Que no uses pollera corta. Que no hables de más. Que no te pintes los labios. Que los chicos se distraen. Que después no se quejen si las violan. Que después no se quejen si las matan. Que la vida sin un hombre está incompleta. Que las solteras son mujeres locas. Que si te insulta, te coarta, te pega, en el fondo igual te quiere. Que el amor es así. Bancatelá. Que la violencia es mejor que estar sola. Lavá los platos, obedecé, esperalo con la cena lista, no te hagas la viva, dejá que te cuide, dejá que te duela. Querelo.

¿Y si la mujer encontrara en esos espacios que le pertenecen un modo de resistencia? Sor Juana ya decía: “si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escrito”. La novela de Tamara Rutinelli nos invita a reflexionar sobre los mandatos y reclamos que giran en torno al rol de la mujer, a través de la puesta en escena de una violencia cotidiana que se desnaturaliza al ser dicha en palabras. La escritura del impacto y de registro crudo permite la emergencia de un lenguaje específico para hablar de eso que tantas veces es negado por los silencios de una sociedad patriarcal. Si toda mujer debe aspirar al matrimonio, al amor heterosexual, y a formar una familia, la protagonista de esta historia se resiste al mandato y se hace dueña de su propio destino. ¨Piensa que ella es el futuro, una nueva religión”. Sin embargo, su resistencia, lejos de ser predecible, funciona a partir del relato de lo inesperado y de su cercanía con el terror. Las recetas de cocina pueden parecerse a las recetas del amor si se le presta atención a una cosa: la carne. ¿Pueden los cuerpos de los enamorados fundirse como la carne cocida con el estómago?

Clara es una muchacha que, como muchas, creció con las enseñanzas acerca del comportamiento estereotipado de la mujer en los estudios, en el trabajo, en la vida y en el amor. No sería extraño para las lectoras identificarnos con el cansancio de Clara al escuchar el mandato no solo en las voces de su familia y de sus amigas sino también en la suya propia, como si fuera imposible pensar distinto de lo que nos enseñaron. Clara conoce las historias de su abuela y de su madre defendiendo a sus esposos de lo indefendible y perdonándolos del maltrato, del engaño y de la indiferencia. Son historias de mujeres de familia que se transmiten de generación en generación sin ser jamás discutidas o cuestionadas. A Clara le molesta la naturalidad con la que se perdona la violencia con tal de no perder eso que llaman amor. Se acuerda también de su adolescencia, del acoso callejero y del miedo a las camionetas blancas, a la noche y al volver sola a casa. ¿Y si hubiera una forma de revertir esos mandatos y ese miedo? Clara encuentra un escape al rol de la mujer ideal, buena amante, buena esposa, buena cocinera, a través del desenlace de una solución tan impensada como intrigante.

La novela de Rutinelli juega con los límites de lo literal acerca del amor carnal, del dolor que desarma a los cuerpos, de la ruptura y de la unión de los corazones enamorados. La vulnerabilidad de sus personajes se mezcla con su perversidad, en una tendencia a decir que “la ternura se confunde con una silenciosa amenaza”.

A veces nos encontramos con relatos que sugieren desde el comienzo una necesidad imperiosa de conocer su continuación. ¿Por qué la obsesión con la carne? La novela se abre con esa pregunta que deseamos, cual detectives, responder. Quizás esa respuesta, sólo revelada al final, sea aquello que permita que se produzca ese momento en el que se termina un libro y, una vez cerrado, se sujeta unos minutos entre las manos, como reflexionando acerca de una historia que sin duda se ha ganado su lugar en la biblioteca.

 

Tamara Rutinelli; Carne, una historia de amor; Paradiso; 2022; 160 páginas.

Sobre El Autor

Agustina Guerra tiene 21 años. Es estudiante de la carrera de Letras en la Universidad de Buenos Aires. Siempre disfrutó de escribir como forma de conectarse con la vida. Realizó talleres de escritura y de otras formas de expresión artística.

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