“Paisajes”, nos hace pensar en algo determinado, visto, y observado desde un lugar preciso; una idea de extensión. Así, imaginamos una suerte de percepción sobre algún objeto de estudio.

Y, como también está presente la idea de movimiento, aparece la expectativa de un cambio posible, ya sea de lugar o de forma. Ahora, al hablar de literatura, nos disponemos a apreciar el paisaje cultural que resultaría de un proceso de transformación, y lo hacemos a la luz de un sistema de referencia ajustado en función del tiempo, porque el objeto de estudio se enmarca, y lo sabemos, en el espacio temporal de conexión entre dos siglos que reflejan sus respectivos “signos vitales”.

Un ensayo que explica, desde distintas fuentes, el fenómeno de la temporalidad, el impacto de la dislocación temporal que reconoce cada contexto epocal. En este Paisaje del tiempo, Gustavo Guerrero, indaga cediéndoles la palabra, en primer lugar, a los poetas y, así, las reflexiones lucen una tras otra, con Octavio Paz a la cabeza:

Nuestro futuro, aunque sea el depositario de la perfección, no es un lugar de reposo, no es un fin; al contrario, es un continuo comienzo, un permanente ir más allá. Nuestro futuro es un paraíso/infierno”.

La barrera del tiempo; la aceleración y sus efectos. La modernidad tardía. La revolución tecnológica y la expansión del capitalismo neoliberal. El cambio social; las transformaciones colectivas. La familia. La nación. Y los lazos generacionales. El ritmo de la vida cotidiana y la nueva velocidad…

Leyendo este ensayo, todo resulta sumamente interesante, a punto tal que me animo a sugerir una lectura complementaria: El aroma del tiempo, de Byung-Chul Han, ya comentado oportunamente en Evaristo Cultural.

Ahora, pensemos en que años atrás se sucedían los discursos ideológicos, imprimiéndole cierto sentido al objeto artístico; un claro significado en correspondencia con cada mirada, con las maneras de observar el mundo. Pero, con el transcurso del tiempo, el hacedor de la obra ha ido perdiendo injerencia en sintonía con las nuevas condiciones de producción, dándole espacio a un mercado envuelto en sus propias necesidades. Así, el producto -bien cultural- se va despojando de aquella complejidad en la construcción del discurso. Se busca satisfacer los requerimientos del mercado en virtud del supuesto “interés” del público – léase entretenimiento -.

Guerrero presenta una construcción, multidimensional, que se apoya en cuantiosas opiniones, lecturas e interpretaciones sintetizadas en tres paisajes bien definidos: el primero de ellos, obviamente, en razón del tiempo; el que le sigue, del mercado y el tercero, de la nación.

Pensamos que los tres paisajes, unidos, se exhiben conectados al amparo de otro que los contiene y que podríamos reconocer como el paisaje humano que acompaña un proceso de configuración que aporta el significado histórico. El territorio a des-cubrir, profundo en tanto cambio, evidencia diversos factores presentes y tantos más elementos arbitrarios que constituyen el nuevo campo cultural en el que la creación literaria se somete a la frecuencia de la industria editorial.

El ensayo da cuenta de una mutación que nos lleva a reconocer que la problemática de la cultura es algo más que el objeto de estudio. Y aquí vale recuperar las palabras de Nicolás Casullo sobre la producción “tecno – cultural capitalista”, al tiempo de ir agotándose el siglo XX:

No es ‘lo otro’ lo que está aconteciendo en cuanto a los cambios culturales, sino que ya lo tenemos adentro, ya nos sucede…estamos absolutamente atravesados por un tiempo donde la productividad cultural tecnologizada a gran escala, el proceso furibundo de los mundos simbólicos industrializados masivamente, el pasaje de lo real a lo irreal, la débil línea entre lo ficcional y lo llamado cierto, lo que podríamos denominar el mundo que nos constituye mediándonos, es casi absoluto y sobre todo naturalizado…La información, en su más amplio sentido, es una acabada producción cultural y política de las representaciones del mundo”.

Siguiendo tantos más rastros de la intelectualidad y, más allá del optimismo de algunos-como sería el caso de Zaid-, advertimos en el mercado un árbitro inapelable.

Y Gustavo Guerrero nos trae a Beatriz Sarlo que, sobre el particular, tiene opinión formada:

El mercado de bienes simbólicos no es neutral y, como cualquier otra institución que lo haya precedido, forma el gusto, instituye criterios valorativos y gira sobre el conjunto del capital cultural colonizando incluso los territorios que fueron abiertos por las vanguardias. Para los grandes públicos, el mercado y algunas instituciones vinculadas directa o indirectamente a sus tendencias, reemplazan, con similar autoridad, a los prestigios carismáticos tradicionales y a los ya consagrados por la modernidad”.

Sarlo nos habla de la sobreabundancia, de los demasiados libros, de una masificación desbordante y del virtual sometimiento de la creación literaria a la lógica de la industria editorial.

Un tema ineludible es el del marketing; otro sería el de la autonomía en las búsquedas estéticas. La crisis del paradigma autonomista. Y un título a tener en cuenta: La muerte de un instalador, de Álvaro Enrigue.

El proceso de creatividad de cara al fenómeno de la reproducción mecánica. La industria cultural:

Hace unos meses, desde Evaristo Cultural, proponíamos la lectura del ensayo de 1936, La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, de Walter Benjamin – aquí citado por Guerrero en la página78-. Hacemos propicia esta oportunidad para insistir en la recomendación, también como un complemento de Paisajes en movimiento.

En el tercer paisaje nos encontramos ante “la referencia nacional” y decido tomar una vez más el discurso de Beatriz Sarlo a solo título de ejemplo. “El relanzamiento del nacionalismo tiene rasgos que es difícil aceptar desde perspectivas democráticas: de eso se trata cuando una dictadura, o un gobierno reaccionario, aviva la hoguera del particularismo para expulsar los conflictos afuera del perímetro nacional, es decir, para internacionalizar los conflictos sociales y culturales que tienen una indudable dimensión local. El nacionalismo, la nación y las ideologías patrióticas funcionan entonces como sucedáneos colectivos de las ideas de comunidad que las dictaduras y los gobiernos reaccionarios son los primeros en destruir. Sobre una nación fracturada socialmente por las desigualdades económicas y culturales, el fantasma de la nación proporciona eso: una sombra que esfuma los contrastes, unificando, con el Corazón de la Patria, a quienes en todos los demás aspectos están separados y son diferentes.”

Paisajes en movimiento, de G. Guerrero, es una práctica intelectual, un exhaustivo recorrido guiado alrededor de un universo textual altamente significativo


Titulo: Paisajes en movimiento. Literatura y cambio cultural entre dos siglos

Autor: Gustavo Guerrero

Editorial: Eterna Cadencia

186 páginas

Sobre El Autor

Ex funcionario de carrera en la Biblioteca del Congreso de la Nación. Desempeñó el cargo de Jefe de Difusión entre 1988 y 1995. Se retiró computando veinticinco años de antigüedad, en octubre de 2000, habiendo ejercido desde 1995 la función de Jefe del Departamento de Técnica Legislativa y Jurisprudencia Parlamentaria. Fue delegado de Unión Personal Civil de la Nación (UPCN) - Responsable del Área Profesionales- en el Poder Legislativo Nacional. Abogado egresado de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la U.B.A. Asesor de promotores culturales. Ensayista. Expositor en Jornadas y Encuentros de interés cultural. Integró el Programa de Literatura de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Se desempeña en el Centro de Narrativa Policial H. Bustos Domecq. Es secretario de Redacción de Evaristo Cultural, revista de arte y cultura que cuenta con auspicio institucional de la Biblioteca Nacional (M.M.)

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