Compartimos esta nota, publicada originalmente en Evaristo cultural en 2009, con ocasión de la muerte del artista Ernesto Bertani, ocurrida el pasado 4 de abril. Lo lamentamos y enviamos a sus seres queridos nuestras condolencias.

Visitamos en su atelier de Parque Leloir al artista plástico Ernesto Bertani, quien nos recibió gustosamente dispuesto a conversar sobre su obra y, sin saberlo, a convertir ese momento en una experiencia gratificante y enriquecedora.

Ernesto Bertani nació en Buenos Aires el 3 de febrero de 1949 en el seno de una familia de clase media.
De pequeño se interesó por el arte, llegando a visitar diversas muestras, conducido por la pasión que le transmitió y compartía con su tía galerista; finalmente ingresa al mundo del arte en 1973, irrumpiendo en la escena pictórica argentina como parte de la llamada Generación del 70.
Fue autodidacta hasta los 24 años, con una formación artística nada convencional, estudió escultura con Leonardo Rodríguez y en 1975 comenzó a tomar clases con el pintor Víctor Chab, quien le dio el estímulo que necesitaba para dedicarse a la pintura. A los 27 años inauguró su primera exposición individual, presentado por Antonio Pujía, uno de los escultores más reconocidos e importantes de Argentina, quien se caracterizaba por su humildad, talento y generosidad. Desde entonces realizó numerosas exposiciones en su país natal y en el exterior, en las dos últimas décadas su obra se ha afirmado en un intenso desarrollo visual, situaciones que lo llevaron a obtener una importante cantidad de premios.

En esta época donde «parece» que todo es reemplazable, Ernesto Bertani rescata la importancia de la pareja, la sensualidad y sugestión, ya que vivimos en un mundo de constantes cambios. El hecho de que se generen cosas nuevas significa el final de algo y a su vez un nuevo comienzo. Vivimos un momento histórico donde todo parece fluir y cambiar velozmente invitándonos a la reflexión y a adaptarnos a los nuevos sistemas.
En Argentina nos criamos según las tradiciones de nuestros abuelos, vivimos imitando usos, costumbres y formas de vida. En este tiempo de transformación constante ¿por qué no intentar modificar esas ideas y abrir nuevos mundos?

«El amor» es su serie lírica y «El matrimonio» una de las más críticas y mordaces. «La corrupción», por su parte, le inspiró grandes composiciones, con cuerpos entrelazados, caracterizados por el movimiento, el caos y «EL AMOR POR LO AJENO».
Bertani rescata la idea de «amor», el deseo, el entrelazarse, y pone la mira en todos aquellos que se enamoraron alguna vez. Cuando el amor surge se piensa que será para toda la vida, idea en la cual creían nuestros abuelos, adoptada en gran medida de la religión católica. Debemos saber que los tiempos ya no son los mismos, las religiones no dan respuestas a nuestras necesidades y creencias. Y las cosas… las cosas no son para toda la vida; se modifican, mutan, transitan diversas etapas. Esto se da ya que la gente atraviesa diversos estados y esas transformaciones deben ser aceptadas. No se puede pretender sentir o pensar lo mismo a medida que pasa el tiempo. La gente muta y con ello su entorno. Deberíamos ajustarnos a los sistemas para poder generar desde adentro un lugar de emergencia, porque primero hay que alienarse, para luego liberarse.

Bertani nos muestra en su obras conflictos sociales, aquello que se ve a diario en nuestra sociedad; temas sociales como hombres que se embriagan y golpean a sus mujeres, señores «de bien» — aquellos que en sus obras se representan como asalariados de traje y corbata, que meten sus manos en los bolsillos ajenos—, los medios de comunicación y cómo éstos cambiaron los conceptos estéticos en nuestra época con respecto a épocas pasadas, donde en la actualidad la cola de la mujer pareciera ser su atributo más importante, pasando a protagonizar la escena y dejando de lado la esencia femenina o sus logros personales.

También aparecen obras que continúan la serie de los matrimonios burgueses que en sus inicios se denominó «Bodas de plata» y actualmente devino en cuadros como «Vestidos para salir». Simboliza la pareja que «con el paso del tiempo se convierte en monolítica, simbiótica, con una estructura rígida, desapasionada, donde no se mantiene la individualidad».
Otro elemento de continuidad de su obra son los fondos en oro y plata, asociados con el dinero, el poder, con ciertos valores que la sociedad actual mistifica. También suele incorporar la figura del obelisco —donde se distinguen las nubes veloces de su aerógrafo, que utiliza con gran maestría—, y mostrar a Buenos Aires bajo el filtro gris del smog, una esquina de un café, un salón baile…  Muestra constantemente las ostentaciones y pavoneos propios de la especie humana, las múltiples formas del amor en obras tales como «Ondulantes» y «Horizontales», consagradas en el abrazo de dos figuras que pugnan por ser una. Bertani muestra al porteño, ese hombre que utiliza una segunda piel —su vestimenta— para ocultar su interior.

Según nos cuenta el artista, un día se quedó sin telas para pintar y sin dinero para comprar nuevas y tuvo que ingeniárselas con lo que tenía a su disposición para seguir pintando. Comenta que tenía un gastado pantalón de un estampado cuadriculado de estilo casimir, que utilizó para realizar un bastidor. En cuanto se dispuso a cubrir el mismo con pintura encontró al estampado muy bello como para taparlo, por lo que decidió incorporarlo a su obra. Desde entonces los casimires y las diversas telas son un motivo que se reiteran constantemente en sus pinturas y aportan un papel fundamental en la originalidad de sus trabajos. En esa línea de creación surgió la serie «Braguetas», que remiten a la castración masculina. Aquí también es posible hablar del uso de la vestimenta y su vinculación con el imaginario social, es decir, con esa estructura de la superficie, de la máscara que representa lo que la sociedad espera de cada individuo, y con la que cada uno consensua su pertenencia a determinado grupo.

Según Umberto Eco, la ropa influye en la actitud de la persona que la porta y la obliga a un ejercicio de exterioridad, a una «autoconciencia epidérmica». La indumentaria resulta, así, un artificio semiológico, es decir, una máquina que produce comunicación. Ésta es una de las connotaciones posibles que Bertani ejercitó a través de sus casimires, y que más tarde trasladó a otras telas, como el lienzo arrugado en la serie de las banderas, o el encaje en las figuras femeninas.

Nos dice el artista:

«Trabajo sobre casimires no sólo porque son bellas y sugestivas telas, sino por su carga de realidad, y porque simbolizan al ser urbano y su trama social […] He desarrollado mi conocimiento sobre las telas y recorrido el barrio porteño de Once en busca de inspiración para nuevas obras, porque en un primer momento dibujaba sobre las telas, pero ahora las telas me presentan, me sugieren, veo en ellas representaciones y hoy en día descubro la imagen».

La obra de Ernesto puede interpretarse como una larga reflexión acerca de nuestra identidad y la crisis de algunos valores. A través de un humor ácido y profundo se muestra como un crítico mordaz de nuestro mundo contemporáneo. La realidad y la apariencia, el amor, el sexo, el poder, la corrupción, las convenciones sociales y la identidad nacional son los temas constantes en su trabajo, los va articulando en series, mostrando una capacidad creativa pocas veces vista en nuestro arte.
Por otro lado, su obra no está completamente aislada de la historia del arte, como ninguna producción artística lo está. Todas remiten al pasado, y no por ello son copia o mímesis de lo anterior sino que utilizan los distintos recursos para poder «abrir un nuevo mundo».
En la producción de Berni se distingue gran influencia de Matisse, ya que presenta temas sociales, personajes que realizan actividades diarias, con marcada musculación y bien contorneados; se evidencia la relación con el fondo de las obras, pintados a modo de telas de tapicería y de múltiples texturas en una imagen, donde no sabemos qué es realidad y qué artificio, pero podemos notar que sugiere. Se apropia de las telas y las hace formar parte de sus pinturas a tal punto que suele creerse que él pinta los fondos floreados de sus obras. Mezcla la reproductividad técnica y la creación, pero esta misma no sirve si no hay qué contar y en este sentido el artista realmente «abre mundos».

 

 

Sobre El Autor

Claudia Sanz Bayeto nació en Argentina 1984. Es Licenciada en Artes Visuales de la Universidad del Museo Social Argentino. Se formó con diversos artistas argentinos. Trabajó en variadas galerías de Arte de Buenos Aires como Galería Museo Aguilar, Laura Haber, Belgrano R, Galería del Este y Cassa Lepage. Creó la primer Galería de Arte virtual argentina Liga de Artistas. Realizó ilustraciones de libros para autores como Diego Alfaro Palma y Horacio Esber. También trabajo en museos de la ciudad como el Museo de Sivori y el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, para dedicarse luego a la gestión de las artes en el ámbito de las fundaciones. Actualmente trabaja coordinando el espacio de arte de la fundación Cassara Areatec y el área de gestión y comunicación de la Fundación ILAM, instituto latinoamericano de Museos y representa a artistas plásticos en su sitio Museo de Artistas.

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