Excelente película dirigida por Mia Hansen-Love e interpretada en su personaje central por Isabelle Huppert (Nathalie), a quien acompaña un grupo de notables actores. Dos vectores predominantes, entre otros, traza la directora en el desarrollo de la trama. Uno es, sin duda y desde el comienzo, un vector de carácter político que a la vez comporta un interrogante que no es de los menores: ¿qué es “ser de izquierda” en la actualidad? Nathalie arriba, en la primera escena del filme, a la Facultad donde imparte clases y se encuentra con un reclamo de alumnos que deriva en una huelga; su posición es inequívoca: “Aquí se viene a estudiar.” Aquello que convierte esta enunciación en una perfecta paradoja es que Nathalie es un fruto dorado del mayo del ’68 y en su juventud estuvo afiliada al P.C. francés. No deja de resultar inquietante, además de inteligente, el modo en que Hansen-Love plantea la brecha generacional: una izquierda que se resuelve en la praxis y otra que se recuesta en la nostalgia de lo que no pudo ser. El otro vector que atraviesa todo el filme es la compleja personalidad de su protagonista.
En diálogos breves y contundentes se van desplegando las escenas principales de esta mujer que ha pasado los sesenta años de edad. Su dos hijos,una mujer y un varón, están independizándose del hogar, y ella y su esposo (André Marcon en el rol de Heinz) son profesores de Filosofía dedicados a la docencia universitaria.
Nathalie es una mujer muy firme con sus alumnos, muy sólida en sus conocimientos e inflexible en sus ideas. En su hogar se la ve en una relación de confrontación intelectual y una distancia emocional marcada respecto a su marido.
Sólo es más dulce y comprensiva con su madre, que ya, muy mayor, la demandará a toda hora y ella, hija única, correrá en su auxilio siempre, hasta que la gravedad de la situacion la obligue a llevarla a un geriátrico.
Entretanto, su marido será confrontado por su hija que le pedirá que elija entre la esposa y otra mujer, con la cual está saliendo; Heinz decide abandonar el hogar y establecerse con su amante.
Desde el punto de vista psicológico, Nathalie es una personalidad compleja, muy sostenida en su parte intelectual, lo cual ha logrado merced a negar todo su costado sensitivo, esto daría como resultado su rigidez de carácter.
Es una mujer cuyo rasgos narcisistas le impiden conectarse con los otros con generosidad; entre los cuales, su sentido de autoimportancia le hace obstáculo para escuchar los cuestionamientos que se le hacen respecto a sus ideas, se ofende y resiente sin poder evaluar las opiniones de los demás. Son claves las escenas de discusión con los alumnos, o cuando es confrontada por sus editores. Nathalie, al cabo, ha realizado aquello que era el deseo de su madre: finalizar una carrera universitaria; de esa manera la ha colmado, y de esa manera se constituyó en el falo de la madre: “… La demanda de amor no puede sino padecer de un deseo cuyo significante le es extraño. Si el deseo de la madre es el falo, el niño quiere ser el falo para satisfacerlo. Así la división inmanente al deseo se hace sentir ya por ser experimentada en el deseo del otro, en la medida en que se opone ya a que el sujeto se satisfaga presentando al otro lo que puede tener de real que responda a ese falo, pues lo que tiene no vale más que lo que no tiene, para su demanda de amor que quisiera que lo fuese…”. Lacan, “La significación del falo”.
Esta madre aparece con rasgos que a Nathalie la fascinan: ha sido una mujer muy bella, sensual, femenina, coqueta y amante de los hombres.
Todas estas condiciones ella las vive a través de su madre y ha sublimado todo ello en su parte intelectual, en ser antes que nada una profesional prestigiosa, como ella misma se definirà y como es querida y valorada por su madre.
Nathalie, a pesar de sus años, no ha podido salir de este lugar de hija. Esta fijación es tan potente que no ha logrado jugar a fondo su rol de mujer en la vida. Por eso se la ve fría e indiferente con el marido, aunque dirá cuando éste la deje: “Yo creí que me ibas a amar toda la vida.”
Quizás a esa altura, en su plena madurez, abandonada por el marido, cuestionada por su alumno-admirador (una ponderable actuación de Roman Kolinka) y por lo editores de sus libros pueda comenzar a preguntarse qué tiene que ver ella con esto que le ocurre.
La muerte de su madre la enfrentará a una pérdida importante que quizás le permita ubicarse en otro lugar.
Su hija ha tenido un bebé al cual ella acunará entre sus brazos con mucha dulzura, y en ese momento se produce una escena que con sólo dos frases denotará la problemática de la hija, quien romperá en llanto ante la salida de su padre del sanatorio al tiempo que Nathalie comentará en tono de sorna: “Al fin se fue.” Uno podría preguntarse si este llanto aludirá a la escena en que la hija conmina a su padre para que defina su ambigua situación entre la mujer y la amante, ya que tal no sería el lugar que le corresponde a una hija, pero si tenemos en cuenta el complejo de Edipo tal y como lo establece Sigmund Freud (el enamoramiento de una hija hacia su padre y la rivalidad con la madre), esta hija, usurpando el lugar materno, lo pondrá a su padre frente a una disyuntiva de hierro: “Ella (la amante) o yo (la madre)”, y el padre, nuevamente, elige otra mujer.
Un drama que retorna para esta hija, fuertemente atravesada por su fantasma edipico; también para ella, la llegada de su primer hijo le permitirá salir de ese lugar infantil; vale decir, dos mujeres (madre e hija) pugnando por acceder a una lugar más sólido y maduro en sus vidas.
Quizás para Nathalie, esta etapa de libertad, sin marido, sin madre, con los hijos fuera del hogar, la ayude para aprovechar este encuentro con su sombra, de la que Jung dirá: “… la sombra, está constituida por el conjunto de las frustraciones, experiencias vergonzosas, dolorosas, temores, inseguridades, rencor, agresividad que se alojan en lo inconsciente del ser humano formando un complejo, muchas veces, disociado de la consciencia. La sombra contiene todo lo negativo de la personalidad que el yo, que es el centro rector de la parte consciente, no está siempre en condiciones de asumir y que, por lo mismo, puede llegar a frenar la manifestación de nuestra auténtica forma de ser y de sentir.”
Estará en este porvenir que anuncia el título de la película, la posibilidad de asumir aquellas cuestiones de su inconsciente que le han hecho destino y cambiarlas ahora que, como ella dice, “tiene toda la libertad que nunca tuvo”.
EL PORVENIR
Francia, 2016
Dirección y guión: Mia Hansen-Love
Intérpretes: Isabelle Huppert, André Marcon, Roman Kolinka
Hacer Comentario