Raúl Nieto Guridi (Sevilla, 1970), hijo de padre delineante y de madre pintora, estudió Bellas Artes por auténtica devoción y vocación. En el terreno laboral ha pasado por empresas de publicidad, de decoración, de arquitectura efímera y de diseño gráfico.  Desde el año 2009 ha publicado en diferentes editoriales de libro-álbum, libros con textos propios y también como ilustrador de textos de otros escritores. En pípala ha publicado Don Galindo y el Tornado, con texto de Gastón; El rey de nada, recientemente publicado en inglés por el sello New York Review Children’s Collection, y Noche de gatos hambrientos, una genial novela negra escrita por Pablo Albo.

Cargado de proyectos sigue trabajando en los diferentes caminos de la ilustración haciendo libros, impartiendo talleres y realizando carteles para campañas culturales de teatro, danza y títeres. 

 

Hay autores que son rápidamente identificables por su estética, mientras que la tuya muta completamente de un libro a otro. Me interesan estas variaciones de estilo de acuerdo al proyecto.

Mi estilo es el no estilo. Me ha ocurrido alguna vez que se han creído, al presentar algún book, que han pensado que era de un ilustrador diferente.  He trabajado durante muchos años en diseño gráfico y en arquitectura efímera -sobre todo en diseño gráfico- y en publicidad muchas veces tienes que adaptarte al cliente… Eso me ha dejado algo que es difícil de superar y es la posibilidad de adaptarme excesivamente a cada proyecto. Me dejo llevar por lo que el proyecto me dice. Lo digo como algo positivo. Mi campo de acción gráfica es amplio, eso es muy útil porque me permite jugar con que cada proyecto tenga su propia identidad. Eso me parece muy bueno.

En el sello pípala llevás publicados tres de tus decenas de trabajos. ¿Cómo te planteaste un proyecto como Don Galindo y el Tornado?

Fue un planteamiento a tres bandas. De la editora, de Gastón y de mi parte. Nace de la idea de intentar buscarme la vida en el mundo de la ilustración, de hecho, fue el primer proyecto que hice. Mandé un dibujo con un texto a Adriana Hidalgo. El texto era terrible, pero tenía mucha ilusión de que la idea que perseguía, que era la idea de un hombre que ve la vida de forma distinta que los demás, cautivase un poco. Y así fue. Clara, la editora de Pípala, me planteó que Gastón hiciese el texto, lo cual me pareció genial, porque había leído alguna cosa suya y me parecía un autor con una imaginación tremenda, con un juego de palabras maravilloso. Creamos un blog –antes se utilizaban más los blogs- a tres bandas y allí fuimos cada uno volcando la información como si fuera un google drive, fuimos cotejando. Fue muy bonito; un proyecto creado desde el principio hasta el final con las ideas de tres personas.

 

¿Cómo surge la idea del libro girante?

No sé si fue Gastón, pero me pareció muy interesante que en algún momento la idea del remolino estuviese muy presente físicamente en el lector… La verdad que fue una puesta complicada por parte de Clara. La idea nació del remolino, de que el lector fuese leyendo sintiendo ese remolino.

Un remolino que, para vos, ¿qué representa?

El remolino representa el alma de la persona “extraña”, que algunas veces sale de la persona para comunicarse con ella. Es como si esa capacidad creativa que tenemos, hiciera que a través de la bipolaridad en las que nos movemos, fuéramos capaces de hablar con nuestro otro yo. El remolino es ese otro yo. Es la parte creativa de Don Galindo, quien tiene una parte muy aburrida en su vida, y otra parte fantasiosa… Ese es el remolino. Es un poco la relación entre ficción y realidad.

Y esto queda absolutamente claro cuando uno lee el “manifiesto” de Galindo que cierra el libro-álbum, ¿cómo surgió la idea de este texto final?

Es de Gastón y me pongo a sus pies porque cuando me lo planteó me pareció maravilloso. Habíamos llegado a tal conclusión en ese intercambio de ideas, que llegó un momento en el que Gastón nos dice: Hemos creado casi una filosofía de vida con Don Galindo. Y me pareció genial que lo pusiera en práctica con el manifiesto, porque yo me siento un poco galindeano y creo que mucha gente cuando terminan el libro se sienten también así.

Tu segundo proyecto para pípala fue El rey de nada

Es un proyecto en el que soy autor de texto e imagen. Habla de la relación que existe entre lo lleno y lo vacío a nivel gráfico, por un lado, y la relación que existe entre la ilusión y lo material. Es un libro que todo el tiempo te plantea qué necesitamos, si realmente necesitamos lo material o lo inmaterial. Por otro lado, habla de la soledad y de cómo intentamos llenar la soledad con una actitud casi violenta, algunas veces, hacia lo que quiebra esa soledad. La soledad tiene, desde mi punto de vista, un primer momento en que disfrutas muchísimo de ella, algo que yo he buscado mucho; pero tiene un segundo momento que se te vuelve en contra porque comienzas a tener una dificultad manifiesta para relacionarte con el mundo. A partir de ese momento te vuelves un poco lobo. El libro va un poco de eso. Es un rey que imagina tener muchísimas cosas -un reino que gráficamente fue muy divertido porque me plantee que todo lo que tenía el rey lo iba a hacer con línea discontinua porque a la vez tiene, pero no tiene- y algo llega a su reino, y ese algo le provoca una intranquilidad. Y la relación contra ese algo es violento. Me gustaba mucho ese concepto que tenemos de, si quieres ahora mismo podríamos hacer una comparación con el tema de los refugiados, tú te encuentras muy a gusto con tu vida cotidiana y de repente se te aparece un extraño, y la primera reacción que tú tienes es rechazarlo, no provoques un cambio en mi vida. De eso va un poco el libro.

Pasemos a Noche de Gatos hambrientos, este libro-álbum policial para niños escrito por Pablo Albo.

Tú los has definido perfectamente. El proyecto me llega una vez más de la mano de Clara, la editora de Pípala. Con Pablo ya había hecho algo antes, y cuando me llega el proyecto Clara, pocas veces me pone alguna pinza para que lo tenga claro, pero en este caso acá me lo especificó muy bien y me resultó un reto maravilloso. Que me dijo que mezclara el libro álbum con la novela gráfica policial. A priori, yo había hecho algún cómic antes y me pareció un reto interesante para meter mano a dos géneros, que aparentan ser del mismo gremio, pero que son muy diferentes entre sí. Intentar convertir a la novela gráfica policial de toda la vida en un álbum para niños ha sido un reto fantástico, muy difícil, para el que he tenido que utilizar recursos de la parte del comic, pero a la vez trabajando con un ritmo que está relacionado con el mundo del álbum. Es complicado.

 

Hablame un poco de la estética, de cómo lográs este tipo de síntesis. Me hizo acordar a los posters de la década del sesenta.

La idea era trabajar algo muy pop, pero a la vez la palabra que estuvo como pilar fue: ATMÓSFERA. Yo quería crear esa atmósfera de los contrastes máximo de irme un poco a las películas de los años cincuenta, quería saturar al máximo ese cambio de luz para llevármelo, para decir lo máximo con lo mínimo. El trabajo ha sido complicado porque a veces, tiendes a definir al personaje -y cuando te pones a dibujar tienes la tendencia a definir mucho-. Pero como el texto deja tanto abierto al lector, me parecía que yo tampoco debía fijar demasiado con la imagen, me pasé casi todo el tiempo del proceso quitando más que poniendo.

 

¿Qué fronteras rompe el formato libro álbum?

Para mí es revolucionario. Siempre lo he equiparado con los best-sellers para adultos, y a la vez tienen un componente que los best-sellers no tienen y es que es impredecible. El best-seller está muy conducido por el autor y él sabe muy bien cómo van a reaccionar las personas que lo van a leer. En el libro álbum no ocurre eso, hay un factor que a mí me encanta no tener cuenta y es la biografía o la empatía del lector por lo que está leyendo, es muy interesante ver cómo un libro puede comportarse de maneras diferentes en función de quién lo esté leyendo, y en el libro álbum eso es claro.

A mí la sensación que me da la construcción de libro-álbum es que llega al pensamiento abstracto desde un lugar diferente. Llega a tocar temas muy complejos, de formas muy claras sin utilizar lenguaje verbal.

De todas formas, hay una cosa muy importante y es que el libro-álbum tiene una combinación de tres factores fundamentales. Uno es el texto no existe sin la imagen, y la imagen no existe sin el texto, pero ninguno de ellos está supeditado al otro. Es como una composición de jazz en el que cada uno tiene su solo, pero hay una melodía común. Y después hay otro factor del libro álbum que me interesa mucho y es la parte de cómo puede impregnarse de emotividad la historia, esa parte me esfuerzo mucho en trabajarla, porque no hay que olvidar que el libro álbum es un formato que manda un mensaje social y tiene la posibilidad de construir una sociedad mejor.

Le estoy dando un carácter quizás demasiado potente, pero creo que lo tiene. Es un formato que dará mucho que hablar no a nivel infantil, sino a nivel adulto también. Ha conseguido unir lo que era aparentemente imposible de unir que era el mundo del cómic y de la novela gráfica, que siempre estaba supeditado a la creencia de que era territorio de los frikis y los olvidados, y después conseguir que la novela también se mezcle. Ha conseguido coger dos elementos aparentemente imposibles de mezclar y los ha mezclado. Y además establece una cosa revolucionaria para mí que es la no edad a la hora de tener un libro delante. Una de las cosas que los libreros van a tener más complicadas a partir de ahora es saber dónde colocan los libro-álbum porque a la vez es un género en sí y no pueden colocarlo ni en infantil ni en adulto.

¡Habiendo comenzado en el 2010 ya llevás sesenta y siete trabajos publicados, sos todo un profesional del libro-álbum!

Para mí es una especie de terapia, porque también trabajo como docente de secundaria y allí tu aprecias que hay una carencia de muchas cosas. Ves la parte positiva y ves también las carencias. Ves carencias visuales, ves vicios adquiridos de la parte visual: los chicos no saben leer bien una imagen; ves carencias emotivas y entiendes que los chicos no han leído cosas que le hayan provocado o alimentado esa emotividad. Entonces, con el libro álbum intento, sin quererlo, llegar a esos adolescentes. Es el reto más importante. La adolescencia es un momento en el que la mayoría de la literatura que tienes es la que habla de: “mira, tienes un problema. Se te puede solucionar…” Son como libros de autoayuda o, en el otro extremo, se van a lo fantasioso completamente, cuyo mensaje no deja de ser: “Olvídate de todo, el mundo es una mierda, tú disfruta aquí”. Creo que hay un momento en la mezcla de las dos cosas que puede conseguir el libro álbum también.

Llevo muchísimos trabajos, tocando casi todos los temas. Ahora lo que me interesa tocar es el tema de los refugiados. Llevó tres libros. Me interesa porque socialmente, conseguir explicar y explicarnos el concepto de refugiados es algo que nos va a ayudar mucho en el futuro. Es algo mundial.

Es un reto que pone en jaque un montón de conceptos decimonónicos como la idea de nación.

Por eso te decía lo del concepto revolucionario del libro-álbum, porque plantea una lectura global. Cuando la lectura se puede hacer globalmente y no hay diferencia de color, ni de sexo, ni de edad, el libro se transforma en una herramienta para educar socialmente.

¿Viajás mucho por el mundo con los libros álbum?

No tanto como quisiera porque yo soy una persona bastante casera, me gusta compartir muchísimo y viajo más que para llenarme, para compartir. Tengo dos niños de 15 y 13 años, y tengo muy claras mis prioridades, y mis prioridades son la de mi familia, y después todo lo que pueda hacer.

Te preguntaba lo de los viajes porque me interesaba saber si habías tenido contacto con chicos de otros países, a ver si la lectura que habías hecho como docente era la misma en España que en el resto de mundo.

Sí. La globalización ha traído eso consigo, ha hecho que los problemas que tenemos en el mundo sean prácticamente iguales. He dado clases a adolescentes aquí en Argentina, en Francia y en Portugal, y no hay mucha diferencia. La adolescencia es un momento de la vida donde todos nos parecemos muchísimo. Somos previsibles. Llevo veinte años dando clases y sé lo que van a hacer. Voy como tres metros delante. Pero estoy un poco harto que la adolescencia, ya la palabra es fea, es un momento como que estás enfermo, tienes que pasarlo y hacerte adulto. Deberíamos mirarlo.

¿Cómo se podría incentivar el pensamiento político en los jóvenes?

En realidad, creo que ahí, la palabra política no haría falta. Realmente la frase ya incentivar el pensamiento ya es bestial. Cuando se incentiva el pensamiento se incentiva la crítica y la autocrítica, y a partir de ahí, eso es política.

El problema es que durante mucho tiempo ha habido mucho interés, por parte de los grandes lobbies, en devaluar la palabra política. Interesa que los políticos sean personas de los que no te puedas fiar, porque así ellos pueden colocar la cara que les interese en el momento en que les interese. Total, no te vas a fiar de ninguno, te da igual. Ese pensamiento determinista de decir “lo que hay es lo que hay y no se puede cambiar” ha calado bastante en la parte joven. Entonces los docentes tenemos un reto difícil y peligroso. Tenemos que incentivar el pensamiento, tenemos que crear dudas. Un ser humano que sea crea dudas es un ser humano muy útil socialmente. Ahora mismo lo que hay es esa depresión que muchas veces nos meten a la fuerza, a no ser que compremos un objeto, si puede ser electrónico mejor, y llenemos nuestra vida de momentos con la última actualización hasta que llegue la siguiente. El momento de cambiar eso ya ha llegado porque los docentes estamos siendo conscientes de la alarma social que éste modelo conlleva. Se ha llegado a un nivel de alerta por parte de los docentes en lo que hemos visto a niños de 14, 15 años con depresión diagnosticada real. Algunas veces te dan ganas de decir: no cabe en ese cuerpo una depresión, es demasiado pequeño, no tiene sentido. Es una depresión conducida de la que se sale muy fácilmente. A risa, los juegos, la capacidad de jugar socialmente es maravillosa. En las clases, cuando tú planteas un juego a nivel grupal, de pronto se produce como un ambiente en el que todo puede suceder y entiendo que a alguien que teme por su sillón eso le parezca peligrosísimo, porque se produce una reacción en cadena en la que, en ese momento, cualquier persona que diga una cosa con cierta lógica tendría mucha gente que le siguiera. Tengo que decir una cosa que me llama la atención y es que creo que el cambio de la adolescencia es un cambio femenino cien por cien. Estoy viendo una diferencia abismal entre la relación que están teniendo ante los problemas sociales los jóvenes y las jóvenes. En España por lo menos las chicas llegan a un momento en el que han empezado a decir “basta ya”, y ese “basta ya” no tiene vuelta atrás, y para mí es maravilloso. Si tengo que ser perjudicado como hombre, lo acepto, pero creo que el planteamiento femenino del futuro pasa por la juventud y, en parte, yo creo que los docentes tenemos ahí la labor de generar un espacio para que piensen en lo que está pasando.

Una cosa que hago en los talleres y me resulta muy interesante es colocarte en la situación de un objeto. Ellos están todo el día con el móvil, entonces les pido que piensen que ellos son el móvil, y que se están quedando sin carga y que a pesar de todo le están tocando toda la pantalla, y le piden más y más. Cuando ellos consiguen colocarse en esa situación, la angustia es fatal. Tenemos que darnos cuenta que esa angustia les está llegando en cierta forma. Creo que la solución a esa sensación de angustia, es decir “no, cortamos aquí, y a partir de ahora empezamos a ver la tecnología de otra forma”. No se trata de envilecer la tecnología, sino de usarla bien. Yo utilizo el móvil en mis clases y si se utiliza bien, ellos ven una herramienta de trabajo fabulosa. Pero claro, hay que cambiar muchas veces el concepto de lo que estás haciendo.

Sobre El Autor

Damián Blas Vives es actualmente es Director de Gestión y Políticas Culturales de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Entre 2016 y 2020 coordinó el Centro de Narrativa Policial H. Bustos Domecq de dicha institución y antes fue Coordinador del Programa de Literatura y editor de la revista literaria Abanico. Dirigió durante una década el taller de Literatura japonesa de la Biblioteca Nacional, que ahora continúa de manera privada. En 2006 fundó Seda, revista de estudios asiáticos y en 2007 Evaristo Cultural. Coordina el Encuentro Internacional de Literatura Fantástica y Rastros, el Observatorio Hispanoamericano de Literatura Negra y Criminal. Ideó e impulsó el Encuentro Nacional de Escritura en Cárcel, co-coordinándolo en sus dos primeros años, 2014 y 2015. Fue miembro fundador del Club Argentino de Kamishibai. Incursionó en radio, dramaturgia y colaboró en publicaciones tales como Complejidad, Tokonoma, Lea y LeMonde diplomatique. En 2015 funda el sello Evaristo Editorial y es uno de sus editores.

Artículos Relacionados

Hacer Comentario

Su dirección de correo electrónico no será publicada.