Ediciones Satori recupera en su colección de manga una de las obras insignia del célebre mangaka Kazuo Umezz, se trata de El chico de los ojos de gato compilado en dos volúmenes que reúnen las más de mil páginas del personaje que tal vez fuera el más reconocido de este autor dedicado al terror, el fantástico y la ciencia ficción. El personaje no sólo fue un éxito en las páginas impresas, sino que tuvo diferentes adaptaciones a lo largo de los años, tanto a la animación como al live action en la pantalla grande.

EL OSCURO KAZUO UMEZZ

Nacido en el Monte Kōya el 3 de septiembre de 1936 y tratándose de uno de los nombres clave en el manga de horror supernatural es imposible no pensar en el famoso relato de Kyōka Izumi que también llegó a los lectores hispano hablantes por la colección Maestros de la literatura japonesa de ediciones Satori .

Si bien muchos lo consideran como el padre del manga de terror es pertinente recordar que Shigeru Mizuki lo antecede en un par de años y si bien la obra de Mizuki es poco reducible a un género en particular, cuenta con elementos cercanos a la narrativa de Umezz, de hecho, pueden encontrarse varios puntos en común entre la más célebre creación de Mizuki, Kitaro (1959) y el personaje que nos ocupa en esta reseña, creado en (1967). No obstante, es cierto que la estética de Umezz es más cercana a lo escatológico, a lo monstruoso y truculento, a lo efectista.

Si bien aparece el tema yokai está más ligado al cine de terror clase B que a una exploración del folklore o del kaidan tradicional.

Su uso de la escatología lo hace un antecedente de obras como la de Hideshi Hino, aunque nunca termina de abandonar cierta mirada moralizante que enmarca a su personaje, el Chico de los ojos de gato, con una potencia ética que a veces quiere teñir o maquillar -con cierto candor o torpeza- con ínfulas ególatras, pero que no deja de delinear un aspecto heroico, en contraposición al nihilismo perverso de los escritores más contemporáneos. Los puntos fuertes de sus relatos se encuentran en los giros inesperados, cuasi surrealistas en los que lo pervertido y lo escatológico subvierte el statu quo de la narración.

Kazuo Umezz comenzó su carrera a comienzos de la década del ’60 y entre sus títulos más importantes se cuentan Orochi, Drifting Classroom, Nekome Kozō y con el tiempo supo internarse con éxito en la comedia con obras como Makotochan. También incursionó en el cine y en la música.

NEKOME KOZŌ

El material reunido en ambos volúmenes fue editado originalmente por entregas en tres publicaciones. Las dos primeras historias El hombre inmortal y El demonio feo fueron publicadas en 1967 y 1968 en la revista Shōnen Gahō, publicación que duró 61 números entre 1950 y 1971. Se trata tal vez de las dos historias más gratuitamente perturbadoras, ligadas completamente a lo macabro y El chico de los ojos de gato no termina de definirse como personaje. Si bien no está completamente al margen de la acción como El guardián de la cripta en Tales from de Crypt, sus participaciones en la historia pueden parecer colaterales al desarrollo de la misma.

En 1968 el serial se muda a la publicación Shōnen King, periodo 68/69 en el que Kazuo Umezz publicará las siguientes historias serializadas: Los incitadores de tsunamis, Monopierna de Ōdai, La agrupación cien Yōkai, El yōkai Nikudana y La Kannon de mil brazos. Cada una de estas historias están ligadas a la idea de Yōkai o a la idea de deidades corruptas. Los yōkai que narra Umezz no tienen demasiado que ver con los yōkai tradicionales, sino que utiliza la idea como negociación entre “lo monstruoso” y “lo ominoso”. Incluso en El yōkai Nikudana utiliza a estas figuras como metáfora del cáncer. En la primera de las narraciones de este periodo, Los incitadores de tsunamis , de manera paralela a la historia de apertura Umezz remedia la falta de profundidad de su personaje protagónico otorgándole una historia de origen: “En la provincia de Yoshino se dice desde tiempos inmemoriales que una vez cada 300 años nace un nekomata, un gato fantasma. Y que cuando eso ocurre , todos los yōkai del lugar se reúnen en Oomine”. Así nace nuestro protagonista, pero su semejanza con los humanos lo hace despreciable para la comunidad yōkai, mientras que sus características morfológicas cercanas a los felinos lo transforman en monstruoso para una sociedad humana, que se rige por las apariencias.

 

Umezz da así la categoría de paria a su personaje, que estará condenado a vagar en soledad buscando el cobijo de altillos y lugares abandonados, inmiscuyéndose en las realidades de los pueblos o familias que visita. La condición de marginal le permite delinear también cierta crítica social sobre el tema del desamparo y la exclusión. Lo escatológico y el gore sigue imperando en estas historias en las que a lo inesperadose suma la perversión de ciertas convenciones sociales o religiosas. Por ejemplo, en La Kannon de mil brazos una pueblerina alimenta con sangre de los lugareños, incluso de niños, una estatua de Kannon (encarnación japonesa de Avalokitesvara, bodhisattva de la compasión) transformándola en un monstruo perverso.

Las cuatro historias que cierran el segundo volumen, La escalera, La promesa, La mano y Los amigos fueron publicadas en la revista Shōnen Sunday en 1976. Son tal vez las más poéticas, las más cercanas al corazón de la fantasía. El juego pasa aquí, por lo menos en tres de los relatos, en desestabilizar la sensación consoladora del fantástico, en jugar en una cuerda floja en donde el golpe bajo del morbo amenaza con romper los momentos de extrema belleza.

Si bien como dijimos al principio El chico de los ojos de gato no se acerca a la grandeza de Kitaro, se trata de un manga divertido, que ha resistido el paso del tiempo, una agradable exploración de lo macabro por un autor que ha marcado escuela. Un recupero histórico de un personaje que ha sido puntal en la cultura pop japonesa.

Sobre El Autor

Damián Blas Vives es actualmente es Director de Gestión y Políticas Culturales de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Entre 2016 y 2020 coordinó el Centro de Narrativa Policial H. Bustos Domecq de dicha institución y antes fue Coordinador del Programa de Literatura y editor de la revista literaria Abanico. Dirigió durante una década el taller de Literatura japonesa de la Biblioteca Nacional, que ahora continúa de manera privada. En 2006 fundó Seda, revista de estudios asiáticos y en 2007 Evaristo Cultural. Coordina el Encuentro Internacional de Literatura Fantástica y Rastros, el Observatorio Hispanoamericano de Literatura Negra y Criminal. Ideó e impulsó el Encuentro Nacional de Escritura en Cárcel, co-coordinándolo en sus dos primeros años, 2014 y 2015. Fue miembro fundador del Club Argentino de Kamishibai. Incursionó en radio, dramaturgia y colaboró en publicaciones tales como Complejidad, Tokonoma, Lea y LeMonde diplomatique. En 2015 funda el sello Evaristo Editorial y es uno de sus editores.

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