Bruno Heller, productor de series como The Mentalist o más cercana en el tiempo y en la temática, Gotham, a decidido permanecer en el universo del hombre murciélago. En este caso explorando el pasado de su fiel mayordomo Alfred Pennyworth.

Alfred Pennyworth es uno de esos personajes, en un comienzo invisibles, hasta que el lector los reconoce esenciales e irremplazables. En él y no en los Robin residen tanto la voluntad como la templanza del encapuchado. Muchas veces hemos visto, en diferentes etapas del cómic, que se pusiese en evidencia el pasado de acción del fiel sirviente, tutor y padre postizo de Bruce Wayne. Se lo ha nombrado como soldado de elite de la corona británica y éste es el pasado que explorará la serie Pennyworth, en donde el futuro mayordomo es un miembro del SAS británico (Special Air Service).

En la tradición que marcó Gotham, la serie, Pennyworth está ambientada en una Inglaterra intemporal, que mezcla elementos tradicionales y sociales del siglo XIX, parafernalia política de la década del 40, escenarios y automóviles de los años 50, escenarios y vestimentas de los años 60 y música de los 70.

La serie se esfuerza por respirar, al menos en estos primeros capítulos, el humor surrealista de la vieja serie inglesa Los vengadores, aquella que aunaba la caballerosidad de John Steed (Patrick Macnee) con el sex-appeal de Emma Peel (Diana Rigg) y el desenfado pop del primer James Bond (Sean Connery).

El capítulo piloto nos muestra a un Alfred (Jack Bannon) recién retornado a su Inglaterra natal luego de participar con el SAS en conflictos con Asia. Ha fundado una empresa de seguridad, Pennyworth Security, que, de momento, lo llevó a encargado (portero) de un club nocturno en el que una noche se cruzará con un joven Thomas Wayne (Ben Aldridge), empresario y futuro padre asesinado de Batman, y su hermana. Los dos hombres intercambiarán tarjetas y cuando una red de espionaje, The Raven Society, que opera subyacentemente para lograr un nuevo orden, una utopía fascista, en Gran Bretaña, cruce su camino con el americano, la tarjeta de Pennyworth Security terminará complicando a Alfred en el entramado secreto de su Nación.

El incidente con Wayne será sólo un preámbulo, puesto que en el segundo capítulo de la serie Thomas vuelve a aparecer, esta vez ya sospechado de pertenecer a la Inteligencia Norteamericana.

Pero los lazos con el murciélago no acaban allí, en el capítulo 3 “Lady Penelope”, hace su aparición la fotoperiodista Martha Kane (Emma Paetz), futura esposa de Thomas Wayne y madre asesinada de Bruce, quien contrata a Alfie para recoger a un tal Ian Thurso (un homólogo de Alan Turing) y escoltarlo hasta el aeropuerto con discreción dado que sobre el hombre en cuestión pende una orden de detención por cargos de homosexualidad (delito que el gobierno británico pena con cárcel y castración). La importancia del sujeto radica en que ha desarrollado una especie de supercalculadora, un prototipo de la computadora contemporánea.

Tal vez el mayor acierto de la serie sea el casting para los amigos y colegas de armas del joven Alfred; “Dave Boy” (Ryan Fletcher) y “Bazza” (Hainsley Lloyd Bennett), quienes sirvieron junto a Alfred en el SAS y conforman su actual grupo de tareas. En ellos reposan buena parte de los pasos de comedia y las mejores escenas de acción, así como también escenas dramáticas fulminantes como una rencilla de bar que termina muy mal en el episodio 3 y que abisma la profundidad emotiva de los personajes y de la guerra.

Las variadas cicatrices psicológicas que cargan los tres amigos, cumplen un rol fundamental en el relato. Tanto al pintar generacionalmente a los personajes, como el modelo ético que seguirá cada uno.

De momento es demasiado pronto para augurar un gran futuro para la serie, pero el personaje merece una exploración de su pasado y lo cierto es que el momento de esplendor de la TV fue fugaz, como un festejo de cumpleaños, por lo que tampoco hay demasiada competencia.

Sobre El Autor

Damián Blas Vives es actualmente es Director de Gestión y Políticas Culturales de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Entre 2016 y 2020 coordinó el Centro de Narrativa Policial H. Bustos Domecq de dicha institución y antes fue Coordinador del Programa de Literatura y editor de la revista literaria Abanico. Dirigió durante una década el taller de Literatura japonesa de la Biblioteca Nacional, que ahora continúa de manera privada. En 2006 fundó Seda, revista de estudios asiáticos y en 2007 Evaristo Cultural. Coordina el Encuentro Internacional de Literatura Fantástica y Rastros, el Observatorio Hispanoamericano de Literatura Negra y Criminal. Ideó e impulsó el Encuentro Nacional de Escritura en Cárcel, co-coordinándolo en sus dos primeros años, 2014 y 2015. Fue miembro fundador del Club Argentino de Kamishibai. Incursionó en radio, dramaturgia y colaboró en publicaciones tales como Complejidad, Tokonoma, Lea y LeMonde diplomatique. En 2015 funda el sello Evaristo Editorial y es uno de sus editores.

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