La obra, la voz. Sonoridad y sentido. Ideas, sentimientos; todo expresado mediante distintas formas. Y un denominador común, esta esencia poética que, aquí, presentándose organizada con variantes, se reconoce auténtica en un juego de espejos que refleja identidad.
Una concepción de la estructura armónica que exhibe el libro. Páginas que se suceden dejando surcos, hendiduras. Y lo crucial. Líneas imaginarias que se cruzan en correspondencia.
Ritmo y potencia. Un cauce… una consecución bien definida. Y un diálogo al final.
LA NOCHE, LA SOLEDAD Y LA LLUVIA
Ahora que llueve
y que el cielo llama golpeando a mi techo,
(techo bajo, de barrio bajo),
ahora que acostado en la noche
lo escucho llamarme,
insistiendo muy cerca de mi rostro,
palpando o latiendo mi pecho,
ahora que inútilmente
abro los ojos en lo oscuro
y siento todo el cielo pero sin verlo,
pienso que tal vez
(tal vez),
en su cementerio,
mi abuela escuche caer la misma lluvia
en idéntica posición de encierro,
y que tal vez se crea viva, sólo vacilante
(como yo),
entre la oscuridad, la vigilia y el sueño,
en una noche más de la vida
apenas desvelada por un aguacero,
y que tal vez crea, vagamente,
que podrá demorarse
perezosa hasta el alba,
esperar al final de la lluvia,
en su quieta nocturnidad sin viento,
antes de incorporarse y simplemente
seguir viviendo…
su infancia laboriosa,
o su juventud de tango reo,
o que deberá madrugar para prepararnos,
a mi hermana y a mí,
el desayuno antes de ir al colegio,
sin saber que ahora mismo
nosotros estamos durmiendo
indeciblemente lejos del cementerio.
(La lluvia
puede engañar a los muertos,
son dóciles seres
esperanzados y crédulos.)
Ahora que llueve
y que los dos miramos, sin ver, hacia el cielo,
ahora que nos alcanza y confunde
la fragancia elemental de la húmeda tierra,
y que escuchamos las aguas llamarnos,
a ti sobre tu lápida
y a mí sobre mi bajo techo,
no podríamos asegurar,
(¿no es cierto abuela?),
quién de los dos es el muerto.
UNA LECTORA
(Como recuerdo)
Tus ojos rasgan cada verso, miras
sus alianzas de ritmos y de voces,
lees y en tu silencio reconoces
que bajo el texto elementales liras
guían tu oído, y el poema enarca
aún más su espacio, dice y se desdice,
tú haces que ceda el tiempo y cristalice:
cada verso una vaga edad abarca…
Yo, latente en tu olvido, existo apenas,
el mundo es un rincón desatendido,
y tu belleza el corredor tendido
de las cosas del libro a las terrenas.
Te observo, tomas rasgos de escultura;
cincel callado la literatura.
SIMBÓLICA
Los clavos se hunden
en la carne última
y en la cruz,
que se hunde en la tierra
hasta los huesos
de Adán
que
como clavos
se hunden en la historia
y en nuestra
conciencia
primera.
Título: ENDIMIÓN OSCURO
Autor: Fernando Ilucik
Editorial: audisea
76 págs.
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