Con una base de cuentos que van creciendo -tanto on-line como en papel- de la misma manera que el bosque que crece por las noches y traga todo a su paso, la obra del uruguayo Pablo Dobrinin va haciéndose notar y toma forma en El Mar Aéreo, una colección de seis relatos fantásticos editado por Fin De Siglo.

A lo largo de estos relatos, Dobrinin ahondará en los solitarios o abandonados y los guías que ellos aceptan desesperados, las cerraduras forzadas de casas abandonadas o de cabezas que encierran conocimientos y la responsabilidad que lleva hacerse cargo de eso. El arte como puerta hacia otros mundos y la pérdida de nosotros mismos en la búsqueda de una mujer, un saber, y el sacrificio que eso conlleva.

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Empecemos hablando del esqueleto de El Mar Aéreo. Teniendo en cuenta que tenés una interesante y cuantiosa producción, ¿cuáles fueron los criterios que tuviste a la hora de seleccionar el material?

El mar aéreo es mi segundo libro de relatos, y está integrado por seis cuentos: El bosque que crece por las noches, Algunas cosas que vi en el Desierto, La visión del Paraíso, La sonrisa del ángel, El mar aéreo y Un jardín en Nueva Kybartai. El nexo que tienen en común es que en todos ellos se plantea, de un modo u otro, la lucha entre el cielo y el infierno que se desarrolla en el interior de los individuos. Más allá de eso, son cuentos de un fuerte simbolismo, que admiten una lectura más profunda que la que se aprecia en la superficie.

Hay una tema que se desprende de los relatos que es la violencia, que está trabajada desde un lugar más “calmo” como, por ejemplo, la paciencia brutal y confiada del bosque que sabe que inevitablemente va a devorar todo en comparación a otras manifestaciones de la naturaleza como tormentas o catástrofes climáticas. Me gustaría profundizar esta idea.

Más que la violencia física me interesa la psicológica, pero ni la violencia ni el sexo son preocupaciones fundamentales para mí, pese a que ambos suelen estar muy presentes. Lo que me interesa explorar es una literatura en la que el arte, la muerte, la locura y el sexo funcionen como vías de conocimiento. Más allá de eso, yendo al tema puntual de la violencia, considero que la misma surge cuando exploro las zonas oscuras que todos tenemos. Al dar un paso hacia la liberación de las represiones, en un viaje hacia uno mismo, a menudo los personajes se encuentran con un estado en el que la violencia, incluso la más extrema, puede dejar de percibirse como algo nocivo.

Otro de los temas presentes es el conocimiento, cuya búsqueda está ligada a la noción de sacrificio.  Da la impresión de que se paga un precio muy elevado por un saber o, a la vez, de que el conocimiento, tanto de uno mismo o de una realidad, se transforma en sí mismo en una incomodidad. ¿De qué manera el conocimiento se vuelve ancla y/o -a la vez- catapulta?

Hay algo trágico en esa búsqueda de conocimiento, y a veces puede resultar engañoso. El personaje de La visión del Paraíso cree que está teniendo visiones del Paraíso, pero al fin de cuentas, el infierno y el paraíso pueden ser muy distintos para cada uno de nosotros. De todos modos, me interesa el hecho de que el conocimiento nos ayude a catapultarnos como decís; es como buscar el significado último de las cosas. Hablo de trascender. Escribir debería ser como viajar a las estrellas.

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A lo largo de las narraciones se hace hincapié en la croma a la hora de narrar. ¿Fue una decisión tomada de antemano?

Mi literatura es visual. Parto, como la mayoría de los escritores, de una imagen, luego elaboro una suerte de tráiler mental, y después completo lo faltante. Es mi modo de pensar, de entender lo que estoy haciendo. Pero los temas se me imponen. Por otra parte, soy consciente de que pertenezco a una generación de autores que se han visto muy influenciados por todo lo que se relacione con la imagen: cine, televisión, cómic, teatro, pintura, video clips, etc. Es cierto que recibimos influencias de otros escritores, pero la influencia más presente es la de la imagen.

En varios relatos del libro suelen aparecer momentos donde el personaje tiene visiones acerca de otros mundos, ya sea el paraíso, el infierno o un mar aéreo. Me gustaría indagar la idea detrás de esta suerte de puerta a otras instancias del conocimiento o del inconsciente mismo.

La vida está en otra parte, decía Rimbaud y luego los surrealistas. Intento ir más allá. Y la idea es que las puertas pueden estar más cerca de lo que solemos pensar. Por eso, en casi todos los relatos, intento llegar a un momento de despegue, una visión epifánica, algo que arranque al personaje de su mundo habitual; a veces eso tiene que ver con imágenes aéreas.

En base a la anterior pregunta, da la impresión de que, en ocasiones, lo fantástico cobra vida mediante la representación o desformación de los miedos del inconsciente. ¿Qué opinión te merece?

Sí, es muy atinado lo que decís. Intento destruir o sortear las barreras del inconsciente para avanzar en ese camino. Es necesario internarse en el bosque del inconsciente para poder conocer.

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Es constante la presencia de símbolos en tus narraciones que suelen admitir varios  significados o resignificarse en un nuevo uso, por mencionar el piano en “La Sonrisa del Ángel” o la camioneta en “El Bosque que crece por las noches”. ¿Cómo trabajás estas situaciones? ¿Aparecen o son ejes fundacionales de los relatos?

Estoy de acuerdo contigo, todo el tiempo estoy trabajando con símbolos. El símbolo en su recurso excelente en la búsqueda de conocimiento porque vela y desvela. Allí radica para mí su principal atractivo. A menudo me sucede que pienso en varios relatos durante un período determinado de mi vida, y todos los argumentos son distintos, pero lo curioso en que  los símbolos o ciertos actos simbólicos que estaban dando vueltas eran más o menos los mismos.

Me gustaría hablar del rol que cumplen revistas como Axxón, Próxima, Cuásar a la hora de difundir cierta tipo de literatura que tiene dificultades para encontrar su vidriera ¿Cómo ves esta situación? Salvando las enormes distancias, ¿podemos hacer una comparación con lo que fueron las revistas pulp de los 30s a los 60s? ¿Las revistas digitales podrían funcionar de una manera similar?

Son publicaciones que quiero muchísimo, que siempre me han abierto las puertas, y  les estoy muy agradecido. Creo que sí son comparables, en espíritu sobre todo y muchas veces en calidad, porque en lengua española hay excelentes escritores. Luego están las diferencias económicas, pero eso tiene que ver con un tema de mercados, naturalmente. Y respecto a las revistas digitales, sí, creo que perfectamente pueden cumplir el mismo rol. Los escritores muchas veces preferimos las publicaciones en papel, pero hay algo que no podemos olvidar: las revistas digitales llegan a más gente.

La presencia del arte como puerta hacia otra “realidad”, ya sea interior o exterior, es otro de los puntos que me parecieron interesantes. ¿Cómo opera en vos la creación artística?

Me encanta el arte, la pintura sobre todo. Creo que el arte debe ser necesariamente espiritual, y pienso en la literatura no como un oficio sino como un arte. Al hablar de la literatura considerada como un arte no me refiero a una distinción de calidad, sino de procedimientos y de alcance personal. Para un artista su obra no es la novela o el cuento, sino él mismo. Es una cuestión más visceral, de compromiso con uno mismo, de búsqueda. Pero eso no quiere decir que no disfrute con un relato pulp, por ejemplo, al contrario, me gusta mucho. Creo que hay que estar abierto a todo. Yo hago lo que siento que debo o puedo hacer, pero cuando se trata de leer puedo disfrutar con escritores muy distintos a mí. A veces también me dan ganas de escribir un relato bien pulp sin importarme nada más, lo hice alguna vez, y es muy divertido. Pero lo que me define mejor es el tipo de relatos que se encuentran en El mar aéreo.

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¿Cómo ves el estado de literatura fantástica en el mundo? ¿Y en Uruguay?

Hay escritores muy buenos en todos lados. Me interesa sobre todo lo que pasa en el Río de la Plata, que siempre fue una zona privilegiada para lo fantástico: Borges, Bioy, Cortázar, Gardini, Felisberto Hernández, Mario Levrero, Héctor Galmés, Tarik Carson, Carlos María Federici… Actualmente destacaría a Laura Ponce, Paula Ruggeri, Ramiro Sanchiz, Juan Guinot, Néstor Toledo, Claudia Cortalezzi, Pablo Martínez Burkett, Luis Mazzarello, Guillermo Echeverría de Mira y Teresa Mira de Echeverría, Hernán Domínguez Nimo, Juan Pablo Cozzi, Juan Manuel Candal, Néstor Darío Figueiras…nombré algunos, pero siempre hay más. Hay que leer Próxima, Axxón y Cuásar para saber por dónde va la cosa, hay mucha calidad.

¿Cómo trabajaste el trinomio “lenguaje, trama, argumento”?

De un modo integral, pensando qué es lo mejor en cada caso, pero intentando ser fiel a una idea. Mi propósito es hacer una literatura entretenida, elegante, y que fluya, casi nada, jaja, pero eso es lo que intento. Para mi gusto la palabra clave es «equilibrio», pero no todos tenemos el mismo punto de equilibrio, eso tiene que ver mucho con el estilo, con el uso particular que cada autor hace del lenguaje.

Y para cerrar, ¿quiénes son tus referentes?

Muchísimas cosas. La obra de los surrealistas, la pintura en general, los grandes poetas, la narrativa de ciencia ficción, la literatura pulp; luego intento meterme en mis propios temas y utilizar del mejor modo posible los recursos de la lengua.

Sobre El Autor

(Buenos Aires, 1986) Trabaja en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Dogo (2016, Del Nuevo Extremo), su primera novela, fue finalista del concurso Extremo Negro. En 2017, Editorial Revólver publicó Cruz, finalista del premio Dashiell Hammett a mejor novela negra que otorga la Semana Negra de Gijón. Sus últimos trabajos son El Cielo Que Nos Queda (2019) y Ámbar (2021)

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