Mal estar físico más fin de semana lluvioso, una invitación a ponerse al día con esas películas que uno dejo pasar sospechadas de livianas; pero como siempre, la vida es una sorpresa constante. Estrenada en 2016 con guión y dirección de Rodrigo Grande Al final del túnel es una muy lograda película de genero negro, de esas que no abundan por estos lares y que, en los últimos quince años, con suerte suman para un truco gallo. Otro gran ejemplo sería Nieve negra, de Martín Hodara.

La historia se centra en el personaje de Joaquín (Leonardo Sbaraglia) un hombre al que un accidente automovilístico le arrebató a su mujer y a su hija y lo dejó parapléjico encadenado a una silla de ruedas en la casona que supo ser su hogar y se convirtió en un recordatorio constante de su pérdida.

Reticente a deshacerse de su pasado y necesitado de efectivo Joaquín pone en alquiler el piso superior de la casona. La lluvia le trae a Berta (Clara Lago) una hermosa bailarina exótica que llega para instalarse con su hija pequeña y, al parecer, semi autista.

Pronto nace una complicidad, motivada por la joven, pero Joaquín consume sus días encerrado en el sótano de su casa en donde trabaja con software y tecnología. A la manera de Hitchcock, siguiendo unos sonidos sospechosos y munido con sus precarios equipos se da cuenta de que un grupo de delincuentes está trabajando en un túnel que pasará por debajo de su propiedad para desvalijar el Banco de la esquina. Sabe que no están solos, que tienen a alguien de la policía cuidándoles las espaldas, que su líder Galereto (Pablo Echarri) es un asesino despiadado, pero un nuevo horizonte de felicidad tomó forma en su imaginación y para lograrlo ha decidido estafar a los estafadores.

La actuación del elenco es sólida, así como los giros del guion. La película cuenta con una de las últimas personificaciones importantes de Federico Luppi y la resolución es plausible, sin caer en los recursos malogrados que suelen restar varios puntos a este tipo de producciones. Evidentemente no nos encontramos frente a un clásico contemporáneo del séptimo arte, pero la película va más allá del mero “dejarse ver”, es una demostración fehaciente que aquí hay talento, oficio, escuela, carisma y, sobretodo, gente que todavía puede escribir guiones sólidos.

Sobre El Autor

Damián Blas Vives es actualmente es Director de Gestión y Políticas Culturales de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Entre 2016 y 2020 coordinó el Centro de Narrativa Policial H. Bustos Domecq de dicha institución y antes fue Coordinador del Programa de Literatura y editor de la revista literaria Abanico. Dirigió durante una década el taller de Literatura japonesa de la Biblioteca Nacional, que ahora continúa de manera privada. En 2006 fundó Seda, revista de estudios asiáticos y en 2007 Evaristo Cultural. Coordina el Encuentro Internacional de Literatura Fantástica y Rastros, el Observatorio Hispanoamericano de Literatura Negra y Criminal. Ideó e impulsó el Encuentro Nacional de Escritura en Cárcel, co-coordinándolo en sus dos primeros años, 2014 y 2015. Fue miembro fundador del Club Argentino de Kamishibai. Incursionó en radio, dramaturgia y colaboró en publicaciones tales como Complejidad, Tokonoma, Lea y LeMonde diplomatique. En 2015 funda el sello Evaristo Editorial y es uno de sus editores.

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