Con rigurosa periodicidad semanal, cinco mujeres abordan el auto de una de ellas con el propósito, siempre pospuesto, de suicidarse. Durante el trayecto, hablan, intercambian experiencias personales y ven pasar el mundo sobre el fondo de un abanico de diapositivas que proyectadas con matemática precisión estimulan, refuerzan o ilustran el copioso diálogo. Con esto y sólo esto –una austeridad escénica que no le rinde tributo a tecnicismos, efectos especiales o experimentalismos de segunda mano-, le basta y sobra a Buenos Aires épica para convertirse en una consumada muestra del género grotesco.
Si la épica -desde Homero en adelante, pasando por el justiciero solitario del western tradicional y degradándose en la encarnación del superhéroe informático- alude a la epopeya o a la lírica heroica, la épica que campea en Buenos Aires abreva de muy otras fuentes: el índice anual de femicidios, la cotidiana cosificación de la mujer, el modelo consagrado de una Barbie perfecta, impecable y unánimemente imbécil (cabe señalar en este punto que, promediando la obra, la escena en que las actrices interactúan con sendas muñecas Barbie es una de las cumbres de la pieza).
El tema de la obra es, como se desprende de todo lo dicho, la mujer, vale decir: el sujeto sofocado de la Historia. O, para decirlo en una acabada síntesis debida a María Elena Walsh: “Quien no fue mujer / ni trabajador / piensa que el de ayer / fue un tiempo mejor…”. En efecto, las sutiles filigranas de la nostalgia no pueden ser bordadas por aquellos que estuvieron –y en muchos casos siguen estando- despojados de cualquier género de dignidad: la mujer y el trabajador.
El grotesco, como alguna vez sugirió Woody Allen y lo probó con holgura en el filme Melinda y Melinda, de 2004, es la tragedia contemplada desde otro punto de vista: con menos circunspección, pero con idéntico sentido de la trascendencia. Es la risa del sujeto que va camino del patíbulo. Cuando el grotesco se instrumenta con la pericia de la que hace gala una obra como Buenos Aires épica es harto más eficaz que el alegato, la jeremiada o la denuncia explícita; todo ello altera, disgusta o indispone, pero si hay algo que irrita profundamente a las dictaduras de cualquier signo y formato es el humor inteligente. Y de ello se trata Buenos Aires épica.
BUENOS AIRES ÉPICA (Absurdo para cinco bellas mujeres)
Elenco: Clara Barreira, Marina García, Luciana Vieyra, Diana Kamen, Lucía Salatino
Texto, puesta en escena y dirección general: Manuel Santos Iñurrieta
Centro Cultural de la Cooperación, sábados 20.30 horas
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