Hace un par de años andaba googleando dos de mis autores favoritos: Edward Bunker y George V. Higgins. Dos desconocidos, no diría totales, pero que no salen mucho a la luz. De culto, digamos. Y encontré que ambos eran mencionados en una entrevista.

Así fue cómo conocí el nombre de Iván Farías.

Bastó charlar un rato para darme cuenta que Farías es un amante del género negro, sean películas, libros, etc. Y que no está ahí por ningún boom ni nada que se le parezca. Fue compilador de la antología México Noir en la que se ofrecía un mosaico del presente actual de la narrativa negra. Además, es autor de la novela Un Plan Perfecto.

Tipos que no duermen por la noche es su último libro de cuentos, doce relatos en los que explora el desamparo que termina en furia, en desamor, en venganza. Gente despedida; de sus trabajos, de sus seres queridos, de sus vidas. La aceptación de un destino que ya saben trunco.

“El mundo se ha vuelto terrible” nos dice uno de sus relatos. Y viendo los personajes que dan vuelta por sus páginas, uno podría afirmar que lleva toda la razón.

Viendo tu producción resaltan tres libros de cuentos contra una novela. ¿Qué encontrás en la narrativa corta que te atrae?

El cuento es mi primer amor, el sitio en el que conocí a decenas de autores. ¿Recuerdas estas colecciones de Superterror que sacaba Roca? Yo la coleccioné todas. Con el tiempo, descubrí que eran en realidad revistas que en español salían como libros. De esa misma manera conocí las compilaciones que hacía Hitchcock de sus revista, o cuando menos, que él firmaba como compilador. Dudo mucho que tuviera el tiempo para hacerlas. Estas antologías eran una especie de catálogo de mundos, así fue como conocía los grandes maestros del policiaco y del terror, y muchas veces ambos mundos se confundían. De ellos aprendí que el cuento es como un golpe directo a la cara, en pocas páginas debes de crear un mundo y contar algo.

Mi héroe personal es Richard Matheson, que lograba, en pocas líneas, asestar puñetazos y dejarte pensando en sus historias mucho tiempo después. Tal vez no era el escritor más pulido, no tenía la prosa de otros, pero sus cuentos eran muy efectivos. El cuento es orfebrería, la novela es esculpir poco a poco en la piedra.

 El término género negro se ha bastardeado bastante en los últimos años, y muchas veces se cae en el error de que porque haya un muerto estamos frente a un libro de ese género, y otras tantas, se dejan afuera otros relatos de corte más intimista, pero con aura de perdición, que sí pertenecen. En tu libro siento que conviven ambas vertientes y no desentonan. Pienso en “Pagar el alquilar” por un lado y, por el otro, “Fin de Semana”.  ¿Cómo fue el proceso de selección de cuentos a la hora de armar el trazado de Tipos que duermen en la noche?

 Yo escribo muchos cuentos, cuando escucho a alguien o leo el periódico, se me ocurren las historias. Una anécdota que me cuenten me lleva imaginar lo que sucede antes o después en un cuento. Para este libro seleccioné unos cuantos de esos, los que tenían cosas en común, no argumentalmente, sino de trasfondo. Vivimos en país triste, sin esperanza, en los noventa estábamos enojados, pero ahora estamos empantanados en una especie de tristeza, y eso se refleja en la mayoría de mis cuentos, donde los personajes acaban teniendo lapsus de violencia.

Ellroy decía que el género negro podía definirse como “estás jodido” y en estos cuentos todos los protagonistas están jodidos, principalmente porque no entienden cómo se juega el juego. Casi todos son hombres que no saben cómo ser hombres en estos tiempos, tipos que no saben ligar, que no saben cómo ganarse la vida, que no saben abandonar las batallas. Son como una especie de lemmings que van directo al abismo.

Es más, este libro no iba a salir en la colección negra de Nitro, porque yo mismo, fundamentalista que soy del género, decía que no era un libro de cuentos negro/criminales; el caso es que en esos días volví a leer a Horace McCoy, y me dije, claro que sí, son negros, en todos ellos hay desesperanza y nihilismo, como señala Penzer como regla del género.

 Relacionado con la pregunta anterior, ¿por qué elegiste el género negro a la hora de escribir?

Porque me gusta mucho la estructura. Me parece increíble que un género que es tan duro en su estructura te permita ser tan libre para hablar de cualquier cosa. El género, además bordea con otros como el terror o la ciencia ficción. Y porque es ominoso, habla de una manera lúdica de lo más oscuro del ser humano, que es una de mis obsesiones: cómo una persona puede llegar a hacer el mal.

Ph: Bernando Coronel

 De los cuentos se desprende que la violencia se encuentra ahí nomás, cotidiana, desmedida. Letal. Me gustaría ahondar en este apartado.

México está en guerra desde hace mucho tiempo, antes era un sitio tranquilo, con sus dosis de violencia diaria, pero había ciertas pautas y reglas. Por ejemplo, yo viví mucho tiempo en un barrio y sabias que ciertas calles estaban vedadas o que, por ejemplo sí leías, tenías cierta inmunidad en el barrio. Hoy no hay nada de eso, a veces hasta es más seguro ir a lugares como cantinas de mala muerte, que estar en un barrio de dinero. Para mí, que he conocido esos sitios, sé que la violencia está en el vecino, en la pareja, en la misma familia, no es un inmigrante que llega, no es el pobre que vive bajo el puente, es alguien que conoces, que frecuentas. Son tipos que andan por ahí, alterados, esperando descargar su furia en ti. En la mayor parte del mundo se tiene la creencia que hay que armar más a la policía para combatir la violencia, pero hay crímenes que no se pueden evitar por más vigilancia y armas largas que tenga la policía, son odios que se van acumulando desde tiempo atrás, ganas que se ha reprimido hasta que, como grietas en una presa, no soportan más y revientan.

 Tengo que preguntarte. Buenos Aires aparece en dos relatos y de hecho el título del libro es de una canción de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. ¿Cuál es tu relación con Argentina?

Mi amor/odio por Argentina no nació ni con Borges ni con Cortazar, fueron Trillo y Oesterheld los culpables, sus historias llegaron a México llegaron, vía El Gallito cómix, una revista muy interesante que desapareció hace años. Ellos eran grandes escritores y guionistas que hablaban de un mundo más parecido al mío que el de los autores gringos que yo leía en ese entonces. El que me hizo amar Buenos Aires fue El loco Chávez, su nostalgia por un lugar que es y no es. Me encantaban también las Puertitas del señor López. Me gané una beca para residir durante unos días en una ciudad, los otros ganadores (fuimos 7) se fueron a Madrid o Barcelona, yo me decidí por BsAs. Incluso el que me dio el dinero me hizo repensar ese viaje, me conminaba a irme a Madrid o Asia, pero no, yo quería conocer esa ciudad que veía en la historieta. Fui por un mes y medio y me quedé casi tres. Estando en la ciudad volví a leer El Eternauta, iba a los lugares donde sucedía la invasión y sentía que era parte de la historia. Leí muchos autores argentinos gracias a las librerías de Corrientes y vi mucho cine de allá. En ese tiempo fue que conocí a los Redonditos y tuve una relación con una ricotera. Las letras de los Redonditos son crípticas, aunque aprendiendo algo de calo puedes entender algo más, sin embargo es un  mundo muy particular del Indio Solari, una mitología de drogas, calle y poesía.

Hoy en día se está dando un fenómeno preocupante: La corrección política como la nueva censura. El relato negro, casi por definición, suele ser incorrecto. Por su crítica a la sociedad y por su indagación en la condición humana. Ambos aspectos explorados, por mencionar uno, en el cuento “Una chica en el bar”, el tipo de relato que “atenta” contra esa corrección/censura. ¿Cómo ves este fenómeno?

Uy, es terrible, es un terreno fanganoso y lleno de peligros. Es gente que tiene miedo de todo, que ante el mundo real prefiere esconderse. Hace poco, una amiga proponía en un grupo literario en internet que se hiciera un código donde en los libros no se matara a ninguna mujer. No lo hice público, pero sí me pareció peligroso y contraproducente. En ese cuento al cual haces referencia lo que quería era plantear es cómo se hace un asesino, como un tipo común puede llegar a matar a alguien más. En este caso el sujeto vive en una sociedad machista y es obligado a asesinar a una chica. Si ese código políticamente correcto me hubiera prohibido hacer esa historia no hubiera tenido una discusión inteligente y esclarecedora con una amiga mía reportera que cubre feminicidios en el EDOMEX, tal vez la franja más mortal en nuestro país. Ella lo elogió y me dio la razón en muchos de mis planteamientos.

La corrección política es como una aspirina contra el cáncer: Usa bicicleta para no contaminar, pero no te fijes en que las grandes empresas destruyen los ríos y mares, utilicemos lenguaje incluyente, pero no nos metamos en que la policía mexicana necesita una reestructuración completa.

Y lo que es peor, la corrección política crea hipócritas al por mayor. En México se dio el #MeeToo escritores, y salieron varios a la luz varios tipos muy enfermos. Unas escritoras firmaron un desplegado, dieron entrevistas, se quejaron en redes y al poco rato veías a un puñado de ella programadas con algunos de los señalados, mientras las que abrieron su vida al mundo no obtuvieron ningún beneficio, solo las revictimizaron.

Ph. Alejandro Meter

 Hablemos del último cuento, «Veneno de Serpiente», el más largo y que plantea un híbrido entre el género negro, el horror y cierto extrañamiento. Además, al final del cuento, es el único que cuenta con el tiempo a través del cual fue escrito. 4 años. ¿Cómo fue la gestación de este relato?

La gestación fue el desierto. Un tiempo fui seguido a Sonora, un estado duro para vivir, donde se templa el carácter. Del aeropuerto al hotel se atraviesa un buen pedazo del desierto, así que para un chilango como yo, que lo más lejos que ve es el siguiente edificio, el horizonte infinito puede volverte loco. Yo quería reflejar eso en mi cuento, además de contar la historia de un conocido que era acólito de una bruja que se preparaba para el fin del mundo. El tipo era rico así que la bruja esta lo estaba ordeñando de lo lindo. Siempre quiso que fuera con él a la guarida donde tenían los alimentos, un lugar indeterminado entre Saltillo y Monterrey. La verdad es que me dio miedo que no pudiera salir, así que solo me imaginé cómo sería el sitio. Inicié el relato en un vuelo y lo terminé ya cuando vivía acá. Lo deja y regresaba porque no sabía si debía de ser una novela o un cuento largo, a fin de cuentas eliminé muchas cosas (eran casi 60 cuartillas) y lo dejé como está: una historia de iniciación.

 Nos conocimos gracias a compartir el amor por Higgins y Bunker. Me gustaría preguntar por tus otras influencias.

Chandler es muy importante para mí para seguir un tono, pero también es alguien a quien muchos ha copiado, pero me gustaba mucho su sentido del humor tan agridulce. Richard Matheson es el otro; Hammett, por supuesto; también mucho David Goodis, seco, oscuro, contenido. Horace McCoy y sus historias tan a la mano, tan de perdedores. Me gustan las crónicas de JM Servín, un autor mexicano, algo del viejo King, y parece ser una locura, pero Rulfo. A Rulfo lo estudio, ya no lo leo. Lo estudio porque trato de entender cómo tenía ese oído y esa forma tan seca de contar, y a la vez tan bella.

Una influencia muy grande es el cine negro, ese lugar en blanco y negro que permite imaginar todo.

 Para cerrar me gustaría charlar acerca del presente del género. Tuviste a cargo la compilación de “México Noir”, una puesta al día de lo que se viene escribiendo en tu país. También hace poco salió “La muerte renovada”, otra antología que reúne a decenas de escritores mexicanos del género y de la cual participaste. A su vez, proliferaron –y se extinguieron– varios festivales de género negro. Una situación que encuentro similar a lo que sucede en Argentina con el género. En ambos países da la impresión de que no hay una tradición firme de la novela negra con la cual romper o a la cual honrar, lo que otorga brinda libertades y da lugar a estructuras menos rígidas, y termina a dando lugar a nuevas novelas, que dan un nuevo aire al género, con una sensación de violencia a la vuelta de la esquina y con toques de humor negro. ¿Cómo ves este panorama? ¿Qué creés que define al noir mexicano? ¿Y qué autores les recomendarías a los que quisieran iniciarse en el tema?

Pues en México se puso de moda el género, otra vez, porque han habido olas cada tanto en que ciertos autores escriben “su novela policiaca”, como si fuera uno de esos retos de Youtube. Sucedió en los cuarenta, en los 80, y en este momento. Pero siempre han existido fanáticos del género que lo mantenemos a flote cuando nadie se fija en él. Creo que la principal diferencia entre México y Argentina es que el género en nuestro país ha sido muy vilipendiado y ninguneado. Borges y Piglia teorizaron sobre él, incluso dirigieron colecciones ya señeras, acá las vacas sagradas decían que era casi basura. No me imagino a Paz citando a Hammett, por poner un ejemplo. Cuando Fernando del Paso hizo su novela policiaca, en sus entrevistas siempre decía que era un simple divertimento. El único que siempre lo defendió fue Taibo 2, por eso se le sigue respetando mucho.

Este ninguneo ha hecho que las y los escritores de policiaco se decanten por el realismo, que me gusta, pero me gustan más las novelas donde hay más fantasía, más imaginación. Por eso las historias que sobresalen son las que van más allá del realismo puro y duro. Por ejemplo Francisco Haghenbeck y su personaje Sunny Pascal, un detective borrachón que resuelve problemas en los sets de películas que suceden en México, y en la última, en España. También está Hilario Peña, con su detective Malasuerte, que es desparpajado y aventurero. Del lado duro está Imanol Caneyada y Martín Solares, con novelas oscuras, que hablan de la maldad del crimen organizado.

Aunque hay varios nombres, Carlos René Padilla, José Salvador Ruiz e Iris García Cuevas. Y claro, está el padrino, Élmer Mendoza, que ya es un referente, así que no hay nada que pueda agregar de él.

Pienso que el policiaco mexicano tiene una característica importante, el humor y el resolver las cosas al margen de la ley, incluso en las novelas donde hay policías, la resolución se hace de manera hechiza, trucha, dirían ustedes. Yo pienso que dentro de poco pasará esta efusividad del policiaco en México y se dejará de hablar tanto de él. Los que hicieron su “novela policiaca” regresarán a sus dramas intimistas y desaparecerán los festivales, porque para que se fortifique un festival debe haber alguien siempre detrás y no veo a nadie haciendo esa labor de sacrificio. El más importante era Huellas del crimen y sin apoyo del gobierno federal esta edición se sintió desangelada y con muchos problemas. Las jornadas de literatura negra dentro de la Feria de Minería también cada vez cuestan más trabajo hacerlas.

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