El milagro asimilado

Roque Larraquy vuelve a sorprender con una novela que, al igual que a La Comemadre, podríamos clasificar como ciencia ficción de época, o, quizás, como la sistematización de lo fantástico. En La Comemadre, un grupo de médicos de una clínica de Temperley se confabulaba para registrar las últimas palabras de pacientes terminales guillotinados y probar así la existencia (o inexistencia) del más allá. La telepatía nacional se ubica, otra vez, en la Argentina de la primera mitad del Siglo XX; allí, Amadeo Dan dirige a un conjunto de oligarcas, el Comité, abocado a la creación del primer parque etnográfico nacional: una especie de atracción antropológica que cobijará indios, negros, asiáticos y -si los encuentran- blancos salvajes. También, quizá, un cupo de subnormales.

El plot se complejiza cuando el primer cargamento de indios que reciben desde el Perú trae consigo un perezoso sagrado que, al desgarrar la piel de dos o más personas, las vincula telepáticamente. El lazo telepático no es sólo un modo eficaz de intercambiar recuerdos y conocimiento; es, también, un contacto sensual intenso y asombrosamente desaprensivo.

Al autor, enhorabuena, no le interesa explorar la corrección política sino, al contrario, las posibilidades de la crueldad. Una prosa austera, ácida, brutal como sus personajes, que nunca suelta el humor y que, en este caso, además, exige su potencia expresiva para describir el fenómeno telepático. Se percibe aquí una conexión con el campo de lo científico: cuando la experiencia que se narra no tiene precedentes, el lenguaje disponible no alcanza. Ampliar los límites de lo conocido siempre supone expandir la lengua, como enuncia un pasaje de la propia novela, “este objeto de estudio que colonizamos a diario produce sus propios términos descriptivos”. Larraquy no tiembla: deja caer neologismo tras neologismo, aunque, podría sospecharse, acuña sin inocencia, ponderando bien el peso específico de cada palabra, sus ecos y sugerencias: “ajenistas”, “paraintrusión”, “genifrasis” (esta última es: la posibilidad de articular lenguaje a través de los genitales).

La telepatía nacional presenta una estructura similar a La Comemadre: incluye un anexo narrativo que despega del arco principal y. en este caso, habilitas lecturas políticas. En él, la revolución Libertadora aprovechará una versión pasteurizada de a práctica telepática con fines de inteligencia. El proyecto tendrá su cuartel en el edifico A(T)las, proyecto arquitectónico del primer peronismo expropiado por el gobierno militar y asignado a la Fuerza Aérea, donde, más dato histórico, en 1960 se instaló en él la antena de transmisión de canal 13. Sí: el anexo final potencia posibles lecturas políticas y reflexiones contemporáneas porque, en definitiva, la novela habla de una forma de comunicación maravillosa asimilada y dominada para fines prácticos y oscuros, un milagro sometido al uso técnico, lo mítico tergiversado en utilidad. Habla, también, de lógicas de poder, extractivismo, y de convenciones cristalizadas que entran en crisis con la llegada de lo extraño.

La historia desborda inventiva: el lector no anticipará nunca adónde lo llevan, ni siquiera estará muy seguro una vez que haya concluido el viaje. Esa indeterminación, ese sentido líquido, creo, es una de sus grandes virtudes. En la tradición de Borges, Larraquy inscribe su propia realidad aumentada: una Buenos Aires paralela con artefactos asombrosos, artefactos vivos, una ciudad doble con habitantes canulados, con copias perfectas e imperfectas, donde “la confusión resulta de la hostilidad continua del parecido”.

En 2018, Larraquy fue finalista del National Book Award de Estados Unidos.

Sobre El Autor

Nació en Buenos Aires en 1980. Obtuvo el primer y tercer premios del Concurso Itaú de Cuento Digital (2016, 2017), el primer premio del Círculo de Estudiantes de Artes de la Escritura (UNA) (2017) y el 2do Premio del Concurso Luis José de Tejeda (2019). Publicó en diversas revistas y portales literarios y en las antologías "La Plata, Ciudad inventada" (Primer párrafo, 2011) y "Los bordes de la biología" (Evaristo, 2018). En 2019 Malisia Editorial editó su primer libro de cuentos ("Pero ninguna palabra sobrevive"). Fue incluido en la antología Audiocuento y es uno de los fundadores de la editorial Salta el Pez. Es Investigador Independiente del CONICET y estudia la Licenciatura en Artes de la Escritura de la UNA.

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