Arranca con un hasta acá.

El punto de quiebre.

No a lo Un Día de Furia de Michael Douglas. Aunque sí hay furia, hay bronca, hay impotencia porque ese hasta acá envuelve algo que supera a un hombre, algo a lo que no se le puede poner un freno, y solo taponarlo con un silencio que nunca será torniquete.

Y van llegando, como un eco de ese estallido, otros hasta acá.

O, al menos, se los reconocen. Se dan cuenta de que ese punto de quiebre ya estuvo, fue hace un tiempo y ahora penas se alcanza a ver o está tan lejano que es una sombra en el espejo retrovisor.

Hasta acá.

Para una pareja.

Para una forma de vida.

Para un sueño.

Un hasta acá que no es estallido, un hasta acá como una forma de erosión de uno mismo.

 

El título del libro hace referencia a una vertiente cercana a Valle Hermoso a la que los vecinos de la zona se acercan con bidones, con bolsas, con lo que sea, para buscar de agua. Hasta que un hombre, bidón en mano y la esperanza de llenarlo, tropieza, primero su cabeza, después sus pies, y cae. Al río. A una realidad que venía esquivando. Su pareja, y la relación demasiado cercana de ella con un ex. Y decide desquitarse con aquello que le es vital, un caño que hace de canilla, ese que lo abasteció tantas veces y se desquita. Lo arranca. Una ira terciarizada porque no puede desquitarse con el objeto de su frustración, que bien puede ser paranoia y nada más.

Los que están en la cola presencian el ataque. Y uno decide apurarlo, y ante el escape del hombre en auto hay un choque -leve-. Hay chapa abollada. Y consecuencias.

Sergio Gaiteri usará este episodio como  mera excusa para narrar la vida de los presentes / testigos  de esta situación. Indagará en ese acontecimiento y las miradas acerca de él. Porque narramos no el hecho, sino una mirada del mismo. Y tratamos de comprenderla desde las esquirlas que nos va cediendo Gaiteri.

El último capítulo que termina uniendo esta miradas le da un aire de nouvelle a algo que bien podrían ser cuentos en los que el autor nos va presentando gente desgastada por la rutina, las frustraciones propias como un ataque externo, familias resquebrajadas, seres queridos que solo aparecen para sentirse útiles o para contar una novedad, para hablar de sí mismos, pero nunca establecer un dialogo. La indiferencia, también contra uno mismo. El yo no meto, ni siquiera con la propia vida.

Gaiteri no se demora en detallar por qué las cosas suceden; los hechos se dan de manera natural; una infidelidad, la renuncia a un sueño, hay algo que al final cambia. La literatura, en buenas manos, es capaz de poner el acento en ciertos rasgos del cotidiano que permiten empezar a hilvanar una compresión de nosotros mismos.

El subrayado.

“María Laura tiene la pierna derecha más corta que la izquierda. Un tema de los huesos. Cuando era chica la hicieron ver por varios traumatólogos de por acá y de Córdoba y hasta la llevaron a un médico famoso de Buenos Aires. No hubo caso. Usa una bota ortopédica. La usa todo el día. Se la pone apenas se levanta y se la saca solamente a la noche, ya para ir a la cama. Es cierto que con pantalones largos casi ni se le nota. Eso sí, al revés que todo el mundo, cuando compra un pantalón, en vez de subirle el ruedo, ella se lo baja todo lo posible”.

Título: La Vertiente
Autor: Sergio Gaiteri
Editorial Nudista
104 páginas.

Sobre El Autor

(Buenos Aires, 1986) Trabaja en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Dogo (2016, Del Nuevo Extremo), su primera novela, fue finalista del concurso Extremo Negro. En 2017, Editorial Revólver publicó Cruz, finalista del premio Dashiell Hammett a mejor novela negra que otorga la Semana Negra de Gijón. Sus últimos trabajos son El Cielo Que Nos Queda (2019) y Ámbar (2021)

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