En su libro de cuentos Cuando Pare de Llover, Schujman pone como eje la intimidad de personajes que parecen estar siempre en una encrucijada. Personas alejadas, en su mayoría del asfalto que no es ruta, que regresan a un pasado que duele, pero que no se quiere soltar, se vuelve a esa brasa que a veces es la nostalgia y otra vez el fuego que marca.

La familia rodea a los personajes, unidos muchas veces por esas cosas que no se pueden aceptar o no se pueden decir, ese silencio que es espera, silencio que es rajadura o mecha.

Los relatos apuntan al tejido de la memoria, a la distancia de aquellos lugares en los que uno creció y a los que ya no se puede volver, porque no existen, al menos, como uno los grabó en sus recuerdos.

Empecemos hablando de cómo surge este libro de cuentos, cómo decidiste el orden de aparición y la decisión de cuáles relatos debían integrarlo y cuáles no.

Escribo porque me gusta y porque me sale, nunca lo hice pensando en publicar. En 2017 pulí los cuentos que tenía escritos y me presenté a un concurso del Ministerio de Cultura de la Nación en homenaje a Borges. Haber sido finalista de este certamen me dio la oportunidad de ser leída por los chicos de Años Luz, quienes me hicieron la propuesta de publicar. La edición del libro consistió en seleccionar los cuentos y definir el orden. Lo hicimos armando un archivo Excel y jugando a la batalla naval con los editores: pusimos los cuentos en las filas y los elementos reiterativos en las columnas. Fuimos identificando los puntos en común, no solo para tener un hilo conductor en la obra, sino también para dejar afuera los relatos que nos sonaban reiterativos. Elegimos diez cuentos de los dieciséis originales. Hubo alguno que los editores quisieron sacar, pero que ante mi pedido finalmente dejamos, y alguno que ellos quisieron dejar, pero negociamos sacar para agregar un cuento inédito y recién salido del horno. Fue un ejercicio divertido. A la hora de definir el orden, los editores sugirieron empezar con el más potente. Luego elegimos otros dos igual de fuertes para el medio y el final del libro. Fuimos encadenando los demás relatos leyendo el inicio y el cierre de cada cuento, viendo el fluir de las palabras de uno a otro.

“No todos decimos las cosas de la misma manera”. Esa frase en uno de los relatos me parece un buen disparador para hablar de las dificultades que tenemos a la hora de expresarnos, de los problemas de la comunicación –que hoy se agudiza con los chats o whatsapp, por ejemplo-.

Tenemos dificultades para expresarnos y para entender lo que nos expresan los demás. Por supuesto que la tecnología, en muchos casos, nos acerca, pero como bien decís, también nos incomunica. La palabra es mi refugio, es mi herramienta de expresión, la forma que encontré para materializar lo que me pasa. Habrá quienes se comunican con el mismo recurso, habrá quienes utilizan otros medios.

La autora junto a Juan Casci, editor de Años Luz

“La memoria. el tiempo hace eso con las cosas. A veces las agranda, a veces las achica”. Me interesa hablar de la construcción de la memoria como un espacio de distorsión, a la vez como el lugar desde el que se construye una identidad, a veces, ficticia.

Ser creativo es poner un elemento en un lugar al que no pertenece, y eso es lo que hacemos en forma inconsciente cuando usamos nuestros recuerdos y los resignificamos al hacerlos parte de una historia. Yo escribo desde mi propia experiencia de vida, desde mi visión del mundo, las cosas que me pasaron y que me pasan. Los pedazos de memoria son como mostacillas que se hilvanan en un hilito, los ordenamos como queremos, los pintamos, los agrandamos y los achicamos…

Es interesante ver cómo aparecen las enseñanzas familiares en contra de “cómo hacer x cosa en google”, ese conocimiento de primer mano del mundo que no es común percibir en estos tiempos.

Creo que la literatura también es un refugio contra la tecnología y la saturación de información que nos genera internet. Los universos que aparecen en un libro no se googlean, son una construcción que, a veces suena a enseñanza familiar, pero no deja de ser la inventiva del que escribe.

La mayoría de los relatos se ambientan lejos de las ciudades; rutas, playas alejadas, ríos ¿Cómo trabajaste el clima y la geografía de estos relatos?

Los universos donde se ambientan los relatos también funcionan como personajes, no son ajenos a las historias que en ellos suceden. “Marea Roja” sólo puede ocurrir en Playa Grande, “Ema” en Salta, “Pampa Warro” en Rauch. Construí los climas y las geografías con mi propia experiencia y con elementos que pude googlear… (jaja)

La familia es un tema sobre el que se vuelve una y otra vez a lo largo y ancho de los relatos; también esta idea de abandonar un lugar al que siempre, más tarde o temprano, se regresa ¿Por qué este énfasis?

Me fui de Mar del Plata a los dieciocho años y con el paso del tiempo empecé a sentir que en algún momento iba a volver. Viví en Buenos Aires, en Barcelona, y en Tel Aviv, pero sé que Mar del Plata va a ser mi casa para siempre. Creo que es la nostalgia natural de los que nos exiliamos y añoramos con ese pasado perfecto en el crecimos.

El último relato, Pampa Warro, si bien comparte geografía con los demás, presenta otra voz, otros personajes, otro clima. Me interesa saber por qué lo elegiste para cerrar el libro

Como te contaba, elegimos cuentos potentes para empezar y cerrar el libro. Quizás ésta es la última historia porque presenta un universo diferente, el puntapié para seguir escribiendo en esa línea…

Formaste parte del taller de escritura de Natalia Rozenblum. Muchas veces estos espacios son puestos en duda o atacados. Quería preguntarte por tu experiencia y cómo ves a los mismos.

El taller es mi espacio primario para crear, casi todas las historias nacieron ahí, con el intercambio que surge en las devoluciones con mis compañeros, la búsqueda de mi propia voz guiada por Nati. Ahora que no vivo en Buenos Aires se me hace difícil respetarme los espacios de escritura, pero también me gusta el desafío de seguir creando sin un marco de sostén tan fuerte. Sin dudas recomiendo mucho este tipo de talleres, hacen bien al alma.

Para cerrar me gustaría preguntarte por tus influencias y por cómo percibís, desde afuera, el estado actual de la literatura argentina.

Mi influencia primaria es mi mamá. Ella también escribe y crecí en un hogar donde fomentaban muchísimo la lectura y la creación. En el marco del taller de Nati también abrí la cabeza para leer autores contemporáneos latinoamericanos, en ellos también encuentro influencia directa a la hora de escribir. Con respecto a mi visión del estado actual de la literatura argentina, estoy infinitamente agradecida por la apuesta que hacen las editoriales independientes a escritores nuevos como yo. El precio del papel y las políticas no ayudan, pero creo que nada de eso puede quitarnos las ganas de escribir.

Sobre El Autor

(Buenos Aires, 1986) Trabaja en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Dogo (2016, Del Nuevo Extremo), su primera novela, fue finalista del concurso Extremo Negro. En 2017, Editorial Revólver publicó Cruz, finalista del premio Dashiell Hammett a mejor novela negra que otorga la Semana Negra de Gijón. Sus últimos trabajos son El Cielo Que Nos Queda (2019) y Ámbar (2021)

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