El título del libro fija con precisión el tema que atraviesa sus páginas. El Epílogo completa la idea.
La obra se inscribe en lo que podríamos reconocer como un peldaño en la evolución de estilos y formas de expresar sensibilidad, sin desconocer el sustrato ideológico que contiene, en cada caso, los correspondientes ideales culturales.
Aquí, el autor liga la condición de poeta a la complejidad de la realidad. En estos términos, cobra relevancia lo cotidiano, todo aquello que conspiraría en perjuicio de un ocio creativo. Bajo este punto de vista, Carlos Rey nos habla de estas limitaciones apelando, para ello, a expresiones que en apariencia presentan grados de contradicción, aunque en la práctica funcionan como estímulos que invitan a reflexionar. También, la repetición es uno de los recursos que Rey elige para avanzar en la construcción, del mismo modo que convoca al poeta portugués, Fernando Pessoa y a su heterónimo Alberto Caeiro, a quien incluye entre sus versos y en el epílogo, para hablarnos de los sueños y sus motores; de la frustración y de la “imposibilidad de la poesía”; de la realidad del poeta. Del hecho cierto de apelar a los sentidos. De la negación del lenguaje como hecho estético. De los juegos de artificio. Del mero efecto sonoro del uso de las palabras. De la estructura del poema. De la magia y del “instante divino”. De la fuerza creativa. Del formalismo y de la libre expresión.
Y de la poesía que se conforma con ser un “mero sucedáneo directo de la realidad”
ATAQUE DE VIDA
Hoy puedo decir que desperté inspirado,
como si el sueño aún no se hubiera dormido dentro de mí
y me acompañara en la vigilia del día
y removiera mis cabellos, como jugando,
y acariciara mi boca,
y me hiciera cosquillas en la lengua,
y preparara el camino para que hablara.
Hoy puedo decir que desperté en uno de esos días
en que uno se siente poeta,
y mastica palabras, y goza del dulzor de masticarlas,
y siente que podría decir lo que pensara,
lo que pasa por su pensamiento,
aunque no pasara,
y decirlo todo sin decir nada.
Hoy es uno de esos días en que uno siente que podría
mentir
con toda la verdad sobre los hombros, en el cuello,
y gritarla en la garganta, explotándose el pecho;
y qué lindo es ser poeta en estos casos,
bajo estas condiciones,
cunado la fuerza de trabajo es mínimamente proporcional
a la riqueza obtenida,
y cuando uno no sufre de palabra estancada,
ni se mancha la camisa de sudor sudamericano,
ni sacude la boca, ni golpea la puerta del cerebro,
pidiendo permiso al pensamiento,
ni remueve o escarba el vacío por dentro.
Hoy es uno de esos días en que uno podría cantar con
ganas,
tararear alguna melodía absurda,
bajo el inmenso sol insignificante,
y podría uno también,
para el mayor disfrute de todos los órganos vitales,
silbar por la calle si así lo quisiera.
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ESPEJO ROTO
Tuve, alguna vez, cierta imagen de mí mismo,
proyectada en el tiempo, que creció y tomó forma
y vuelo, y fue tan grande en su más grande abismo,
y grande y mucho más su irrealidad sin norma,
que ya no hubo bolsillo en donde se metiera,
ni cabeza ni frente amplia que la pensara,
ni pared, ni alta regla con que se la midiera,
ni zapatos, ni mano larga que la alcanzara.
Y tanto fue creciendo mi imagen adoptada,
que muy poco tardó para que sola viera
que imagen proyectada poco y nada quedaba,
al menos la primera nacida reflejada,
sombra vana que al fin despierta ya supiera
que la vida vivida no era la que soñaba.
Título: El poeta y yo y otros poemas
Autor: Carlos Rey
Editorial: audisea
82 págs.
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