Golpes de Pere Cervantes nos cuenta la historia de Alfa, un policía cuya búsqueda del orden lo lleva a cuestionar el abismo que hay entre ley y justicia, y termina preso durante 444 días. Ahora sin ser reincorporado y con un mínimo sueldo, está decidido a usar sus conocimientos de «la vida en las calles» para dar un golpe y cobrarse lo que merece. Eso es solo una parte de Golpes.

Por el otro lado tenemos la historia de Alfa piel para adentro, su identidad difuminada tras las rejas, que intenta recuperar guiado por esa nostalgia «que no se cura con el regreso».  Huye de los vínculos para refugiarse en su «soledad elegida». Su hija, como único talón de Aquiles. Y el boxeo de fondo, con sus enseñanzas. Con la importancia de aprender que más dar el golpe, hay que a prender a recibirlo y seguir parado, para quizás, al final del camino, estar aún de pie y un poco más cerca de conocerse a sí mismo.

Desde el vamos sabemos que Golpes está basado en hechos reales. En la historia de Alfa, alguien que conociste. Me interesa arrancar preguntando por el momento en que dijiste: tengo que contar esta historia.

La chispa que hizo que la idea estallara en mi cabeza fue cuando me topé en mis narices con un tipo de 50 años que acababa de perder su identidad. Se llamaba Alfa y era policía pero podría haber sido cualquiera de nosotros. He leído muchas novelas acerca de la búsqueda de la identidad, donde sus personajes tratan de saber quién son, pero en este caso Alfa ya sabía quién era, ya se había encontrado cuando de pronto ya no sabe quién es, y eso me fascinó como arranque.

Nadie sale limpio de las trincheras. Me interesa esa línea que cruza el Alfa para cumplir su trabajo de policía. Que si estuvieran en manos de un detective privado formarían parte de su encanto, pero que a él miembro de policía lo hace terminar preso.

Correcto. Ser policía implica seguir a rajatabla las normas de un juego de mesa llamado justicia. La pregunta que debemos hacernos como ciudadanos indefensos ante el incremento de violencia y de inseguridad, en muchas de las ciudades de este planeta, es si realmente queremos a una policía obediente, fiel a las normas y por tanto limitada frente al delincuente, o preferimos a ese policía rebelde, ajeno a las normas pero al cabo eficaz. La mayoría de nosotros, si nuestros hijos menores de diez años fueran secuestrados, no dudaríamos en querer a un Alfa en el caso.

De la mano de la pregunta anterior, me gustaría continuar con la incomodidad de la verdad para ciertas personas que se sorprenden al conocer ciertos arreglos “turbios” con el fin de quitar droga, armas de la ciudad, de reducir el caos y la violencia. La seguridad no deja de ser otro negocio. Y la paz, también. Es como si ciertas personas todavía siguieran creyendo en los cuentos de hadas.

Así es. En el mundo de las drogas ningún confidente te da una información de manera gratuita, todo tiene un precio y no querer verlo es no admitir la realidad. La novela no deja de ser una crítica social a esa hipocresía que nos acompaña cuando queremos tener las calles limpias pero no queremos saber cómo se ha llevado a cabo esa limpieza.

Las relaciones amorosas de Alfa son, a mi entender, uno de los dos grandes temas de la obra. Alfa tiene diferentes mujeres en su vida, pero no hay algo de “macho” o de mirá cuántas tengo, si no está esta incapacidad de querer, el miedo, fobia diría, a la vulnerabilidad que significa querer a alguien.

Para Alfa amar es convertirse en un ser vulnerable, y eso es algo intolerable en su escala de valores. Por ello adolece de esa incapacidad para querer y sin embargo siente verdadera fascinación por la mujer como ente superior, una devoción que se esfuma cuando la relación le exige una implicación que él nunca está dispuesto a entregar. No sabe querer y ese es el precio que paga, una soledad elegida, pero soledad al fin.

En libro se habla de que cometer un delito no lo convierte a uno en delincuente. Me gustaría expandir la idea, si estás de acuerdo.

Claro que sí. De hecho fue una de las primeras frases que Alfa pronunció durante nuestras entrevistas previas a la escritura de la novela. Se refiere a que una persona que mata al asesino de su hija de 8 años e , según el código penal, un reo del delito de asesinato y sin embargo la sociedad nunca lo veremos como un delincuente a pesar de la tipificación penal. Alfa es un reo del delito de tráfico de drogas pero si me dejas que te explique en esta novela porque lo hacía, tal vez al final entiendas que no es un delincuente. La oración escondía todo un reto literario para mí y me sirvió de brújula durante la escritura.

Punto de inflexión en tu literatura, dejar de negar quién eres. ¿Llegaste a tu punto de inflexión?

Creo que llegué a ese punto, literariamente hablando, con mi anterior novela, Tres minutos de color. Allí encontré esa voz honesta y libre de prejuicios y de miedos al qué dirán o qué opinará el mundo que me rodea. Con Golpes tuve numerosas escenas en las que me identificaba plenamente con el personaje de Alfa y eso me empujo a escribir de un modo más salvaje.

Hay varias menciones en la novela acerca la importancia del arte en la vida. ¿Cuál crees que es el rol del arte?

El arte es el modo más directo para comprender la naturaleza humana. Somos lo que creamos.

La novela negra siempre caracterizó por brindar exponentes masculinos, estos “hombres duros”, que tenían un costado sensible, que la mayoría de las veces sonaba artificial y “cargaban con el encanto de los perdedores”. Sin embargo, en los últimos años se está dando una nueva visión, donde la dureza y una parte sensible conviven, ya sin en el encanto del perdedor, sino alguien que convive con sus seguridades e incomodidades. Pienso en el protagonista de La Entrega de Dennis Lehane, en el de En realidad nunca estuviste aquí de Ames, o en el de Galveston de Pizzolatto –claro que cada uno con sus particularidades–. Creo que el Alfa encarna parte de esta idea de masculinidad. Me gustaría ver cuál es tu concepción y cómo sentís este tema.

Todo cambia, nada es para siempre y el modo de ser evoluciona. En los tiempos de Chandler un hombre que expusiera sus flaquezas y confesara sus debilidades era un bicho raro. En la actualidad , como bien dices con los ejemplos de Pizzolatto y Lehane, la desnudez de la complejidad humana aflora en la literatura , sea hombre o mujer. En el caso del tipo duro no se puede hacer una excepción, como escritores tenemos el deber de crear personajes complejos, cercanos a esa radiografía actual que representa quiénes somos en nuestro contexto. No concibo ya esos personajes planos que solo eran duros, o sensibles, o buenos , o malos. Vivimos tiempos más complejos.

Aquí y allá aparecen nombres de series -por nombrar algunas: Ray Donovan, Braquo, Banshee-. Hablar a esta altura de escrituras cinematográficas y de la influencia del cine ya tiene olor a naftalina. Pero me gustaría saber si el consumo de series te brindo nuevas herramientas en cuanto a recursos, estructuras, posibilidades, etc.

Acabas de nombrar a tres series de televisión que forman parte de mi TOP TEN ;)) Es evidente que las series de hoy gozan y ostentan un rango que las ha situado a la misma altura que el cine. Discrepo contigo en que el cine huela a rancio, a antigualla. Es cierto que el modo actual de consumir ficción nos lleva a todos a sentarnos frente a nuestras pantallas, grandes o pequeñas pero me resisto a erradicar la magia que ostenta una sala de cine en la penumbra. Claro que soy de esos tipos raros que todavía escuchan la música en discos de vinilo. Me vence la nostalgia pero me encandila esa nueva ola de ficción a la que accedemos con nuestro mando a distancia.

Hace poco tuve la oportunidad de charlar con Olivier Norek, un escritor francés que también había sido policía y actualmente escribe para la televisión. Y charlamos acerca de lo poco verídico que eran algunas de las series frente a otras de misma temática. ¿Cómo es en tu caso tanto como espectador como narrador? ¿En algún momento has tenido que sacrificar realidad en pos de la historia que estás narrando?

Me encantó el Efecto dominó de Norek y a decir verdad me recordó mucho a Braquo. Lo cierto es que en las historias policiales la documentación debería ser más rigurosa en algunos casos. Pero a una buena historia siempre le perdonaré algún descuido. Se trata de lograr una historia que goce de veracidad y no que sea un documental. En la actualidad estoy escribiendo una novela ubicada en la Barcelona de 1945 en plena posguerra española. No viví esa época y por tanto no conozco los detalles y sin embargo he estado un año y medio documentándome. La rigurosidad de los escritores es una de las herramientas que no deberíamos olvidar.

Se habla de un boom de la novela negra a nivel mundial. Me gustaría centrarme en lo que se está escribiendo en España: Zanón, Cerdán, Ravelo, la vieja escuela como Andreu o Julián Ibañez, o ciertos compañeros de editorial como Juan Bas o Llorente. ¿Ves algunos rasgos en común a la hora de hablar de novela negra española?

La calidad y la originalidad, esos son los denominadores comunes. Hace unos años la mayoría de nosotros leíamos autores extranjeros y ahora las tornas han cambiado. Los españoles leemos autores españoles y ello no es casual. Has nombrado a grandes compañeros, algunos ya consolidados como maestros, pero la lista es muy extensa y siento un profundo orgullo que se vaya incrementando cada año que pasa.

Para cerrar, ¿quiénes son tus referentes?

Siempre he dicho que cuando hablamos de novela negra mi principal faro siempre ha sido Francisco González Ledesma. En la actualidad admiro a compañeros como Víctor del Árbol y Toni Hill . Y aspiro a escribir una cuarta parte de lo que escribe el gran Juan Marsé. La lista de referentes es interminable: Kundera, Nesbo, Lemaitre, Thilliez, Antonio Manzini, Camillieri, Mankell,… etc. No pararía. Leo a diario, me nutro de todos ellos, habito en sus ciudades, me codeo con sus personajes y cierro los ojos cada noche agradecido por sufrir esta adicción llamada lectura.

 

Sobre El Autor

(Buenos Aires, 1986) Trabaja en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Dogo (2016, Del Nuevo Extremo), su primera novela, fue finalista del concurso Extremo Negro. En 2017, Editorial Revólver publicó Cruz, finalista del premio Dashiell Hammett a mejor novela negra que otorga la Semana Negra de Gijón. Sus últimos trabajos son El Cielo Que Nos Queda (2019) y Ámbar (2021)

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