Simenonianas 1-
El señor Simenon y yo
Como suelo repetirle a los amigos, para mí Simenon no es un escritor, es un estado de ánimo. Hay momentos que solo admiten su lectura o relectura, por suerte se trata de una obra lo suficientemente vasta como para derramarse con generosidad en el tiempo.
Actualmente me encuentro reponiéndome de un estado prolongado de convalecencia y (quien los ha pasado lo sabe) no sólo el cuerpo se resiente. Me encontré semi obturado intelectualmente, las nuevas lecturas pasaban sin pena ni gloria, casi sin atención, como si no fuesen saboreadas. Como si el músculo de la lectura estuviera dormido o acalambrado.
¿Cómo purgar la mente y recuperar la gimnasia y el goce de la lectura? ¡De qué otra forma que revisitando las obras de nuestro gran maestro y amigo!
Si bien soy devoto de las llamadas “novelas negras de Simenon”, comencé su lectura de adolescente a partir de la saga del comisario Maigret y decidí reincidir en el mismo orden, con el título que me abrió la puerta a su universo: El perro canelo. Por suerte podemos encontrar nueva edición a cargo de ediciones acantilado con traducción de Caridad Martínez.
Hay lugares de infancia a los que es mejor no regresar… Me pasó con Salgari, no pude resistir la desilusión, no así con Dumas que lo disfruté todavía más. Sabía que Maigret era un lugar seguro, pero no pensé que fuera a disfrutarlo tantísimo más que en aquél entonces. Hoy para mí Simenon no sólo es un estado de ánimo, sino que Maigret es la chispa que enciende el motor…
La obra
De alguna manera El perro canelo es el equivalente a El sabueso de los Basquerville para Maigret, la atmósfera de Concarneau, localidad portuaria en la que se suceden los hechos alcanza a lo largo de la tragedia la melancolía del páramo gótico. La narración comienza en medio de una fuerte tormenta que inicia pintando de gris un cielo que va a tardar en reponerse. En la noche cerrada la aparición de un enorme perro canelo ajeno al pequeño pueblo, encuadra un misterioso intento de asesinato que traerá al famoso inspector de la Brigada Móvil de Rennes hasta ese pequeño “latifundio” para codearse con su burguesía acomodada conformada por los personajes de Jean Servières, Monsieur Le Pommeret y el doctor Michoux, que unidos a la primera víctima, Mostaguen, y al alcalde serán los ejes del análisis del comisario y los muñecos desde los que el autor profundizará en diferentes miserias.
La comunidad de Cocarneau pronto parece estar sitiada por una trama de venganza secreta en la que se suceden ataques, cadáveres y desapariciones, todas ellas marcadas por la repentina presencia del misterioso animal. Un halo fantástico, siniestro, se abate sobre la población general y el comisario intenta resolver el caso al tiempo que lidia con sus esfuerzos para que no estalle todo como un polvorín.
De progresión trepidante y deliciosa, la novela tiene como punto de apoyo la mirada y los silencios del genial comisario inspector. Como temas subyacentes maneja el problema de la prensa y la manipulación social, la situación de la mujer en la primera mitad del siglo XX europea, el miedo colectivo… y eso sin sudar ni entrar en detalles.
Simenon no necesita fuegos de artificio, es capaz de describir y transmitir con pincelazos de maestro el abismo empozado en alma del personaje más mediocre y por eso, no importa lo que escriba, fue, es y será uno de los verdaderos grandes escritores del siglo XX. Un estado de ánimo. Mi chispa personal.
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