el autor de mis libros, y estoy creando algo. Lo podéis comprar, llegáis a vuestra casa y sí, es vuestro libro, pero lo que hay es mío.”

Me aprovecho y le pico con los consejos: “¿Consejo, yo? No te fíes de la gente que te aconseja. La gente que da consejos es la que menos los sigue. Si yo he de decirte “lee cada día”, eso tienes que saberlo tú. O si yo he de decirte “cada día escribe algo, lo que sea, aunque sea cortito, aunque sea un diario”. Si alguien quiere ser escritor, tiene que saberlo él. ¿Qué es ser escritor? ¿Dónde se estudia eso? No hay nada que diga que vas a serlo, cada cual sigue su camino como ha querido, como ha podido. Yo me metí en la música, fui crítico musical. Y cuando lo fui, lo dejé todo y seguí escribiendo. Pero hay veces que ya te has casado, tienes hijos, estás trabajando en un trabajo de mierda porque tu sueño, no has luchado por él,… Si das un rodeo, no pierdas de vista tu objetivo. ¿Quieres ser escritor? Vale, fórmate, trabaja en lo que sea pero nunca dejes de perseguir tu sueño.”

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Vuelvo al libro 99 razones para amarlo (o no)/  Qué y quién es quién en el universo dylaniano), que tiene como antecedente Buscando a Bob y Bob Dylan, escrito junto a Jordi Bianciotto y seguramente también ligado a Historia del Rock. Acá la revitalizada pluma de Jordi nos refrescará datos que para los más jóvenes pueden resultar desconocidos como que Robert Allen Zimmerman (Bob Dylan) es un judío convertido al catolicismo en 1970, que fue arrestado por ser confundido por un mendigo en 2009, que sufrió una pericarditis en 1977, que es vegetariano, que fue el primero en darle marihuana a los Beatles, que es un excelente jugador de ajedrez, que en el verano de 1961 recibió su primera paga (50 dólares), por tocar la armónica junto a Harry Belafonte, que en 1963 lo descubre Joan Báez y lo presenta en el Festival Folk de Newport y desde entonces comienzan un vínculo intermitente por dos años.

El libro está dirigido a un público juvenil que sabe más de Dylan por sus mayores que por los conciertos recientes. Pero es un documento para los amantes del rock y de aquellos nostálgicos que siguen pegados a una adolescencia tardía. A todos debemos decirles que el cantante ya pasó las 3 mil presentaciones y que ahora está más calmo, más encerrado en el mundo de la escultura, como lo demuestra en su Portal, una verja-entrada hecha de hierro de aproximadamente 8 metros por 4 y medio, realizado para MGM National Harbor Casino de Maryland donde incluye, arcos de ruedas, cadenas, rezagos de maquinarias agrícolas, juguetes de hojalata, utensilios de cocina, armas de guerra, paletas de ventiladores y piezas de automóviles.

Basta de preámbulo, esto no es una primicia, sencillamente el principio de la historia que estoy convencido será un éxito.

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Adelanto de Bob Dylan. 99 razones para amarlo (o no)

 

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 Se puede nacer en cualquier parte, ¿no?

 

De entrada, seamos simples o prácticos. Vayamos a la inefable wikipedia y tecleemos «Duluth, Minnesota». Ahí nos enteramos de que es una ciudad del norte del estado de Minnesota situada al borde del lago Superior. Luego, te suelta el rollo: «La principal actividad es la industria y el comercio de materias primas con otras ciudades de EE.UU. y Canadá situadas en el lago Superior y el resto de los Grandes Lagos. Entre las materias que destacan por su comercio están el carbón y los minerales. Debido a las crisis propias de las ciudades de este tipo, se ha desarrollado el sector turístico, que tiene su punto principal en la entrada fluvial del lago Superior al puerto de Duluth».

¿Bien? Pues vale. Eso es lo que dice hoy. Pero ¿y en 1941, en plena guerra mundial? Ah, esa es otra historia. La misma wikipedia agrega hoy, al final de ese primer párrafo: «Es la ciudad natal del cantautor y premio Nobel de Literatura Bob Dylan».

Y, en efecto, ¡bingo! El señor Robert Allen Zimmerman, hijo de Abraham Zimmerman y Beaty Stone, comerciantes judíos de clase media, nació en Duluth, Minnesota, el 24 de mayo de 1941, aunque, por mucho que se apropien del mérito, se quedaron sin la que iba a ser su mayor atracción turística futura a los seis años, cuando los Zimmerman hicieron las maletas y se mudaron a… Hibbing. Cabría hacer la misma pregunta: ¿dónde diablos está Hibbing?

 Bien, esa es otra historia. 

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¿Dónde diablos está Hibbing?

 

Robert no fue el único niño de la familia. En 1946 le cayó un hermano del cielo: David. ¿Qué sabemos de él? Poco: formó una banda en los años setenta, grabó algún disco, escribió canciones y su hijo Seth siguió la tradición creando también un grupo llamado Tangletown. Punto. Hablábamos de Hibbing.

Si Duluth era una ciudad pequeña, Hibbing también cumplía este requisito. Esta vez pasaremos de la wikipedia. Situada en el mismo estado de Minnesota, forma parte del llamado Mesabi Iron Range (Cinturón de las Colinas de Hierro). En aquellos años (1947), era un centro de refugiados, lejos del lago pero próxima a la frontera con Canadá. ¿Frío? Todo el del mundo. Pero la familia de Beaty, la madre de Robert, tenía negocios allí, y la cosa prometía más que lo de quedarse en Duluth. Así que los Zimmerman hicieron las maletas y se mudaron. Su casa estaba en la Tercera Avenida. Abraham pasó a ser socio de la empresa familiar, la Micka Electric, dedicada a la ferretería y la electricidad e instalada en la Quinta Avenida (que no era precisamente la de Nueva York).

Es hora de decir que Robert…, de acuerdo, vamos a llamarlo ya Bob, no fue un niño pobre ni maltratado ni problemático ni nada de eso. Su aureola posterior es otra historia. Creció comiendo tres veces al día y, pese a la segunda guerra mundial y los años de recuperación económica, fue feliz. No le faltó de nada. La mayoría de los famosos lo pasaron mal de niños, pero no fue su caso. La suya era una familia de clase media, con todo lo que ello comporta. Como tantos otros niños, a los diez años tuvo su primera guitarra y su primera armónica. La música ya lo motivaba más que estudiar. Pero en 1951 el rock and roll aún no existía. Como mucho, el rhythm & blues, pero en Minnesota…

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Cuando eres adolescente, la música lo es T-O-D-O

 

Ya con su guitarra, ¿cuál era el siguiente paso? Evidente: componer algunas canciones. Cualquiera sabe que tocando la guitarra y cantando se liga más. Bob escribió sus primeros incipientes poemas, y, en 1954, a los trece años, empezó a rondar por Cripa’s. ¿Una heladería? ¿La hamburguesería de Hibbing? ¿Un burdel camuflado? No, la tienda de discos más importante de la ciudad, instalada en la calle Howard.

Si algo tenía Cripa’s era la variedad. De acuerdo, la música americana de comienzos de los años cincuenta aún estaba dominada por Sinatra y compañía, pero la música de los negros no estaba del todo confinada a las catacumbas del gusto popular. Cripa’s tenía de todo, y por supuesto también rhythm & blues. Sin embargo, el primer héroe de nuestro Bob fue el genial Hank Williams, que había muerto un año antes.

Hank era el gran cantante de country del momento (su influencia en la música americana fue enorme), y también el adalid del honky tonk. Su prematura muerte, a los veintinueve años, se debió a su precaria salud. Había nacido con la espina bífida, pero no manifestada, oculta, así que los problemas con la columna, los dolores constantes y otras historias lo llevaron al alcohol y las drogas. Uno de sus grandes éxitos fue Jambalaya.

Bob empezó a cabalgar por el mundo de la música absorbiendo todo lo que oía, picoteando de aquí y de allá. Le faltaba un empujón, algo que le abriera su propia caja de Pandora llena de sorpresas.

O sea, le faltaba esa cosa endiabladamente única que era, fue, es y será el rock. 

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En el cine viendo Blackboard jungle

 

El 25 de marzo de 1955 se estrenó en Estados Unidos Blackboard jungle (en España, Semilla de maldad. Muchas personas la confunden con La jungla del asfalto, de 1950, con una debutante Marilyn Monroe). En ella, un maestro lleno de ideales (Glenn Ford) se enfrentaba en territorio hostil a un grupo de alumnos a cuál más impresentable, entre ellos Sidney Poitier. No era más que otra película de ambiente juvenil, pero… estaba la música: puro rock and roll y rhythm & blues, comenzando por el primer rock histórico, Rock around the clock, canción grabada el 12 de abril de 1954 por Bill Haley & The Comets. No es extraño que esta fecha esté considerada el pistoletazo de salida del rock and roll, aunque el éxito de Haley se produjera un año después, también gracias a la película.

Miles de jóvenes, de costa a costa de Estados Unidos, se quedaron sin aliento sentados en sus butacas. Sin aliento, pero moviéndose como condenados. Aquello era ¡música! Aquella era la puerta el futuro. Así que salieron en manada de los cines dispuestos a tocar la guitarra, cantar y cambiar el mundo. Uno de ellos fue un chico a punto de cumplir los catorce años llamado Robert Zimmerman, que ya tenía su guitarra y su armónica, y escribía canciones. Unos días después Bob formó su primer grupo. 

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The Golden Chords, el peor nombre para un grupo, pero…

 

Al poco de haber visto Semilla de maldad, Bob llamó a un puñado de amigos tan locos como él por la música. Los miembros de la banda fueron Leroy Hoikala y Monte Edwardson. El problema era que Monte tocaba la guitarra mejor que él, así que Bob se pasó al piano. Leroy era el batería. Se fueron directamente al rock and roll y al rhythm & blues, nada de country & western. Su primer gran «versioneado» era un loco que tocaba el piano, vestía estrafalariamente y lucía un ridículo bigotito sobre su eterna sonrisa y bajo la gomina del pelo: Little Richard. Para muchos el tipo que mejor definió lo que era el rock and roll. Lo hizo con una simple frase de su canción Tutti-frutti: «A-wop-bop-a-loo-bop-a-lop-bam-boom».

En 1956 y antes del boom de Elvis Presley, Bob bautizó a su grupo con el pomposo nombre de The Golden Chords. Megalomaníaco. Estridente. Pero hay que perdonarlo: tenía quince años. Comenzaron a tocar «casi» en serio en fiestas y en las clásicas reuniones campestres a las que son tan dados los americanos (en las que las mujeres llevan tartas y tal). También se presentaron a un concurso de grupos en el Memorial Building, algo así como la casa comunal. Quedaron segundos (lo cual no le hizo la menor gracia). Ya era un rebelde. James Dean también había muerto conduciendo su Porsche en 1955. Él no fue menos y consiguió que le compraran una moto, una Harley Davidson de segunda mano. Eso diez años antes de que casi se matara con la Triumph del 66.

Los Golden Chords se separaron. Como todos los grupos, novatos o famosos, discutieron acerca de la dirección a seguir. Bob insistía en acercarse a la música negra. El resto prefería el rock urbano, más que callejero. No hubo acuerdo. Pero en otoño  el futuro genio ya había reclutado a otros miembros, Larry Fabbro, a la guitarra, Bill Marinak, al contrabajo, y Chuck Nara, a la batería. Él seguía al piano, como Little Richard o Jerry Lee Lewis. Tampoco destacaron, y comenzó el carrusel de cambios que se prolongaría a lo largo de un año.

En octubre de 1957 el amor llamó a las puertas del chico. Ya tenía dieciséis años y medio y estaba en edad.

 Derechos reservados por editorial Planeta

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Hasta aquí las primeras páginas… ¿se quedaron con ganas de más?… falta poco. Acordé con Jordi retomar la charla después de sus travesuras por Colombia. Mientras tanto les apunto que la obra sale a la venta el 1 de febrero en todas las librerías españolas. Editada por Destino (Planeta) en su colección Crossbooks, a un precio de 12 euros y como libro electrónico (Epub2) a 7 euros. En Argentina aparece la segunda semana de marzo.

Sobre El Autor

José María Gatti es psicólogo social, periodista e investigador.. Se especializa en la obra de Ernest Hemingway y colabora en distintas publicaciones del extranjero analizando la vida del escritor. En 2010 su bitácora www.lapipadehemingway.blogspot.com fue seleccionada por Technorati, el principal buscador automático de blogs, entre los 10 mejores blogs temáticos sobre Ernest Miller Hemingway. En el 2012 su cuento La leyenda del vino resultó finalista en el Concurso de Relatos Cortos Tinta, sangre y vino, organizado por las Bodegas Paternina (Logroño -España), con motivo del 55 aniversario de la visita del escritor a la bodega. En mayo de 2014 participó como ponente, con su trabajo Lo policial en Hemingway, del Cuarto Festival Azabache. Negro y Blanco, en Mar del Plata (Argentina). En setiembre, representó a la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, en el V Festival Medellín Negro (Colombia) con su ponencia El sicariato colombiano en Argentina. Ha publicado Tres ensayos sobre arte latinoamericano (1980), En tren de charlas (1982), Hola Hemingway. Una mirada centenaria (1999), Ladrón de desalmados (2004), Gente de palabra (2005), La pipa de Hemingway (2008), Víctimas Inocentes (2013) y Carne en flor (2015).

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