La legendaria editorial hispano-argentina Minotauro, perteneciente al grupo Planeta, vuelve a editar clásicos de la ciencia ficción, el terror y el fantástico en su colección Esenciales. Los dos primeros libros publicados, en atractivo diseño, son Crónicas marcianas, de Ray Bradbury, y La casa infernal, de Richard Matheson, correspondientes a los lanzamientos de febrero y marzo.

El planeta rojo colonizado

Ray Bradbury, Crónicas marcianas. Traducción de Francisco Abelenda. 352 páginas

Bradbury, tal vez a diferencia de los otros grandes nombres de la ciencia ficción clásica (Asimov, Clarke) ha sido llamado “poeta”, por su capacidad literaria. El novelista y crítico inglés Kingsley Amis lo denominó “el Louis Armstrong del género”. Uno entiende que la ciencia ficción ha sido asociada con cohetes, extraterrestres, monstruos de laboratorio o viajes en el tiempo, pero lo prosaico de muchas de estas historias ha alejado a los lectores de un género fundamental para nuestros tiempos. Por otro lado, la visión bradburiana de la ciencia ficción también está directamente emparentada con la historia de las ideas; Bradbury consideraba que los escritores del género son “inspiradores de futuro” y que Marte era “la estación intermedia en nuestro viaje hacia las mayores potencialidades de nuestro ser”.

Hablar de novela en el sentido estricto del término sería un tanto inexacto: las Crónicas de Bradbury fueron un puñado de relatos que el escritor unió con el hilo común del planeta rojo. En 1949, Walter Bradbury, editor de Doubleday, le sugirió a su homónimo que las “cosiera” como en “una especie de tapiz”. En el mismo acto, Ray aprovechó y firmó contrato por El hombre ilustrado.

Los marcianos de Bradbury están conformados por una suma de citas mitológicas y literarias. El filósofo Pablo Capanna, en sintonía con el prólogo de Borges, señala el parentesco de estos con los selenitas de Luciano de Samósata y su Historia verdadera. Los habitantes de una cultura milenaria, a diferencia de los monstruos antropófagos de H.G. Wells y su Marte moribundo, pueden verse justificados en su accionar para con los colonos humanos. Después de todo, aquel es su mundo.

De la serie de episodios publicados en esta reedición, quisiera destacar los siguientes: “Los colonos”, que explica el motivo de tamaño viaje interplanetario, “Los globos de fuego”, que narra de manera filosófica el intento de evangelización de los nativos marcianos (Bradbury no reniega de su fe—basta con leer su relato “El hombre”—aunque la matiza con una pizca de panteísmo), y “Vendrán lluvias suaves”, desolador relato de una casa terráquea completamente automática pero vacía luego de la atomización de la ciudad.

Aunque la NASA haya divulgado hace algunas semanas una panorámica de Marte en ultra HD, con sus yermos paisajes que no prueban la existencia de ciudades, sociedades o culturas, las tramas que tejió Bradbury perduran como estremecedoras fantasías de un mago de la palabra.

“El Everest de las casas embrujadas”

Las casas encantadas cuentan con una importante tradición en la literatura y el cine: desde la casa de Usher, de Edgar Allan Poe, hasta El ente o Poltergeist, los sitios que habitamos o dejamos de habitar son lugar de hechos paranormales, en donde la lógica racional es desafiada por presuntos seres del más allá. En La casa infernal, publicado inicialmente en 1971, Matheson reúne a cuatro personas en un caserón desvencijado, en un páramo perdido del estado norteamericano de Maine. Los personajes deberán pasar una semana confinados allí para indagar sobre la posibilidad de comunicarse con los muertos y la existencia de la vida ultraterrena, y así cobrar una jugosa suma de dinero otorgada por un magnate de los medios, ideólogo del asunto.

Richard Matheson, La casa infernal. Traducción de Isabel Merino Bodes. 320 páginas

De los cuatro personajes, tres sostienen haber tenido contactos espirituales en algún momento de sus vidas. El físico Lionel Barrett representa y defiende la rama más científica de la parasicología: depende de máquinas y pruebas empíricas para llegar a una conclusión en cuanto a las manifestaciones malignas que se producen en la casa, mientras que la psíquica Florence Tanner, descrita en varios pasajes como una pelirroja cuarentona de una sensualidad considerable pero reprimida, se halla en el otro polo del espiritismo, el sensitivo, más mentalista e intuitivo. Ambas cuestiones, la existencia de entidades del otro mundo y la preeminencia del sexo son centrales en la novela.

El entorno donde está emplazada la casa da cuenta de lo maligno del lugar, hostil y corrupto: una ciénaga y una niebla misteriosa dan la bienvenida a los personajes, junto con un hedor “fétido y decadente”. La casa, propiedad del millonario Belasco, muerto hace años, sirvió como sitio de aberraciones varias en los años veinte, que también fueron los tiempos de Gatsby. Por haber perdido todo sentido moral, los inquilinos de la casa Belasco llegaron a la mutilación, el asesinato, la necrofilia y el canibalismo. Belasco mismo es descrito como un “gigante rugidor” de tez pálida, con la voz “de un demente muy disciplinado” y el rostro “de un demonio que ha adoptado un aspecto humano”, heredero de un imperio industrial armamentístico levantado en base al derramamiento de sangre, algo similar a lo que se comenta sobre la maldición de los Winchester.

Algunas notas sobre el estado donde transcurre la novela pueden esclarecer el por qué es tan relevante el aspecto geográfico. En Maine también tienen lugar Carrie, It y Cementerio de animales, entre otras ficciones de terror escritas por Stephen King, quien vive allí. El inventor de la primera ametralladora portátil, Hiram Maxim, también vivió en Maine, al igual que Nelson Rockefeller, quien mantenía una estrecha relación con el psíquico Edgar Cayce; ambos aspectos reflejados en la novela de manera solapada. El historiador estadounidense David Goudsward, autor de Horror Guide to Northern New England, Maine, New Hampshire & Vermont, observa que Maine ha sido empleado como sitio de terror por algunos factores: está aislado pero se accede fácilmente, los teléfonos y la electricidad mueren cuando llega el invierno, los caminos se vuelven intransitables y, a su vez, los locales tienen fama de huraños. Estas consideraciones sin duda influyeron para el trasfondo de la novela.

 

 

Sobre El Autor

Nacido en Tandil, Argentina, en 1980. Apasionado por las letras desde una temprana edad (el mito familiar indica que aprendió a leer y escribir a los 3 años), fue pasando por distintas instituciones y carreras hasta llegar a la Licenciatura en Lengua Inglesa de la Universidad de San Martín, en la que ha podido sumar a sus estudios otra de sus aficiones: el cine. Entre sus proyectos actuales figuran la realización de dos cortometrajes y colaboraciones con reseñas, artículos de crítica y traducciones para revistas nacionales.

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