En todos los géneros la construcción de personajes complejos resulta promisoria (aunque no necesariamente garantía ni tampoco indispensable), pero en el policial esa regla se potencia. La diferencia, probablemente, radica en que en el policial es más usual hablar de series de ficciones con un mismo protagonista (también ocurre con la fantasía heroica, pero ahí el contexto fantástico suele fagocitarse la curva dramática de los personajes, están ahí para que se conozca ese mundo salvo honrosas excepciones como casi todos los participantes adultos de Canción de hielo y fuego/Game of Thrones). En las librerías suele verse, en la sección de policiales, tapas de libros donde, debajo del título y antes del autor, se aclara “un caso de…” (o más interesante, “una historia de…”, como si el protagonista reemplazara al escritor). Da lo mismo si se trata de Sherlock Holmes, de Hércules Poirot, de Jack Ryan. El personaje motoriza la historia, pero no solo eso: se transforma en el elemento central. Las características de ese protagonista (o incluso secundario, como Hannibal Lecter) se vuelven tan atractivas que en determinado punto poco importa el caso de rigor, sino cómo se desarrolla el ser a quien seguimos desde otras obras. Uno podría decir que cada novela policial de Henning Mankell no es gran cosa en términos de cómo se desarrolla la trama o de la originalidad de encarar el género, pero al hacerlo estaría omitiendo el detalle para nada menor de que cada una de ellas está protagonizada por Kurt Wallander, una creación genial (el detective que se deprime al ver lo que hace el ser humano en los casos que le tocan, el personaje que devuelve la olvidada carga moral, y de sentido de la vida, a lo que ocurre delante del lector), y que por eso mismo son novelas geniales (e imposibles de imitar por tantos otros nórdicos que intentaron lo mismo, con resultados mediocres).

Entonces.

City on a Hill es un policial. En lo que a trama se refiere, mediocre. Pero está Jackie Rohr.

Producida por Tom Fontana (creador de la genial Oz, de la que toma algunos actores para que acá hagan papeles menores, casi cameos) y Ben Affleck (el Clint Eastwood de su generación: pésimo actor y maravilloso director), City on a Hill está ambientada en Boston. Milagrosamente, es el primer policial en Boston que no proviene de la pluma del excelente autor de policiales Dennis Lehane. Las dos temporadas que se hicieron hasta ahora están claramente diferenciadas: la primera centrada en los barrios pobres de descendientes de irlandeses donde se suceden los robos a camiones blindados (recordar la maravillosa The Town, de Ben Affleck), la segunda concentrada en los monoblocks donde viven los negros pobres. Hay tramas que subyacen, como las personales de los personajes protagónicos, pero fundamentalmente se trata de un “caso” por temporada.

Si uno analizara la trama, concluiría que City on a Hill es una serie del montón. Un intento de hacer algo como The Wire pero sin el talento de David Simon. Una suerte de cruces entre personajes que andan vagando por ahí, sin mayor vuelo, simplemente para chocarse de cuando en cuando, a los tiros o a los golpes.

Pero, como se dijo, está Jackie Rohr.

Para todos quienes andan por la cincuentena (no cuarentena, dados los tiempos que corren), Kevin Bacon es una figura tan ineludible como difícil de comprender. ¿Es buen o mal actor? ¿Tiene carisma o no? Lo irreprochable en Bacon es que, cuando uno observa la línea de su trayectoria profesional, el tipo busca hacer cosas que no había hecho. No se quedó en Footloose. Se animó a interpretar a un pederasta en la brillante y abrumadora The Woodsman, resultó la figura que se mantenía en su código moral (y que gracias a eso permitía comprender al resto) en Mystic River. Por si fuera poco, es un tipo simpático y ningún estúpido. Hace un tiempo integró las filas de figuras de Hollywood que resultaron estafadas por un sistema de inversión fraudulento; cuando le preguntaron por qué le había pasado algo así, respondió “ofrecían unas ganancias gigantescas, y fui tan codicioso como estúpido para creer en algo así, creí que podía multiplicar mi dinero en vez de trabajar para ganarlo, así que está muy bien que haya perdido todo en esa estafa, porque ahora tengo que trabajar, que es lo que corresponde”.

Kevin Bacon, a sus 63 años, llega al que probablemente sea el mejor papel de su carrera: Jackie Rohr. Es el malo de la serie, aunque no tanto. Es uno de los dos protagonistas, pero el que carga sobre sus hombros la incorrección política que permite salir del pantano dramático de tener que quedar bien con negros, y con pobres, y con la mar en coche. Jackie Rohr es un agente del FBI que, como casi todo agente del FBI en el Boston de los noventa, es corrupto. No una corrupción que lo haga multimillonario, sino una corrupción que le permite traficar favores como si se tratara de caramelos. Hay sobornos, pero pareciera que para Jackie Rohr no son tan importantes como que lo reconozcan como Jackie Rohr.

Kevin Bacon compone a un personaje que se la pasa tirando citas aunque la mayoría de las veces no se acuerda los autores (y las citas no son literales, sino que las modifica a conveniencia), que regala anécdotas a quien quiera escucharlo. Alguien de temer, pero alguien imposible de, transcurrido determinado punto de la trama, resulta muy difícil no querer. Un tipo racista, misógino, despreciable, violento, traicionero, pero que suelta un chiste y al resto del mundo se le caen las medias.

Al igual que los mejores personajes del género policial, Jackie Rohr se impone por poseer una mirada particular sobre el mundo. Su razonamiento es que todo es una mierda, y conoce múltiples recursos para navegar en océanos de materia fecal.

Al igual que los mejores personajes del género policial, Jackie Rohr posee momentos geniales, únicos. Como cuando va al hospital debido a una desgracia, y en determinado momento entra a la capilla, toma una de las velas para encenderse un cigarrillo y luego desvía la mirada hacia el Cristo del crucifijo, para decirle “¿y vos qué mierda mirás?”.

Jackie Rohr. Imposible no odiarlo. Imposible no amarlo.

 

 

Temporadas 1 y 2

Creador: Chuck MacLean

Dirección: Christoph Schrewe y otros

Guión: Chuck MacLean, J.M. Holmes y otros

Elenco: Kevin Bacon, Aldis Hodge y otros

Disponible en Paramount+

Sobre El Autor

Escritor, periodista y licenciado en sociología, Diego Grillo Trubba ha ganado diversos premios de relato y novela, destacando entre su obra títulos como Los discípulos o Crímenes coloniales.

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