Los preceptos confucianos atraviesan la sociedad china de forma incuestionable. Su ideología se cuela hasta la médula misma del pueblo chino, irradiando desde allí al resto de los países del Asia Pacífico. En el siguiente artículo presentamos una obra que enseñó a leer a los niños durante más de siete siglos, el Sanzijing, a la vez que los adiestraba en el pensamiento confuciano. Este clásico fue el primer manual de aprendizaje escolar para todas las generaciones desde el siglo XIII hasta la Revolución Cultural. Hoy en día, se discute su reinclusión en la educación curricular.

9788481643664-uk-300

Introducción

Todas las culturas letradas han desarrollado ya en tempranas etapas de su evolución cultural textos que consideraron canónicos. Para algunos de estos pueblos, los textos canónicos se volvieron prontamente sagrados. La Torá escrita por Moisés o el Corán increado son los ejemplos que más saltan a la vista. De la misma forma podemos mencionar los Vedas y el Avesta. Todos estos son textos fundantes de una cultura distinta e independiente. Son textos que han dado identidad a los pueblos que los han ostentado como tesoros, o como reliquias en algún caso.

Sin embargo, existe una categoría de libros que, sin llegar a la sacralización, dejan una huella profunda en la cultura que los abraza: los clásicos. Los clásicos son libros atribuidos a hombres, no a dioses. Generalmente, se conoce de ellos un autor, aunque a veces legendario. Reconocidos como creaciones del hombre, los clásicos no son perfectos en un sentido divino, aunque sí en un sentido humano. Son la máxima aspiración creativa del hombre. Cada palabra contenida en sus páginas podría no estar allí, o podría haber otras en su lugar. Cada idea planteada podría haber sido desarrollada de muchas otras maneras. En este sentido, un clásico no es una obra muerta, ya que cada lectura reaviva una interpretación. De todas formas, la elección y concatenación justa de las palabras, la precisión de los conceptos, por muy permutables que sean, no podría ser mejor.

images

Los clásicos en la literatura china

La literatura china es una de las más antiguas y prolíficas del mundo. Al parecer, hasta el siglo XVII se creía que se habían compuesto más volúmenes en este país, que en todo el resto de los países del mundo juntos. Los primeros textos datan de épocas tan remotas como los principios de la Dinastía Zhou (cca. 1122 a.C – 221 a.C.)

Fue, sin duda, durante los días de esta turbulenta dinastía que se escribieron los textos clásicos que tanto influirían en la construcción del imperio. Esos textos son:

– El clásico de la poesía (Shī Jīng), compilación de 305 poemas populares anónimos.

– El clásico de la historia (Shū Jīng), recopilación de anales y documentos atribuidos a mandatarios Zhou.

– El clásico de los cambios (Yì Jīng), o Libro de las mutaciones, es un libro oracular que se basa en el significado simbólico y poético de ocho trigramas y sus combinaciones.

– El clásico de los ritos (Lǐ Jì) compendio de ritos oficiales antiguos.

– Los anales de primavera y otoño (Chūn Qiū), registro histórico redactado en forma de anales concerniente al reino de Lu.

– El libro de la música, desaparecido desde tiempos de la dinastía Han y del que sólo se conservan referencias en otras obras.

Son éstos libros comunes a las distintas escuelas de pensamiento y temperamentos de la época, y de tiempos posteriores. Luego, cada una de las grandes escuelas filosóficas poseería también sus propios clásicos. Así, los confucianos consultan y estudian textos como las Analectas y el Mèng Zǐ, mientras que los taoístas acuden al Dao De Jing o al Zhuang Zi.

02

El Clásico de los Tres Caracteres.

El Sanzijing es un prestigioso libro considerado de valor canónico, que goza de gran difusión e influencia educativa en la cultura del pueblo chino. Su redacción se le atribuye a Wang Yinglin (1223-1296), un letrado de finales de la dinastía Song (960-1279).

A partir de entonces, y gracias a la invención de la imprenta durante este mismo período, el Sanzijing gozó de gran popularidad, utilizándose como punto de partida de la educación primaria durante siete siglos. Y es que en realidad, este clásico es un manual básico para el aprendizaje de la escritura de los zi[1]. Estos caracteres son la unidad básica de la escritura china.

El Sanzijing contiene 1068 de estos caracteres, que se agrupan en 356 frases trimétricas. Cada capítulo o sección está compuesto por 4 versos trimétricos, o sea, 12 caracteres, de los cuales riman el sexto y el duodécimo. Esto confiere al texto un sentido rítmico, que posibilita su fácil memorización.

Pero, además de ser un simple manual de lectura y escritura, el Clásico de los Tres Caracteres es un compendio de sabiduría confuciana, concebido en esta forma para difundir las normas morales de la tradición de Confucio a los niños ya desde una temprana edad, y como base para la educación posterior.

El texto proporciona una síntesis completa y sucinta de los valores tradicionales confucianos básicos. Notamos ya su fuerte contenido moral en la primera frase del libro, que afirma que el hombre, en su naturaleza, es bueno. Pero además, el clásico hace un repaso de las concepciones fundamentales del mundo chino desarrolladas en temas relacionados con la música, la cosmología, las matemáticas, y las ciencias naturales, así como también un resumen de la historia china hasta ese momento.

Originalmente, el texto no se encontraba estructurado en secciones, pero a fin de facilitarnos su estudio, podemos dividirlo en cinco partes, de acuerdo a los temas que presenta:

Capítulos 1 al 12: fundamenta el sentido moral del hombre subrayando la bondad de la naturaleza humana, la necesidad de practicar la bondad filial, y la importancia de la educación.

Esta sección parte de la afirmación categórica de la bondad de la naturaleza humana (1)[2]. Pero advierte que dicha naturaleza puede degenerar y envilecerse sin la enseñanza, y una dedicación constante a ella (2). Esto indica la creencia en la degeneración de la naturaleza del hombre, e implica que en la concepción confuciana, la educación constante es un esfuerzo por permanecer en un estado original. Afirma, mediante el ejemplo de las mudanzas que debió realizar la madre de Mencio, que las influencias externas tienen incidencia en la educación (3). Así, el contacto con ambientes hostiles o la amistad con personas viles llevan a la degeneración. La historia de Dou Yujun nos da a entender que la conducta irreprochable y considerada trae prosperidad (hijos, longevidad y renombre), y que la severidad de los métodos de enseñanza tiene directa relación con la consecución de dicho ideal (4). La aplicación de tal severidad es un deber del profesor (5). Gracias a esa severidad, el niño estudia, ya que, ¿qué utilidad tendrán sino esos niños al crecer? (6). Nunca llegarán a realizar todo su potencial, y a encarnar el ideal confuciano, es decir, conocer y acatar todos los principios morales (7). Tal vez la forma de comenzar a realizar esto es trasladar la relación de piedad filial que tienen los niños con sus padres, la cual implica amor y obediencia, a sus profesores y amigos mediante estrictas reglas de cortesía (8). No importa realmente la edad para someterse a estas reglas ni para practicar la piedad filial, como lo demuestra la historia de Huang Xiang, que ya a los nueve años calentaba el lecho de su padre (9), o la de Kong Rong, que a la edad de cuatro cedía sus peras a sus hermanos mayores (10). Una vez aprehendida la piedad filial, los niños deben dedicarse a la instrucción intelectual (11). La instrucción intelectual es un segundo paso en la educación, que se basa en la educación moral. Y es de gran importancia en esta instrucción intelectual el conocimiento de las matemáticas (12.)

Meng-zi (Mencio). Autor del clásico confuciano Meng-zu.

Meng-zi (Mencio). Autor del clásico confuciano Meng-zu.

Capítulos 13-24: expone una serie de sistematizaciones conceptuales que relacionan lo cósmico y lo moral. Por ejemplo: 3 sabidurías (cap. 13); 5 virtudes permanentes (cap. 18); o 6 animales domésticos (cap. 20).

El presente conjunto comienza con la enumeración de las Tres Sabidurías: el Cielo, la Tierra, y el Ser Humano; y los relaciona en su orden cósmico con las Tres Luces: el Sol, la Luna, y las Estrellas (13). La clave del equilibrio entre estas Tres Sabidurías es la mediación del soberano (hombre) entre el cielo y la tierra. La afirmación sienta las bases de un orden natural a ser emulado: el hombre sigue a la tierra, la tierra al cielo, y el cielo al Tao, que se sigue a sí mismo. Luego, el texto transpone dicha relación a las Tres Guías, diciendo que el soberano inspira lealtad al súbdito, el padre inspira amor filial al hijo, y el hijo inspira obediencia a la mujer (14). Lejos de ser una relación vertical y unilateral, estas relaciones se pueden observar desde un punto de vista invertido, teniendo siempre en cuenta que el sentimiento de reverencia que relaciona a las partes es mutuo e inspirado: el súbdito es leal al soberano, el hijo ama filialmente al padre, y la mujer obedece a su marido.

Continúa la sección estableciendo el carácter cíclico del tiempo (15), al enumerar las estaciones, y el carácter condicional del espacio al vincularlo con la perspectiva del observador (16), en la enumeración de los puntos cardinales. Estos capítulos están vinculados al número cuatro.

Luego, menciona los cinco elementos o agentes, lo que entraña en el pensamiento la relación con las producciones y conquistas de esos cinco agentes (17), y los equipara y relaciona con la generación y conquista de cinco virtudes que la norma moral confuciana considera no relativas y no susceptibles de cambio. Estas son: la bondad, la justicia, el sentido ritual, el discernimiento, y la sinceridad (18). Estos dos capítulos están vinculados al número cinco.

En los capítulos 19 y 20 se hace una enumeración de los granos de los que se alimentan los chinos, y de los animales que les sirven y alimentan. Estos dos capítulos se vinculan al número seis.

El próximo capítulo enumera los siete sentimientos: alegría, ira, pena, miedo, amor, odio y deseo. Para la concepción china, cada uno de estas emociones se relaciona físicamente con una víscera, y el desequilibrio de las pasiones acarrearía trastornos de salud. De acuerdo a esto, el ideal es el equilibrio de las pasiones (21).

El capítulo 22 enumera los Ocho Sonidos, que son los timbres producidos por instrumentos construidos en distintos materiales. Para los chinos, el timbre es el alma del sonido. El capítulo está vinculado al número ocho.

A continuación se exponen las Nueve Generaciones, desde el tatarabuelo hasta el tataranieto, siendo el eje de estas generaciones el “yo mismo”, lo que les da un carácter condicional. Para Confucio, el peor pecado que podía cometerse contra la piedad filial era no dejar descendencia masculina, ya que se consideraba que el alma de las personas continuaba con vida mientras hubiera algún descendiente que las honrara (23.) Este capítulo se vincula al número nueve.

Por último, el capítulo 24 es una síntesis y una ampliación de todos los anteriores al presentar las Diez Normas. Ellas son el fundamento del orden de la vida social confuciana, y la aceptación de dichos roles garantiza el orden social en cualquier circunstancia. Las Diez Normas como se enumeran en el Libro de los Ritos consideran los siguientes roles y relaciones:

El padre inspira bondad en el hijo; el hijo siente piedad filial.

El hermano mayor inspira buen ejemplo; el hermano menor siente respeto.

El marido inspira equidad en la mujer; la mujer siente obediencia.

Los adultos inspiran magnanimidad; los pequeños sienten docilidad.

El soberano inspira benevolencia, el súbdito siente fidelidad.

Capítulos 25-42: completo repaso por las obras clásicas de la antigüedad china, destacándose las confucianas: los cuatro libros y los seis clásicos.

Esta nueva sección comienza resaltando la importancia del estudio de los clásicos (25). Pero dicho estudio debe ser encarado teniendo en cuenta las dificultades, por lo que es necesario comenzar por lo más fácil, y seguir en progresión hacia lo más difícil (26), es decir que hay que empezar con la Pequeña Enseñanza, y luego pasar a los Cuatro Clásicos Confucianos. Dentro de estos cuatro se encuentran: las Analectas de Confucio (27), que son las recopilaciones de las charlas del maestro; el Libro de Mencio (28), que explica la moral; el Centro Invariable (29); y el Gran Estudio, manual dedicado al cultivo de uno mismo y de la sociedad (30). A continuación el alumno debe continuar con el estudio del Clásico de la Piedad Filial, antes de pasar a los Seis Clásicos (31). Los Seis Clásicos son: el Libro de las Canciones, el Clásico de la Historia, el Libro de las Mutaciones, el Libro de los Ritos, y las Primaveras y Otoños (32). Del Libro de las Mutaciones se tenían en aquella época tres versiones distintas, de las que hoy sólo nos ha quedado una (33). El Clásico de la Historia consta de las siguientes partes: las Normas, los Proyectos, las Exhortaciones, los Edictos, los Decretos, y las Órdenes (34). El Libro de los Ritos, escrito por el duque de Zhou, expone el reparto de las magistraturas en los ministerios, es decir, que es un libro de enseñanza cívico (35). Además, este clásico presenta la totalidad de los ritos a ser llevados a cabo en circunstancias de funerales, de luto, de sacrificios, de castigos, etc. (36). El Libro de las Canciones se divide en cuatro secciones, que atienden a cuatro géneros poéticos distintos: guofeng, o composiciones campesinas; da ya, odas para ceremonias solemnes; xiao ya; odas para ceremonias menores; y song, poemas cortesanos (37). El Libro de Primaveras y Otoños es una actualización atribuida a Confucio ante el desuso de otros clásicos (38). Sobre este último clásico, se han realizado tres comentarios (39). Sólo cuando se hayan leído y comprendido los Seis Clásicos, podrá pasarse al estudio de obras más filosóficas, incluso alguna de otras escuelas no confucianas (40). Estas obras filosóficas son cinco: el Xunzi, el Yangzi, el Wenzhongzi, el Laozi, y el Zhuangzi (41). Por último, una vez acabada la lectura de todos los Clásicos, los Clásicos Confucianos y la Obras Filosóficas, el alumno debe dedicarse al estudio de la historia (42).

Capítulos 43-62: resumen de la historia, desde los Santos emperadores, hasta la dinastía Song. Compendio de 4000 años de desarrollo histórico.

La cuarta sección de nuestro estudio comienza nombrando a los Tres Soberanos de la antigüedad: Fuxi, Shennong y Huangdi, de tanta importancia para el pensamiento político chino (43). A éstos siguieron las dinastías humanas. Dentro de estas sucesiones de reyes, se destacaron por su excelencia moral Tang y Yu, conocidos como los Dos Emperadores, aunque en realidad fueron figuras míticas (44). Los Tres Reyes fueron los que instauraron las tres primeras dinastías chinas: Yu instauró la dinastía Xia; Tang instauró la dinastía Shang; y Wen y Wu instauraron la dinastía Zhou (45). Dentro de estas tres dinastías, la dinastía Xia, que duró 400 años, fue la dio origen a la utilización del sistema hereditario (46). La dinastía Shang fue inaugurada por el rey Tang y duró 600 años hasta la caída del rey Zhou (47), quien murió a manos del rey Wu. Así se estableció la dinastía Zhou, y duró 800 años (48). Los Zhou se vieron obligados por los ataques de los bárbaros a trasladar su capital, y este hecho marcó el principio de la decadencia (49) y el comienzo del período denominado Primaveras y Otoños. Tras este período de fragmentación del reino, surgieron cinco gobernantes que se impusieron a los demás, y llevaron a una guerra generalizada conocida como período de los Reinos Combatientes (50). El príncipe Zheng de Qin se coronó victorioso por sobre los otros reinos, otorgándose el título de Qin Shi Huangdi, y gobernó sobre la China unificada. Pero este gobierno duró sólo cuatro generaciones, y el imperio volvió a entrar en guerra (51). Gaozu fue el vencedor de tales contiendas, y estableció la dinastía Han del Oeste, que duró hasta la usurpación momentánea del trono por Wang Mang (52). La reinstauración de la dinastía Han en el este llegó de la mano de Guangwu. Duró 400 años (53). A su término, el imperio se desmembró en tres reinos: Wei, Shu y Wu, los que fueron reunificados por los Jin (54). La dinastía Jin llega a su conclusión en 420, y entonces surgen en el sur cuatro dinastías que se suceden: Song, Qi, Liang y Chen, con su capital común en Jinling (55). Mientras tanto, el norte del país estaba dividido en varios reinos ocupados por los bárbaros, cuyas dinastías son: Wei del este y Wei del oeste, Zhou, y Qi (56). Finalmente, la dinastía Sui unificará al norte y al sur, pero la línea sucesoria se verá interrumpida (57). Entonces surgirá la dinastía Tang, durante cuya duración de 300 años se sucedieron 20 emperadores. Los Tang acabaron con los desordenes de los Sui, organizando la milicia y el estado, pero fueron derrocados por Liang (58). Más adelante, el Imperio del Centro vivirá un nuevo período de desmembramiento, en el que se sucederán cinco dinastías que tenían antecedentes dinásticos, y a los que se denomina como posteriores: Liang, Tang, Jin, Han y Zhou (59). Al término de este período, y tras la abdicación de los Zhou posteriores, se originó la dinastía Song, en la que reinaron dieciocho emperadores, y que terminó dividida entre norte y sur (60). Todo lo antedicho está contenido en las Diecisiete Historias Dinásticas, en los que se hace hincapié en relatar el principio y final de cada dinastía para contrastar los períodos de orden y de caos (61). Es necesario para el alumno conocer en detalle la historia (62).

Capítulos 63-79: narraciones sobre personajes históricos que destacaron por sus virtudes y afán por el estudio, y consejos para estudiantes.

La última parte del san zi jing comienza dándole a los alumnos el método de estudio adecuado, esto es, la memorización (63). La educación es algo a lo que uno debe estar siempre dispuesto, no importa lo preparado que uno esté, ya que aún Confucio tuvo maestros (64). No es un medio para alcanzar un fin, sino un fin en sí mismo, como lo demostró Zhao, que a pesar de ser primer ministro continuaba con la lectura de las Analectas (65). No debe estar condicionada por los medios de los que uno disponga (66), ni por el tiempo que uno pueda dedicarle (67). El alumno debe ingeniarse los medios, por más que éstos sean humildes (68). El esfuerzo es la virtud principal del estudiante (69), y nunca es tarde para iniciarse en el estudio (70). El estudio debe continuar durante toda la vida, como lo hizo Liang Hao, quien cosechó sus frutos a la edad de 82 (71). El alumno debe emular a los que han dado buenos ejemplos de erudición y rápido aprendizaje (72), ya que ellos han demostrado que el aprendizaje es posible, al igual que lo hicieron Cai Wenji y Xie Daoyun, que eran niñas (73). Por su erudición y prodigiosidad, Liu Yan ejercía de funcionario ya a la edad de siete años (74). Cada ser de la naturaleza tiene una función específica en ella. La función del hombre, y lo que lo define como tal, es el estudio (75). Sin estudio los hombres son como animales. Dicha función, en los niños es el estudio, y de mayor, el desempeño de la profesión para servir al soberano y beneficiar al pueblo (76). Si el alumno hace lo que se describe, puede alcanzar renombre, y con él, honrar a sus antepasados (77). Porque el mejor legado que han podido dejarle las generaciones anteriores a un niño es su educación (78). En todo caso, lo principal para llegar a la realización de los estudios es el esfuerzo continuo (79).

200001b
BIBLIOGRAFÍA:

YINGLIN, Wang; Sanzijing. El clásico de tres caracteres; Trotta; Madrid; 2000.

[1] Caracteres o ideogramas.

[2] Entre paréntesis hacemos referencia al número de capítulo que comentamos.

Sobre El Autor

Darío Seb Durban nació en Vicente López, provincia de Buenos Aires, un año maldito de la era de plomo. Cursó varios estudios, ninguno digno de mención, y se empeñó en no terminar ninguno. Entre los años 1995 y 2006 estudió música informalmente y compuso canciones y poesía jamás oídas. Entre los años 2001 y 2007 se desempeñó como dramaturgo en la compañía teatral Crisol Teatro, estrenando cinco obras entre las que se contaban Las noctámbulas, Factoría y Zozobra. A partir del año 2012 participó talleres literarios, donde se avocó a explorar la voz de distintos narradores, nunca encontrando la suya propia. Hoy trabaja de forma inconsecuente en industrias no literarias, y ocasionalmente escribe textos que reproducimos en Evaristo Cultural.

Artículos Relacionados

Hacer Comentario

Su dirección de correo electrónico no será publicada.