Aquí, en la ciudad de Buenos Aires, murió hace menos de cuarenta ocho horas Juan Martini, un escritor; vale decir: alguien que se dedicó con denuedo a la labor con la palabra, alguien que se entregó con obstinación a la música de la escritura, alguien que se abocó con pertinacia al vértigo del sentido; o sea: un escritor. No había nacido con la untuosa maleabilidad del cortesano, con el don de la publicidad o con la ruidosa avidez del oportunista; pero era un escritor: silencioso, incansable, riguroso. No solía practicar equilibrio sobre la cresta de la ola, no frecuentaba las vidrieras de la autopromoción, no abrevaba de los cauces secos de la Academia; pero era un escritor de la única manera que se puede serlo: de modo inequívoco, personal, intransferible.

La novela El cerco (1977), escrita en el exilio español, fue una de las primeras novelas que bajo el aparente andamiaje de un policial negro transmitía, en clave metafórica pero irrefutable, el terror que dimanaba de un totalitarismo funesto y vesánico. La vida entera (1981) mereció el fervoroso elogio de alguien que, precisamente, no derrochaba plácemes ni encomios: Juan Carlos Onetti. Y la trilogía novelística que tiene como personaje central a Juan Minelli (Composición de lugar, El fantasma imperfecto y La construcción del héroe, a la que se podría agregar, por tono y trama, El enigma de la realidad) sigue siendo uno de los puntos más altos que ha alcanzado la narrativa argentina contemporánea. El fantasma imperfecto se publicó originalmente en 1986 y se reeditó en 2005; con motivo de  la primera edición, en la ya desaparecida Editorial Legasa, la crítica celebró la novela poniendo de manifiesto su impecable estilo y su aliento innovador; cuando se reeditó, los comentarios bibliográficos la definieron como “una obra de difícil lectura” y de “estilo árido”; la novela, por cierto, no había cambiado; el ojo crítico, sí: pasó de la mirada lúcida a la indigencia de la presbicia; eso que generalmente se denomina “cambio cultural” para no hablar de “degradación”.

De más está señalar que los homenajes póstumos no le sirven a nadie; y, mucho menos que a nadie, al homenajeado. Y, por otra parte, el único y más digno homenaje que se le puede rendir a un escritor es leerlo. Y Juan Martini era, de modo irrecusable, eso: un escritor.

Sobre El Autor

Osvaldo Gallone nació en Buenos Aires. Es escritor y periodista cultural. Publicó los libros de poemas Crónica de un poeta solo (Botella al Mar, 1975) y Ejercicios de ciego (Botella al Mar, 1976); los ensayos La ficción de la historia (Alción, 2002) y Lectura de seis cuentos argentinos (San Luis Libro, 2012; Primer premio en la Convocatoria Nacional Cuento y Ensayo, 2010). Y las siguientes novelas: Montaje por corte (Puntosur, 1985), La niña muerta (Alcobendas, España, 2011; Primer premio a la Mejor Novela en el III Premio de Novela Corta, 2011), Una muchacha predestinada (V.S. Ediciones, 2014; Primer premio a la Mejor Novela V.S. Editores, 2013), La boca del infierno (Evaristo Ediciones, 2016). Ha ganado diversos premios literarios tanto en España como en Argentina. Y colaborado, como periodista cultural, en medios nacionales e internacionales. Coordina desde hace tres décadas Seminarios de lectura y crítica literaria. osvaldogallone@hotmail.com

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