Un giro, como propuesta de regreso a la tradición.
Una reivindicación de experiencias estéticas que, en virtud de tantos ecos y siluetas, anteceden a toda actitud lírica ligada a la percepción sensorial que refleja la voz poética.
El lenguaje. El contenido creativo. El sonido. El componente conceptual. El significado.
El pensamiento tomando cuerpo desde una comunión que se eleva como unidad de sentido.
Un ensamble, de forma y pensamiento, que puede interpelar e invitar a la reflexión o, en todo caso, convocar al diálogo.
En la página 9), de Antes de los Apócrifos, se lee: Un proyecto de relecturas y de reescrituras
“Diálogo fue un punto cero porque lo escribí después de haber decidido evitar a toda costa que mi yo personal fuese el yo lírico de mis poemas. Esa posición neutra corresponde simplemente a la creatividad dramatúrgica, donde la personalidad propia del poeta es nada y nadie: he is nothing in himself dice Borges de Shakespeare, citando a William Hazlitt. No otro fue el trabajo poético de Fernando Pessoa: não meu, não meu é quanto escrevo (no mío, no mío es lo que escribo). Tampoco fue muy diferente el de Mallarmé, quien practicó conscientemente la disparition élocutoire du poète. Inspirada por la `Filosofía de la composición´de Edgar Allan Poe, esa desaparición elocutiva del poeta fue legada a Paul Valéry y a otros autores, como Raymond Roussel o Jean Ricardou.
También a Bruno y a Carmen. En los `Escolios´a su traducción al francés de El Cuervo, Mallarmé declara explícitamente que la escritura poética de Poe, su maestro, es de tipo dramatúrgico. Enseñanzas que él aplicará muy claramente a `El Fauno´ y a `Herodías´, poemas líricos escritos como piezas de teatro.
Como se habrá comprendido después de leer el párrafo anterior, mi decisión de consagrarme a la ascesis de la expresión personal, aún cuando fuese vivencial en su raíz, no es ninguna novedad en la historia de la poesía: tiene un nombre técnico y una prestigiosa genealogía literaria.
Por supuesto, no estoy confesando que decidí deshacerme definitivamente de mi ego consciente. Eso no sería sano. Ponerlo a un lado es suficiente, y dejarlo allí. Algo en nosotros debe servir de testaferro y de ama de llaves, poder decir `es mío´ y asumir la primera persona del indicativo. Por cierto la disolución temporaria del ego no sólo es posible, sino frecuente. Se disgrega o se debilita durante ciertos estados alterados de conciencia, y lo hace sobre todo, muy regularmente, en los sueños. Y yo estoy seguro que tanto la lectura como la escritura de poemas son (o deberían ser) estados alterados de conciencia…”
Aclarado el punto, podríamos advertir que, entre la cadencia, el ritmo y toda plenitud expresiva que nos ofrece atmósferas propicias para un encuentro con lo esencial, están las palabras que conforman un diccionario poético, personal, toda vez que muchas de ellas se repiten con cierta insistencia: agua, sombras, voces, ecos, cenizas, olvido. También, aunque en menor medida: cuerpos, miradas, sangre, sueño…, reflejos, espejo y espejismo.
Como diría, por ejemplo, Carlos Zanón sobre el agua: “sana y envenena”. “Como las personas, el amor. Lo que te da vida te mata”… “el agua no sana mi sed, me la recuerda”.
Y, en lo que hace a sombras, Zanón diría: “ lo que perdimos; lo que nos recuerda, lo que se quedó en el tren cuando saltaste”. Tal vez, insuficiencia y carencias; añoranza de aquello que no podemos aceptar o no sabemos encontrar en nosotros. Pero, en definitiva, ¿quién tiene la última palabra?
PAREJA QUE DUERME
Más que para el deseo se desnudan
y mucho más se entregan mientras duermen.
Como se aquietan las aguas turbadas,
todo gesto se borra de sus cuerpos
y solas fluyen la carne y la sangre
por hondos cauces donde navegaron
breves días los padres más remotos:
superficie aquietada de la piel
en la que ambos se miran hondamente
con rostros ahogados pero vivos
sin que ningún espacio los separe
de sus propios reflejos, los más fieles:
ojos que en sí se miran tras los párpados,
fieles miradas, densas como el agua
cuando sobre las lenguas arde en hielo
casi negándose a la sed que extingue.
(O acaso estén librados sin saberlo
a sueños donde alientan como náufragos).
Título: Antes de los apócrifos
Autor: Bernardo Schiavetta
Editorial: audisea
92 págs.
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